Impacto económico del diagnóstico rápido: mejor tratamiento y reducción de coste

La neumonía representa una de las enfermedades infecciosas más frecuentes y la que causa mayor morbimortalidad en adultos y en niños. En 2019 ocasionó más de 9.300 fallecimientos en España, incrementando un 11,12% desde 2014. En Europa se ha estimado que la neumonía supone un coste de 10,1 billones de euros al año. Uno de los problemas asociados con la neumonía es la falta de un diagnóstico rápido para poder elegir, entre otras cosas, un tratamiento antimicrobiano adecuado y dirigido. Así, podría optimizarse el uso de antimicrobianos suministrados a los pacientes e identificar el patógeno causante de la infección de forma rápida y precisa. Además, este mejor uso de los antibióticos reforzaría las (buenas) iniciativas en España alrededor de El Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN).

Pero el impacto del diagnóstico rápido puede ir más allá del tratamiento farmacológico, ya que, por una parte, contribuye a reducir u optimizar el tratamiento y acelera los flujos de trabajo de laboratorio y de manejo del paciente. Y por otra, contribuiría a reducir el uso de pruebas complementarias como radiografías, disminuir los procedimientos invasivos, o reducir los ingresos en UCI, entre otras, reduciendo costes. En los últimos años, hemos visto un avance tecnológico en el área de diagnóstico microbiológico, si bien es cierto que existen importantes desafíos en su desarrollo y entorno regulatorio, así como económicos, dado que sus cortos ciclos de vida limitan el retorno a la inversión.

Una vez la tecnología ha obtenido su autorización de comercialización, los modelos de financiación e incentivos actualmente utilizados para estas tecnologías se suelen definir en base a sus costes y la evaluación se concentra en las características técnicas. Pero esta regulación no ofrece los incentivos ‘adecuados’ para desarrollar tecnologías de más valor. Una posible solución a estos problemas de incentivos sería implantar modelos de financiación en base al valor que aportan. Así, ya hay países que están, no solo armonizando los procesos de evaluación para las tecnologías sanitarias definidas de manera general (e incluyendo tanto ‘tratamientos’ como ‘pruebas diagnósticas’), sino cómo se podría complementar ambas evaluaciones, sobre todo cuando existen pruebas diagnósticas que faciliten o dirijan qué terapia sería la adecuada en cada momento.