Luis García-Castrillo, Presidente de la Sociedad Europea de Medicina de Emergencias EUSEM: “Un sistema colapsado no puede atender a los pacientes nuevos... ni a los habituales”

Luis García Castrillo, presidente de la Sociedad Europea de Medicina de Emergencias (EUSEM), recuerda que la actual crisis dista mucho en dimensión, pero no en problemas estructurales, de otras situaciones precedentes en las que los profesionales de urgencias tienen que atender a los pacientes sin los medios que necesitan

Como presidente de la Sociedad Europea de Medicina de Emergencias y como médico, ¿cuáles serían sus recomendaciones a la ciudadanía?

Mi experiencia profesional se desarrolló en un servicio de Urgencias muy activo -el del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla-, de modo que sin ser infectólogo ni epidemiólogo, he vivido otros acontecimientos similares, como los brotes de ébola, y SARS, pero sobre todo, la gripe invernal de todos los años. Lo primero que hay que hacer es seguir fielmente las recomendaciones de las autoridades. Si el Ministerio de Sanidad emite unas directrices, esas son las reglas que hay que seguir.

Hay cosas muy sencillas que es posible hacer, y todos debemos hacer, que tienen un impacto muy positivo. No importa cuántas veces se diga: lavarse las manos y practicar el aislamiento social son dos de esas recomendaciones clave. Son estrategias que pueden ayudar a que el número de casos no crezca a la velocidad que cabría esperar si no tomáramos medidas. Debemos hacerlo todos.

Particularmente del aislamiento social diría que es bueno, no porque evite la enfermedad, sino por su capacidad de dispersar el contagio a lo largo del tiempo. Esta noción hay que asumirla, igual que debemos enfrentarnos a la realidad de que el número de casos va a seguir aumentando sin remedio.

¿Cabe la posibilidad de que se adopten medidas más restrictivas, o quizá más prolongadas en el tiempo?

Sí. Después de todo, las limitaciones que se han impuesto en términos de circulación de la población son relativamente laxas aún. Se podrían adoptar restricciones mucho más estrictas. Por supuesto, cuando las medidas son relativamente flexibles hay detrás una motivación, ya que no parece que la imposición de medidas mucho más restrictivas lleve aparejados beneficios proporcionalmente mucho mayores. Por otro lado, también se tienen en cuenta consideraciones como los potenciales efectos del confinamiento en otros ámbitos de la salud, o sus dimensiones económicas y sociales. Se busca el equilibrio entre la eficacia y los efectos de las medidas que se adoptan.

¿Qué le ha parecido la respuesta de España ante la pandemia de Covid-19?

Nosotros hemos tenido la desgracia de entrar muy pronto en el circuito de la pandemia, justo por detrás de Italia. Hasta entonces, nos hemos limitado a observar el fenómeno como algo que parecía que no iba a llegar a afectarnos, lo cual por otra parte es algo lógico. Algo diferente es que se nos ha dicho que estábamos perfectamente preparados para enfrentar la situación. Lo cierto es que tenemos limitaciones importantes, sobre todo en cuanto a los recursos necesarios para la protección. Esa carestía existe tanto en cantidad como en calidad. Ni tenemos suficientes elementos de protección para los profesionales sanitarios ni tenemos los adecuados.

Desde la perspectiva de las Comunidades Autónomas y la de los países de la Unión Europea, ¿son más eficaces las respuestas coordinadas?

Sin duda. Las respuestas coordinadas son importantísimas porque si en una zona se plantea controlar la epidemia con medidas orientadas a la restricción de movimiento y en otra la libertad de movimiento es total, las medidas adoptadas por el primero pueden llegar a ser totalmente ineficaces. Lo deseable es que los niveles de restricción y las medidas adoptadas sean lo más parecidos posible.

¿Considera que tiene sentido la posición británica de buscar la inmunidad de grupo dejando que el virus circule sin medidas de control?

Parece que la postura inicial de las autoridades británicas se está moderando. En principio se planteó, como sabemos, dejar que la epidemia “siguiera su curso”. El problema de esa actitud es que el contagio sería demasiado rápido para que el sistema de salud pudiera tratar a las personas afectadas. Los casos graves lo desbordarían.

En este punto es importante recordar que cuando se habla de un sistema colapsado no nos referimos a que no pueda asumir los nuevos casos que se presentan. En un sistema colapsado no se puede atender a los casos habituales, a las personas que nos necesitan todos los días. Además, esta situación nos ha sorprendido cuando aún no nos hemos recuperado del todo de la temporada de gripe, que aún está dando sus últimos coletazos. Es un periodo con una elevada tasa de enfermedad respiratoria en general, a la que se suma la crisis sanitaria creada por los contagios de Covid-19.

En su artículo "Verdades incómodas sobre las epidemias modernas", Mark Honigsbaum dice que hemos ignorado la Historia -las lecciones de la Historia- bajo nuestro propio riesgo ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

Abordar esta cuestión a fondo es una conversación que puede durar muchas horas. Sí invita a la reflexión un comentario que un compañero me hacía estos días: estamos haciendo lo mismo que hacían en el siglo XIV ante la peste: aislarnos y alejarnos de los enfermos. En la literatura tenemos un ejemplo, cuando Boccaccio cuenta en el Decamerón cómo se produce un éxodo de personas que huyen de las zonas de contagio.

Tenemos que admitir que no hemos sido ágiles en la adopción de medidas estructurales y preventivas cuando lo hemos hecho en febrero mientras que en Wuhan la crisis se había desencadenado el mes anterior. Muchos centros se están lamentando de la falta de material. Entonces aún nos parecía algo lejano, pero con la capacidad de diseminación que nos encontramos, que es similar a la de la gripe de 1918, es algo que cabía esperar. Sabemos muchas cosas, pero también olvidamos muchas otras. Una de ellas es la importancia crucial de la higiene de las manos. Ahora lo estamos retomando y es algo en lo que no debemos dejar de insistir.

¿Es posible que nos haya cegado nuestra experiencia anterior respecto a las expectativas depositadas en nuestra tecnología o en la innovación terapéutica, pero no en materia de prevención y control?

Hemos pensado que tenemos tratamiento para todo y, efectivamente, en este caso no es así. Esperemos que pronto haya alguna novedad en este campo. El impacto de las infecciones, en general, se ha subestimado oficialmente. Así sucede, por ejemplo, con la sepsis.

La sepsis como causa de mortalidad queda solapada por otras dolencias, ya que hasta hace poco ni siquiera constaba en los certificados de defunción. En el caso de la infección por Covid-19 la sepsis es un marcador de pronóstico muy relevante, aunque hay otros. Lo más frecuente es que el patógeno que origina sepsis sea bacteriano.

¿Es este un tipo de situación en la cual la motivación colectiva es clave para superar la situación?

Ahora, toda la sociedad puede beneficiarse de un desarrollo lo más lento posible de los contagios de Covid-19 para que el Sistema Nacional de Salud pueda asumir el impacto de la enfermedad. Si no colaboramos todos, el sistema no podrá con ello.

¿Hay algo que se pueda hacer desde el punto de vista de los medios de información?

La labor de los periodistas es clave. Las compras compulsivas de los primeros días no es más que una pequeña muestra de lo que el pánico puede llegar a hacer. Quienes lo hacían buscaban una sensación de seguridad ante el pánico. Los medios tienen que recordar que no siempre la noticia más llamativa es la que debe destacarse, sobre todo si puede producir daño porque promueve actitudes de riesgo. Otra función importante es informar, al margen de las situaciones de crisis, sobre las limitaciones de recursos que afectan a las estructuras sanitarias. Sería algo así como “no acordarse de Santa Bárbara únicamente cuando truena”.

Tenemos que ser conscientes de que esto volverá a pasar, y no debería sucedernos en las mismas circunstancias. Recuerdo como particularmente dramática la temporada de gripe de 2009. No habría que olvidar la cuestión cuando la crisis se ha superado. Los políticos tienden a pensar a corto plazo, los medios podrían ayudar a mantener estas cuestiones, que son importantes, en la actualidad.

Eso facilitaría la preparación. La improvisación tiene consecuencias graves. Ahora mismo, la entrada en los servicios médicos de personal sin preparación, con un margen de 15 días para su formación, es un problema. Eso sin tener en cuenta que no todo el mundo vale, que las decisiones que se van a tomar son difíciles.

¿Con qué pandemias que se han vivido a lo largo de la histos es comparable la actual, si es que las hay?

Quizá yo no sea el más adecuado para responder, pero probablemente la gripe de 1918, por su extensión y el riesgo de contagio. Un aspecto en el cual se parecen bastante es que los profesionales sanitarios son víctimas inmediatas y vectores. Es un fenómeno que se observó rápidamente en Wuhan. La cuestión es clave, en una plantilla en la cual diez personas dejan de trabajar el impacto es terrible. De ahí la exigencia de dotar de medidas de protección adecuadas y suficientes para los sanitarios.

Es un tema logístico de un interés extraordinario. Tenemos que romper una lanza a favor del personal de urgencias, así como el de otros centros, fuera de los hospitales, que ha adoptado medidas extraordinarias, útiles y totalmente adecuadas, incluyendo la atención telefónica. Atendemos a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, pero la realidad a veces choca de forma irremediable con ellas: hay que contar con salas de aislamiento con presión negativa, distancias mínimas entre pacientes, etc.

Parece que no conocen la realidad. Hay que dotarles de lo que necesitan, aún más sabiendo que se va a repetir. Los colapsos son algo que sucede todos los años.

¿Qué puede decirnos de la situación que se vive en estos momento en el resto de Europa?

Algunos países europeos han tenido la suerte de ver lo que ha pasado en Italia, que ha servido para poner en marcha la organización de cara a la llegada de la pandemia. Independientemente de la decisión sobre el cierre de fronteras, de la chocante posición inicial de Reino Unido, todo el mundo ha tenido al menos una semana de margen. La tendencia es esperar al último minuto porque estamos hablando de medidas impopulares, con un impacto enorme en la economía, que no se pueden tomar a la ligera. Otra consideración importante es que en los países de mayor tamaño parece que no todo el país está afectado, sino que existe un núcleo.

La enfermedad va a ir extendiéndose como una mancha de aceite, incluso con medidas de contención que estamos tomando las distintas sociedaades. Tenemos que tener paciencia y no centrar toda nuestra atención en las cifras que se van ofreciendo cada día. No vamos a ver reducción en la mortalidad hasta dentro de un tiempo. Tiene más relevancia el trazo grueso que el día a día que se nos ofrezca.