Una vez puede pasar, dos es imperdonable

Escuchamos casi a diario decir a Fernando Simón que la situación actual no es como en marzo. Para esa afirmación se basa en que la capacidad de diagnóstico es mucho mayor ahora que entonces, por lo que florecen muchos más casos, la mayoría asintomáticos. En este extremo tiene razón, pero cada día que pasa y se miran las estadísticas de la ocupación de los hospitales, el argumento comienza a hacer aguas. Estamos en una segunda ola como la que vivimos en primavera y, si hoy no estamos como en marzo, es porque hoy es febrero.

La situación va a empeorar mucho, no tengan dudas. Pero lo imperdonable de esta ocasión es que ya sabíamos a lo que nos enfrentábamos y no se ha hecho nada para prevenirlo. Muy al estilo español, se dejó todo sin hacer para llevarlo a cabo en el último momento. Esto, que ya de por sí es grave, se acrecienta porque ni siquiera pudieron prever que igual la segunda ola comenzaba a gestarse en julio, en lugar de en octubre. Por eso no hubo detección precoz atinada en verano, por eso se miraba lo que se podía salvar de la economía mientras se dejaba igual de desnudo al sistema de sald pública y, por eso, el megacontrato de 2.500 millones para material sanitario aún no se ha materializado. Un despropósito que, en esta ocasión, han liderado las comunidades autónomas, ávidas en primavera de una autogestión que no saben ejercer cuando vienen mal dadas. No hay más que ver las decisiones que se han tomado en Madrid, tardías, mal planteadas y con un “ojo clínico”, como decía la presidenta, que tiene mucha miopía.

La situación es tan acuciante que el ministro de Sanidad ha vuelto a entonar las mismas palabras que cuando la primera ola nos arrasó sin saber por dónde esquivarla. “Vienen semanas difíciles”, decía la semana pasada. Lo que no explicó es el por qué. Y la razón principal es que la trifulca política por ver quién es el que pide ayuda el último es desconcertante. Vendrá un estado de alarma, vendrá un confinamiento. Pero esta vez no puede llegar sin dimisiones. La primera vez pudo colar porque es cierto que muchos minusvaloraron la amenaza. Pero ahora es imperdonable.

Miren a Italia, el país más azotado en abril y el que ha entendido que había que rearmarse para cuando el tsunami volviera. Nosotros no hemos hecho nada y, por tanto, el virus vuelve a campar a sus anchas y solo se peleará con la gripe para ver quien contagia más. El país transalpino no es un oasis de contagio, pero tiene sus datos controlados, preparados para afrontar la epidemia anual de gripe. Nosotros estamos asfixiados y sin saber qué ocurrirá en los hospitales cuando se acumulen también casos de gripe. Lo que vivimos hoy es un despropósito con responsables, en eso sí que es verdad que no estamos en marzo.