La era de las turbulencias post-Covid, ‘private equity’ y economía real

En el año 2008, Alan Greenspan público su libro La era de las turbulencias, en el capítulo 25 titulado El Futuro Délfico explica como los generales de la antigua Grecia buscaban audiencia con el oráculo de Delfos para que guiara sus empresas militares, donde la banca de inversión era capaz de crear extraños rendimientos y realizaba profecías sobre el precio de las cosas, no el valor de las mismas.

Existe un riesgo real que condicionará nuestra sociedad y nuestra economía en el futuro, y este no es otro que el exceso de liquidez del sistema, cohabitando con la consecuencia de una alta probabilidad de que se produzca un desajuste económico, entre otros factores provocado por la alta proporción de población que dejará de pertenecer al rango de población productiva para ser beneficiarios de los sistemas de pensiones no productivos, las consecuencias de los desajustes económicos entre la economía real y las bolsas conviven en un desequilibrio por momentos más o menos estables, y por momentos extremadamente inestables. Por ejemplo, un alto proteccionismo comercial que incrementa el precio de las cosas, pero no su valor, es un factor de riesgo real que sin duda generará desequilibrios económicos, tal y como estamos viendo actualmente en Estados Unidos, China y en Europa también, con subidas de aranceles a la importación y el efecto de respuesta “si tu pones impuestos, yo también”, hecho originado inicialmente por las ayudas de los estados a sectores estratégicos de la economía y transmitidos en cadena a otros de menor relevancia, factores que en el largo o medio plazo originarán una presión inflacionista y subidas de tipos de interés, lo que retroalimentará turbulencias en los mercados y en la economía.

En este sentido nos faltaría mencionar finalmente la volatilidad, que actúa como un transmisor de riesgo sistémico, propiciando una era de turbulencias como las que Greenspan describió en su libro.

Ahora bien, busquemos soluciones ante esta hipótesis algo catastrofista. Es bien cierto que los seres humanos perseveramos y somos capaces de luchar contra la adversidad buscando formas de adaptación ante la incertidumbre. Como ejemplo paradigmático hoy somos protagonistas de una realidad social y económica provocada por el pandémico Covid y de la que estoy seguro que saldremos más fuertes y más conscientes de nosotros mismos y del mundo.

La propuesta de solución que vengo proponiendo desde hace tiempo tiene que ver con mi visión del mundo y del propio futuro de las pensiones, que no es otra que, cuando la propia incertidumbre y seguridad de nuestro futuro nos evidencia desprotección e inseguridad en el horizonte, es el tiempo del cambio y de ser capaces de poner en perspectiva lo que hasta ahora era costumbre. Es por esto que entendiendo que es tiempo de volver la vista a los modelos tradicionales de gestión de activos y repensar que podemos estar haciendo que pueda ir mal y que podemos hacer para mejorar y cimentar el sustento del futuro de las pensiones.

Es la hora de volver al valor de las cosas disgregando el concepto de precio de las mismas, el precio es lo que pagamos, el valor es lo que adquirimos, y es por esto que el private equity se configura como la clase de activo idónea para la cimentación de un mejor futuro en el mundo de las pensiones. Desde el 2008 todos aquellos fondos de pensiones que han invertido en private equity han mejorado, batido el rendimiento de los que no los incluyen y reduciendo el riesgo con los que invierten en activos tradicionales como renta fija y renta variable.

De los diez mejores fondos de pensiones en Estados Unidos, la rentabilidad anualizada en activos de private equity para 10 años van desde el 15,4% al 16,7%, con una media 15,6%; y para el global de los fondos de pensiones la aportación a la rentabilidad anualizada en 10 años a junio del 2020 es del 15,6% (1). Adicionalmente, el porcentaje de asignación de activos en private equity en estos mismos fondos de pensiones van desde el 4% al 22%, si bien estos datos son de Estados Unidos, están bastante en correlación con otros países de la OECD.

En España por los límites del marco regulador por un lado y por la propia estructura de la gestión fiduciaria de los fondos de pensiones, salvo alguna excepción, el nivel de asignación a esta clase de activos es extremadamente baja, difícilmente se encuentran inversiones directas en private equity aunque si se pueden encontrar algunas estructuras de fondo de fondos de inversión alternativa en algún fondo de pensiones.

Otro factor interesante a analizar, es que la concentración de activos de inversión por parte de los fondos de pensiones en activos de la economía real y la existencia de la gestión de equipos especializados en inversiones alternativas proporcionan un plus de rentabilidad y una menor volatilidad, sirvan como ejemplo los fondos de pensiones canadienses, los mejores del mundo y los que asignan una mayor parte de sus carteras a inversiones alternativas. Una de la clave de su éxito está avalada por estudios que asignan una alta proporción de activos en gestión a equipos propios de los fondos, 52% en el caso de los fondos de pensiones canadienses, frente a un 23% en otros países (2), lo que permite una monitorización del riesgo más eficiente, así como alineación de intereses y una mejora en la gobernanza y definición de la política de inversión del propio fondo, además de una reducción de costes.

Y finalmente, cabe remarcar que el private equity permite mejor que cualquier otra clase de activos ajustar el riesgo de cobertura contra el riesgo del pasivo de los fondos, adecuando mucho mejor la propia estructura de los pagos de pasivo del fondo de pensiones, pudiendo manejar mejor las diferentes formas de rescate final, vía rentas o total disposición.

(1) Fuente: Pensions and Investments

(2) Fuente: www.wealthprofessional.ca