AstraZeneca, la primera vacuna en comprarse y la más decepcionante

El uno por el otro y la vacuna sin poner. El papel que está jugando AstraZeneca en la campaña de vacunación más importante de la historia de Europa deja mucho que desear. La compañía se puso todas las medallas que pudo durante 2020 recordándonos a todos que el antígeno tendría un precio igual al coste de producción y que fabricaría a riesgo para que al mundo no le faltase ni una dosis. Esto ha sido verdad en Reino Unido, pero en Europa está lejos de parecerse siquiera a un mal chiste. Al continente han llegado 20 millones de vacunas desde que se aprobó (29 de enero) hasta el día 28 de marzo, según los datos oficiales del Ministerio de Sanidad. Solo en un almacén a escasos kilómetros de Roma había 29 millones de dosis que no estaban en el radar de la Comisión Europea. “Los mejores esfuerzos” de la compañía anglosueca dejan mucho que desear -como el propio concepto jurídico-, muy al contrario que su principal competidor en esta campaña, la alianza Pfizer/Biontech. De hecho, la comparación con ellos sonrojaría a cualquiera. Estos últimos también tuvieron problemas de fabricación, pero los solucionaron en una semana y desde entonces se produce un incremento semanal de dosis.

El porqué AstraZeneca está tan lejos de cumplir sus propios compromisos con la Unión Europea es una incógnita. Puede ser porque tenga predilección por su país de origen. El Reino Unido, aún sin consumar el Brexit, autorizó la vacuna de AstraZeneca semanas antes que los europeos. De hecho, es el principal cauce de vacunas de las que disponen. Dicho de otra forma, si AstraZeneca no existiese, Reino Unido apenas podría haber avanzado en la vacunación. No es de extrañar, por tanto, que cuando la compañía tuvo un lío de datos en una presentación de resultados de la vacuna, el gobierno de Boris Johnson salió raudo a defender a su principal fuente de vacunas. La historia, por otro lado, también recuerda que el gobierno británico evitó que AstraZeneca fuese absorbida por Pfizer hace unos años.

Pero que AstraZeneca no esté haciendo su labor -como tampoco Moderna, lo que ocurre es que de esta no depende el objetivo europeo del 70% tanto como de la británica- no exime a la Unión Europea de sus defectos. Sus negociaciones están a años luz de la agilidad mostrada por Reino Unido y Estados Unidos -siguen sin comprar Novavax-, y los resultados están ahí. Porque, aunque a la comisaria de Salud no le guste que esto sea la cola de la pescadería, lo que tampoco se puede pretender es igualdad de trato con el que ayudó a construir la caña y la barca. Solo falta por ver si Europa, en los años sucesivos, se lo pondrá más difícil a AstraZeneca a la hora de aprobar un medicamento. No sería una buena idea porque eso afecta a la salud de los europeos, pero en Europa están muy enfadados con la actitud de la farmacéutica británica.