Cuarenta años de VIH y Sida

El 5 de junio de 1981 el informe semanal de del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta notificaba bajo el título de Neumonía por Neumocistis, Los Ángeles, los primeros casos de lo que posteriormente, se designaría oficialmente como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).

Desde sus inicios la infección por VIH y el Sida trascendió lo biológico para convertirse en un fenómeno político y social con una alta carga moralizante, discriminatoria y estigmatizante que culpabilizaba a las personas afectadas. Por ello, la respuesta al VIH se constituyó en un catalizador de la conquista de derechos de las minorías sexuales, de las mujeres y las niñas, de las personas excluidas, migrantes, en situación de prostitución, de la personas privadas de libertad, de las usuarias de drogas, del derecho universal a la salud y el acceso global a tratamientos.

La respuesta al VIH ha sido desde el principio, básicamente, una cuestión de derechos humanos.

En estos 40 años cerca de 80 millones de personas han adquirido el VIH y alrededor de 36 millones han fallecido a causa del sida . En España más de 200.000 personas adquirieron el VIH de los que cerca 60.000 murieron por causas relacionadas con el sida. Pese a lo demoledor de estas cifras los avances en la respuesta al VIH han sido impresionantes y lo que, en un principio fue una enfermedad con una altísima tasa de letalidad, se ha convertido, gracias a innovación farmacológica, en una patología crónica en la que las personas que la padecen disfrutan de una calidad y esperanza de vida similar a la población general.

Desde principios del presente siglo se ha conseguido reducir alrededor de un 50% la cifra de nuevas infecciones y de muertes relacionadas con el Sida a nivel global y ,en 2020, veintisiete millones y medio de personas en el mundo tenían acceso a tratamientos frente a los ocho millones que había en 2010.

El pasado mes de junio en el marco de la Reunión de Alto Nivel de la Asamblea General de Naciones Unidas la ministra de Sanidad reafirmo el compromiso de nuestro país de contribuir a la estrategia de ONUSIDA para poner fin a la epidemia de sida en cuanto amenaza para la salud pública para el 2030 y alcanzar los objetivos de los cuatro 95% para 2025.

En nuestro país estamos bien situados en cuanto a los tres primeros objetivos: con un 87% de personas con el VIH diagnosticadas de las cuales el 94% están en tratamiento y el 90% tienen la carga viral indetectable, lo que quiere decir que no pueden transmitir el virus ya que indetectable es igual a intransmisible. Sin embargo, estamos todavía lejos de alcanzar del cuarto 95% referente a la calidad de vida y el objetivo de 0 discriminación que,por desgracia, persiste en nuestra sociedad.

Además es en la prevención donde seguimos fallando. Llevamos casi una década con cerca de cuatro mil nuevos diagnósticos al año en España y unas tasas de diagnóstico tardío cercanas al 50% y no somos capaces de reducir esta cifra y, aunque el VIH nos puede afectar a todos, no deja de ensañarse en las poblaciones más vulnerables. Desde principios de este siglo la vía de trasmisión del VIH ha sido mayoritariamente sexual, afectando principalmente a hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres, a la población migrante y a las mujeres.

Todo esto, junto al incremento constante desde de la infecciones de transmisión sexual nos obliga a replantearnos el modelo de atención a la salud sexual dentro de nuestro sistema sanitario, adaptando los recursos a las necesidades actuales, creando servicios accesibles pensados para las necesidades de las personas y de la salud pública. Necesitamos más clínicas de ITS y que las que existen no tengan lista de espera, que se apoye el modelo de atención comunitario.

Tenemos que reducir de forma drástica las tasas de diagnóstico tardío porque es posiblemente la mejor estrategia preventiva de que disponemos, y tenemos que acercar la Profilaxis pre-exposición(PrEP), la pastilla preventiva del VIH, a todas las personas que la necesitan. En cuanto a la calidad de vida tenemos que incorporar los modelos de atención a la cronicidad que está muy bien diseñados, pero que evidentemente pasan por una fuerte inversión en recursos humanos y materiales al sistema incorporando las experiencias novedosas que se han puesto en marcha durante la actual pandemia como el desarrollo de la telemedicina.

La Covid-19 nos ha recordado que la salud pública es un pilar fundamental de la economía de cualquier país, que podemos hacer documentos y planes maravillosos pero básicamente lo que necesitamos son recursos humanos y materiales y una mayor inversión en sanidad garantizando el acceso público y universal a la misma, porque estamos todos en el mismo barco y, si se hunde, todos nos ahogamos.

Sería injusto no reconocer que en estos los últimos tres años en España se han dado pasos muy importantes pasos en la repuesta frente al VIH; Hemos avanzado en la consecución de los objetivos para 2020 de ONUSIDA, en el mes de noviembre de 2019 se incluyo la PrEP como prestación en el SNS, y pese a las dificultades de la actual crisis sanitaria esta importante herramienta ya está disponible en todas las CCAA. Seguimos avanzando en el desarrollo del Pacto Social por la no discriminación y la igualdad de trato asociada al VIH, se ha conseguido acabar con la exclusión de las personas con el VIH en el acceso a función pública y España ha vuelto a estar presente en los foros internacionales.

Sabemos lo que hay que hacer para alcanzar el objetivo de 2030 y sabemos cómo hacerlo. Es tan solo una cuestión de implementar los recursos, de voluntad política.