Todavía nos queda lo peor, pero también veremos algo de luz

El pico de la curva, ese doblegamiento a una escalada exponencial de casos contagiados y muertes, está lejos. Escucharlo -o leerlo- se hace duro, se atraganta, pero las verdades incómodas son así. La mayoría de las personas que saben de esto señalan que hasta bien entrado abril no alcanzaremos ese primero objetivo que señaló el Gobierno, pero eso no es ni mucho menos el final. Llegar al pico es un dato relativo, solo señala que el crecimiento no será exponencial sino prolongado, pero los casos se seguirán produciendo varios meses más. El virus ya nos ha robado el mes de abril, que diría Joaquín Sabina, y solo nos queda esperar que los pasillos de los hospitales no se conviertan en un bulevar de sueños rotos.

Porque la única esperanza que tenemos es que el tiempo juegue a nuestro favor. Ganar tiempo para que las UCI no colapsen -aún más-, ganar tiempo para que la industria dé con la clave para, primero, alcanzar un tratamiento que salve las vidas hoy comprometidas y, segundo, consiga encontrar una vacuna para que la pesadilla no se repita cada invierno. El sistema sanitario no se puede permitir un coronavirus al año y la sociedad tampoco.

Los profesionales, los grandes soldados de esta guerra que hoy libra España, son una de las pocas noticias positivas que hemos escuchado en el último mes. Se dejan la piel y su salud por salvaguardar la del resto de la población. Un ejercicio que eleva su profesionalidad y solidaridad más aún que la curva de contagiados. A vosotros, un gracias infinito, estruendoso, una suma en un solo segundo de todos los aplausos que cada día os dedica la sociedad. Y una crítica que no nos podemos callar porque os merecéis todo nuestro apoyo: no puede ser que durante días y días os hayáis estado enfrentando a la amenaza sin el material que necesitáis. La tasa de contagios en vuestro personal es intolerable y es lo más sangrante de todo lo que llevamos vivido.

Llegará el día en el que despertemos de la pesadilla. Será entonces el momento de analizar las responsabilidades, pero el ejercicio periodístico debe mantenerse alerta cada día. Por eso contamos lo que observamos, tanto lo bueno como lo malo, y les puedo asegurar que ni una cosa es propaganda como la otra acritud desmedida. Informar en tiempos de guerra es complicado. Las balas se entrecruzan delante de la mirada y la virulencia de este patógeno no da respiro. Esta revista les informa de la pandemia con un poco de distancia que permite una temporalidad mensual y esperamos que les sirva para poner en valor la información científica que tratamos de recabar. Lo hacemos por ustedes, los lectores, es nuestro único motivo.