Mientras el virus azota, el cáncer avanza y las listas de espera engordan

El coronavirus no está dispuesto a dejarnos en paz en los próximos años. Quizá es hora de asumirlo, dejar el infantilismo que espera que se disipe a la misma velocidad que llegó, y adoptar las medidas necesarias para convivir con él. Una nueva variante amenaza a Europa, pero ni es la primera ni será la última. Sí, tiene más mutaciones, pero es algo normal. Es un ser vivo que trata de sobrevivir ante los obstáculos que se encuentra y lo seguirá haciendo mientras circule. Es decir, en el primer mundo estamos entre la espada y la pared, porque aunque tengamos economías que aguanten pautas de vacunación sin fin, el virus será cada día más peligroso mientras aquellos que no tienen ni para comer no estén también inmunizados.

Pero mientras andamos preocupados por la pandemia, el resto de enfermedades de nuestro opulento entorno avanza. Nos ha invadido una patógeno que creíamos destinado a países insalubres y nos hemos olvidado de que la diabetes, la hipertensión o las resistencias a los antibióticos (por usarlos hasta la saciedad) están de vacaciones por nuestras fronteras. Hoy es más difícil acceder a una cita con tu médico de cabecera que comprar un test de antígenos que hace año y medio ni siquiera existía. Que cada cual saque sus conclusiones, pero se puede percibir cierta ironía en una sociedad que no acepta las incertidumbres.

Y qué contar de la enfermedad más mortal de nuestro entorno. Los diagnósticos de cáncer brillan por su escasez. Hace dos años, cada día había nuevos protocolos de cribados que provocaban que los enfermos tuvieran una oportunidad ante la enfermedad. Hoy, ha tenido que llegar un hospital privado para instaurar un cribado de cáncer de pulmón mientras en las instancias públicas se hipoteca presupuesto público para tener vacunas para inmunizar tres veces a la población europea. La opulencia es lo que tiene, no le basta con disponer de lo necesario.

La propaganda se ha apropiado de gran parte de la política sanitaria. Ahora es más determinante construir un hospital modular en tiempo récord que tener dinero para contratar a los médicos que tendrán que trabajar ahí. Ahora es más importante llenar neveras de vacunas que enfermeras que puedan administrarlas sin tener que descuidar sus quehaceres anteriores. Ahora, es fácil conseguir una cita en el centro de salud para saber si está contagiado por el virus, pero muy difícil que te atiendan para cualquier otra cuestión.

Y mientras tanto, la incidencia se desbocará de nuevo. Porque llega la navidad y nos hemos vacunado y llevamos mascarillas para poder hacer lo que nos dé la gana. Y así será cómo la pandemia nos acompañe durante muchos años.