El envejecimiento pone coto a los ingresos de la Seguridad Social

La caída de la natalidad y su efecto sobre la población en edad de trabajar, que se verá reducida, implicará una caída paulatina de la recaudación por la vía de las cotizaciones sociales

El invierno demográfico que sufren las principales economías desarrolladas del globo es una realidad ya imparable. Y pese a que las ganancias de esperanza de vida son una gran noticia para la sociedad en su conjunto, también es un proceso que implica riesgos y la necesidad de adaptación a la nueva realidad en todos los parámetros. Es el caso de los sistemas de pensiones de reparto, como el español, con un compromiso intergeneracional por el cual los actuales trabajadores pagan las actuales pensiones con la garantía de que una vez alcanzada la edad de jubilación sean esos trabajadores quienes sufraguen su pensión.

Ahora bien, según la tendencia demográfica de estos países desarrollados, la realidad pasa porque este envejecimiento paulatino de la sociedad y el incremento de los gastos públicos asociados a los cuidados de la tercera edad ponga en jaque la financiación tanto de estos servicios asistenciales, como de las propias pensiones, que son sufragadas con cotizaciones sociales de los trabajadores.

En cualquier caso, esta pandemia está diezmando a la población más mayor, afectando de lleno al fenómeno del envejecimiento. Un envejecimiento acelerado de la sociedad española que unido a una rápida infección de la población con más edad, hace que la tasa de letalidad final agregada se coloque en España en el 3,11%, muy por encima de otros países con población más joven (0,66%). Sin embargo, la mejora de las condiciones de vida y trabajo ha contribuido de forma decisiva, junto al progreso tecnológico, hasta llegar al actual momento de desarrollo humano. Solo en un siglo, la esperanza de vida al nacer en España ha aumentado en 40 años. Una persona que nació en 2010 tiene exactamente el doble de horizonte vital que un antepasado nacido en 1910.

Y si bien esta tendencia es generalizada en las sociedades desarrolladas, los efectos no son homogéneos en las diferentes economías ni tampoco cómo se está desarrollando cada proceso. Mientras que en Alemania o Reino Unido el gasto sanitario tiene un mayor equilibrio financiero gracias a la combinación de una financiación proveniente del sector público (en muchos casos con carácter subsidiario) y una financiación proveniente del sector privado (el peso de los seguros y planificación de la protección en las carteras de los hogares alemanes es del 36,1% y del 160,7% en los hogares británicos, con una cultura tradicional aseguradora muy arraigada), en España más del 90% es financiado por las arcas públicas y menos del 10% por financiación privada donde la protección apenas supone el 12,9% del total de los activos en el balance familiar según los datos del Banco Central Europeo.

En este sentido, los expertos apuntan la estrategia para afrontar el envejecimiento desde dos vertientes: por un lado, las políticas públicas y, por otro lado, las decisiones de familias y empresas, a partir de cuatro variables de control: ahorro, stock de capital, productividad y “cuña fiscal”. La economía española afronta compromisos financieros por envejecimiento por un importe del 24,6% del PIB hasta 2030, lo cual obliga a la creación de “colchones anti-cíclicos” que cubran los excesos de gasto en cada momento del ciclo económico sin recurrir a una dinámica acelerada de endeudamiento.

Desde la Fundación Civismo aseguran que resultaría positivo potenciar la jubilación activa eliminando barreras a la entrada como habilitar su uso antes de la edad legal de jubilación y por menos del 100% de la base reguladora. También sería conveniente desincentivar el retiro temprano (basado en prejubilaciones, bajas incentivadas o ERE) para cerrar el gap de 1,3 años de edad efectiva de jubilación española frente a la media de la eurozona.

Además, los apostar por un implantación ambiciosa de sistemas de previsión social complementaria con reforma de los costes de gestión financiera y combinación de la contribución tanto a la Seguridad Social como a un plan de empleo.