‘Private equity’, inversión alternativa y economía real, certidumbre y futuro en las pensiones

Decepción es lo que siente cualquier partícipe al mirar la evolución de su fondo de pensiones, frustración es lo que experimenta el partícipe de un fondo de pensiones en esos momentos en los que ve la cifra de sus aportaciones y la rentabilidad producida.

Las gestoras suelen hablar de la rentabilidad vinculada a la seguridad de la inversiones y encubren el desencanto del partícipe con la inflación, pero para el común de los mortales la inflación es un número que no representa la realidad de sus expectativas cuando está pensando en su futuro, porque en general es difícil ver la sintonía entre lo que le cuesta vivir con la frialdad de lo que dice la cifra personificada en la inflación.

Si tuviésemos que desgranar cuáles son las dificultades para justificar la desilusión y la falta de atractivo de la rentabilidad de los fondos de pensiones, deberíamos empezar por el marco regulatorio, y el problema número uno lo encontramos ahí, en el marco regulatorio español y el encorsetamiento que produce los límites de inversiones.

Y en segundo lugar, el problema lo tenemos en la endogamia del propio sistema, donde en aras de políticas de inversión conservadoras, donde nos encontramos gestoras incapaces de llevar al mercado innovación y sacar partido de la versatilidad en la gestión del riesgo, o tal vez atenazadas porque es mejor quedarse en el camino de lo conocido, antes que explorar nuevas oportunidades difíciles de explicar ante un mercado demasiado conservador y con una cultura financiera demasiado tradicional.

Ahora bien, si en anteriores artículos desgranábamos ejemplos de lo que en otros países desarrollados están haciendo los fondos de pensiones, y tratábamos con ejemplos del porqué de la necesidad de llevar a los fondos de pensiones hacia la economía real, hoy vamos a reflexionar sobre estas diferencias que hoy son un obstáculo para el futuro de los fondos de pensiones como un complemento real para la jubilación.

Desde el punto de vista teórico, los fondos y planes de pensiones toman la edad media del colectivo de partícipes, calculan el tiempo de permanencia y de ahí obtienen el periodo de maduración de las inversiones, siempre con el fin de procurar una cartera de activos que cumpla con las proyecciones actuariales dentro del conjunto de las inversiones, cuando en general el único modelo de gestión de activos que se aplica es la diversificación entre activos de la gestión tradicional, renta fija y renta variable.

Si observamos, y sírvanos de ejemplo el fondo de pensiones de los profesores de Texas, tiene un 41,8% de su cartera invertidos en activos de inversión alternativa, como private equity, hedge funds, energía, infraestructuras y finalmente sector inmobiliario, ofreciendo una rentabilidad total anualizada a 10 años del 8,5%, mientras que la rentabilidad media de los fondos de pensiones españoles para 10 años es del 3,1%, y para ser más claros con los datos digamos que 100 euros invertidos en España serían en 10 años 135 euros, mientras que 100 dólares invertidos en el fondo de pensiones de los profesores de Texas serían 226 dólares, esto es un 67% más que la media de los fondos de pensiones españoles.

Con estos datos solo tenemos que buscar dónde está el origen de la diferencia, coloquemos la cota cero de rentabilidad excluyendo los niveles de volatilidad de los activos tradicionales, renta fija y renta variable, digamos como lo que es en España la cota cero del nivel del mar en Alicante, y saquemos a partir de ahí el premio de diversificación hacia activos alternativos, y nos encontramos con que la aportación de rentabilidad de los activos de inversión alternativa aportan una media superior al 10% para el total de la cartera de los fondos de pensiones (1).

Es cierto que un buen número de fondos de pensiones han reducido sus expectativas de retorno, por ejemplo CalPERS, el fondo de pensiones de los empleados públicos de California redujeron al 7% sus perspectivas de rentabilidad para el 2021, pero siendo también su rentabilidad anualizada para un periodo de 10 años, del 8,5% en el cierre fiscal de junio de 2020.

Con este análisis solo podemos afirmar que la inclusión de activos alternativos en las carteras de los fondos de pensiones son verdaderos tractores de rentabilidad, que por la propia naturaleza de los activos alternativos los fondos de pensiones pueden modelizar mejor la maduración de las inversiones y mejorar su sincronización con las edades de los partícipes a la hora de la realización de los cálculos actuariales hasta su jubilación y sobre todo, hacer trabajar desde el momento presente sus inversiones, además de producir crecimiento de un retorno futuro, que hará crecer la actividad económica, la creación de empleo y, como consecuencia, el crecimiento económico, además de la contribución al sostenimiento de los impuestos y reducción de déficit público, en conclusión todo bueno.

Es una realidad que los fondos de pensiones que invierten en private equity y en otros activos de inversión alternativa, consiguen mejorar sus rendimiento, crear puestos de trabajo y añadir valor a largo plazo, además de producir beneficios que van a la economía real y a los propios inversores de las empresa, muchos de los cuales son los propios fondos de pensiones públicos. Así, los gremios y sus trabajadores, tanto públicos como privados, trabajadores de la industria, policías, empleados, incluso funcionarios del propio ministerio de hacienda, por mencionar solo alguno de ellos, es como recogerán el fruto de sus pensiones cuando se jubilen.

(1) Datos de elaboración del propio autor, José Carlos López Moraleja