Una vacuna de hace 100 años para hacer frente a la Covid-19

La tuberculosis (TB) es una enfermedad causada por una bacteria, Mycobacterium tuberculosis, que afecta principalmente a los pulmones. Esta enfermedad que se transmite por el aire, cuando una persona con TB pulmonar tose, estornuda o habla, era junto con la pneumonia la principal causa de muerte en 1900. La vacuna frente a la TB fue desarrollada a principios del siglo XX por Albert Calmette y Jean-Marie Guérin, de cuyas iniciales toma el nombre (BCG, bacilo de Calmette-Guerin).

La bacteria fue aislada a partir de la leche de una vaca infectada con tuberculosis que posteriormente fue cultivada en caldo de patata. Una vez comprobado que la bacteria no producía TB a los cobayas, ni a los conejos, caballos ni vacas la vacuna empezó a administrarse en humanos en 1921. En España Lluis Sayé, director del “Servei d’Assistencia Social dels Tuberculosos” de la Generalitat de Catalunya, inicio la vacunación en 1924 y en 1927 el Instituto de Higiene Alfonso XIII (actualmente el Instituto de Salud Carlos III) amplió la vacunación al resto del país. Actualmente, el BCG es una de las vacunas más utilizadas en el mundo, con más de 4.000 millones de personas vacunadas con BCG en todo el mundo y otros 100 millones de niños recién nacidos vacunados con BCG cada año.

Poco después de su administración se observó que los efectos beneficiosos del BCG fueron mas allá de la enfermedad de la tuberculosis y numerosos estudios reportaron protección de la vacuna frente a enfermedades infecciosas no relacionadas. Carl Näslund, un médico sueco que fue responsable de la introducción de la BCG como prevención de la tuberculosis en el norte de Suecia, informó en 1932 que la BCG reducía la mortalidad infantil por causas no relacionadas con la tuberculosis. En palabras del Dr. Näslund: “Evidentemente, uno podría estar tentado de encontrar una explicación para esta mortalidad mucho menor entre los niños vacunados en la idea de que el BCG provoca una inmunidad no-específica...”

Desafortunadamente, estos hallazgos no se persiguieron científicamente y hubo que esperar hasta principios del siglo XXI para que estudios adicionales incidieran en que la vacuna del BCG reducía el 50% de la mortalidad infantil por infecciones no tuberculosas debido a efectos benéficos no específicos. Mas recientemente, se ha establecido que la vacuna del BCG protege frente a varias enfermedades víricas como la gripe, fiebre amarilla, herpes simple, virus respiratorio sincitial y virus del papiloma humano.

La reducción de la infección y de la mortalidad mediada por el BCG es debido a la protección no específica contra agentes infecciosos no relacionados también llamada protección “heteróloga”. En 2012, el laboratorio de Mihai Netea proporciono una explicación inmunológica de los efectos protectores inespecíficos del BCG5. Los investigadores reportaron que la vacuna del BCG provoca una reacción inmunitaria innata no especifica frente al BCG esta caracterizada por cambios epigenéticos y metabólicos que aumentan la respuesta inmunológica frente infecciones posteriores. Este proceso de memoria del sistema inmune innato se ha denominado inmunidad entrenada. Un estudio reciente de. Mihai Netea estableció la correlación entre la vacuna del BCG, la inmunidad entrenada y la protección frente a una infección vírica al reducir la vacuna del BCG la viremia del virus de la fiebre amarilla en humanos.

En términos generales, diversos estudios han documentado que los países con vacunación obligatoria contra el BCG tienden a tener un número sustancialmente menor de casos de coronavirus y menos muertes per cápita que los países sin vacunación obligatoria, y que la intensidad de la epidemia es menor en el caso de los países que comenzaron a vacunar antes.

Un estudio reciente observo una fuerte correlación entre la vacuna del BCG y reducción de la mortalidad debido al Covid-19 en diferentes países europeos (10% de aumento en el índice BCG se asoció con una reducción del 10,4% en mortalidad de Covid-19), por lo que se ha sugerido que la vacunación con BCG podría tener un papel en la protección de trabajadores sanitarios de primera línea e individuos vulnerables a la infección por el virus SARS-CoV-2 que dan lugar a la enfermedad de la Covid-19.

En España hubo un programa nacional para la vacunación universal de BCG entre 1965 y 1981. Sin embargo, la vacunación se suspendió en Cataluña en 1974 cuando que en el País Vasco persistió hasta el 2013. Mientras que las tasas de infección y mortalidad de la Covid-19 son similares entre Cataluña y el País Vasco (hecho que puede tener que ver con que estas dos regiones fueron receptoras históricas de trabajadores de toda España), un estudio epidemiológico del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela de 2015 demostró los efectos protectores de la vacuna BCG contra las infecciones respiratorias en niños. En este estudio, el País Vasco registró menos tasas de hospitalización por enfermedades respiratorias y sepsis (40% y 35% respectivamente) que el resto de España.

Evidencias científicas recientes abogan a favor de la vacunación con BCG para salvar el período hasta que se desarrolle y produzca una vacuna específica contra el virus SARS-CoV-2 en individuos vulnerables. Sin embargo se necesitan ensayos clínicos aleatorios de mayor envergadura para estudiar los efectos de la vacunación con BCG en la morbilidad y la mortalidad debidas a la Covid-19.

En la actualidad se están realizando ensayos clínicos controlados aleatorios en los Países Bajos, Australia, Alemania, Grecia y Estados Unidos, para evaluar si la vacuna del BCG reduce la incidencia y la gravedad de Covid-19 (NCT04327206, NCT04328441, NCT01906853, NCT04348370, NCT04414267, NCT04387409). Cuando se publiquen los resultados de estos ensayos clínicos estaremos en una mejor disposición para valorar si la vacuna del BCG proporciona una protección no específica frente a la Covid-19 mientras se desarrolla una vacuna específica para la enfermedad.