Ante un futuro en pensiones muy incierto, posibles alternativas para acompañar a lo público

Llevamos varios meses leyendo que la Seguridad Social bate, de manera continuada, la cifra récord que destina al pago de pensiones contributivas. En concreto, en febrero de 2021, la cuantía de pensiones contributivas superó los 10.100 millones de euros con un incremento del 2,3% respecto al mismo mes en 2020. Y, es más, de esa cuantía abonada en febrero, más de 7 260 millones de euros corresponden a pensiones de jubilación. El resto se reparte entre pensiones de viudedad, orfandad e incapacidad.

Este incremento en el dinero destinado a pagar las pensiones se produce por varios motivos: el incremento de la base reguladora de la pensión de viudedad desde el 56% al 60% en determinados supuestos, la actualización de la cuantía de las pensiones en un 0,9% y, principalmente, por el denominado efecto sustitución (las pensiones que entran al sistema son mayores que las que se dan de baja). Y todo esto teniendo en cuenta una ligera reducción en el número de pensionistas si miramos un año atrás debido al efecto de la Covid-19.

El efecto sustitución es algo que puede verse claramente al comprobar que las nuevas pensiones de jubilación del Régimen General generadas en enero ya rozan los 1 600 euros mensuales de media. La pensión media de jubilación de todo el sistema, no solo de las nuevas, bajaría a 1.184,26 euros.

En lo que se refiere al sistema de reparto de nuestra de Seguridad Social, los trabajadores activos mantienen las pensiones de los actuales jubilados. Si las pensiones de jubilación generadas cada vez son mayores, el porcentaje de natalidad cae en un año hasta un 23% por efecto de la pandemia y el desempleo alcanza a más de 4 millones de personas, con este panorama ¿podrá seguir siendo el sistema tan generoso en el momento que comencemos a jubilarnos los nacidos en el baby boom? ¿No parece evidente que tendrán que adoptarse medidas, por otro lado ya en estudio, dirigidas a reducir esa cuantía de pensión?

Así que, ante lo que parecen demostrar las frías cifras, y dando por hecho que la Seguridad Social nos proveerá de una cuantía mínima en el momento de jubilarnos, algo tendremos que hacer nosotros si llegado ese momento queremos mantener un nivel de vida que nos permita poder disfrutar de ese tiempo de ocio, poder viajar, darnos algún capricho, etc. Desde luego, los 65 años de ahora no son los de hace 50 años en cuanto a cómo disfrutar del tiempo libre en el momento de la jubilación.

Esa necesidad de hacer algo extra parece que está interiorizada por muchos trabajadores cuando, en nuestro último barómetro de previsión social, el 89 % de los empleados en España reconoce que sus ingresos en el momento de la jubilación, se verán afectados si se limitan exclusivamente a la prestación pública. Por lo tanto, parece claro que somos conscientes de que debemos ahorrar de manera privada y a través de las empresas de cara a complementar esa pensión pública de jubilación.

Lo que hay que hacer es empezar a hacerlo. En este sentido, debemos aplaudir la iniciativa del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones de incentivar los planes de pensiones de empleo, centrándose especialmente en facilitar el acceso a pequeñas empresas, micropymes y autónomos.

Se habla para ellas de un plan de pensiones publico gestionado de manera privada. ¿En qué va a consistir? ¿Será obligatoria la adscripción al plan de pensiones aunque luego el trabajador pueda darse de baja? ¿Cómo se beneficiarán las empresas de esas aportaciones que realicen? Difícil contestar a cada pregunta ya que quedan muchos puntos por aclarar sobre cómo será el sistema.

Ahora, solo nos queda confiar en que se cumplen los plazos y el sistema se defina a lo largo del presente año 2021 para dar respuesta a estas y otras preguntas de vital importancia.

Independientemente de cómo se instrumente este “megaplan”, el objetivo final está claro, se pretende que el actual 13% del PIB que los españoles ahorran a través de planes de pensiones individuales y de empleo, alcance en el medio y largo plazo el 30% del PIB.

Quedaríamos aún lejos de Irlanda o Finlandia con porcentajes del 70% o del 99% respectivamente, y a años luz del caso de los Países Bajos donde ese porcentaje se dispara hasta el 180%.

Pero mientras se pone en marcha, las empresas deberían ayudar a sus trabajadores a que puedan ir ahorrando de manera periódica, aprovechando que, debido a la pandemia, las tasas de ahorro están viviendo niveles nunca vistos.

Hay muchas formas de ayudar a los trabajadores a que comiencen a planificar su ahorro a la jubilación. Una de las formas que vemos se está extendiendo, mientras las empresas deciden ver cómo aportar en un futuro es a través de aportaciones voluntarias del trabajador instrumentadas como un producto más de la retribución flexible.

Ello permite al trabajador ahorrar con la ventaja fiscal de diferir el pago de impuestos. Y en cualquier caso parece clarísimo, que los trabajadores necesitan formación financiera y cierto asesoramiento en ese punto como nos demuestra ese barómetro de previsión social cuando el 85% de los trabajadores nos decía que el nivel de información que le da su empresa sobre la situación financiera a la jubilación era bajo o muy bajo.

En resumen, para complementar la pensión pública y vivir la jubilación como nos gustaría, necesitamos educación financiera e instrumentos que a través de la empresa nos permitan ahorrar de manera periódica.