Efectos de la pandemia, robotización y evolución de la Seguridad Social

Son tantos los efectos del huracán que se nos ha venido encima debido a la pandemia del Covid-19 que muchos de los debates públicos que manteníamos hace escasos meses en el ámbito económico y social parecen ya obsoletos si los comparamos con la actualidad frenética de la crisis sanitaria y económica en la que seguimos instalados, en especial en aquellos países en los que, como en el caso de España, los efectos están siendo más profundos, bien por causas objetivas o por la ineficacia en las respuestas.

Si volviéramos la vista a febrero de 2020 continuaríamos en el debate del nuevo modelo que la economía digital abre en la casi totalidad de las actividades laborales, que conlleva reformas y cambios de enorme magnitud en el mercado de trabajo. La implantación de sistemas automatizados o robots, tanto de tipo hardware en procesos de producción industrial, como de software tipo RPA (robotic process automation), y el desarrollo imparable de tecnologías como la inteligencia artificial, el lenguaje natural o la analítica de datos parece que ya anunciaban el desplazamiento de una importante masa de trabajadores que podrían ver como su ocupación pasaría a ser gestionada con la ayuda de sistemas automatizados, cuando no, reemplazada totalmente por esas tecnologías.

La constatación de esta realidad ha obligado a analistas, foros internacionales y agentes sociales a preguntarse por los cambios necesarios en el mercado de trabajo para que los efectos pudieran ser más suaves y el proceso de sustitución de ocupaciones, profesiones y empleos se pudiera hacer de forma simultánea, evitando de esta forma la consecuencia de una masa de desempleo temporal o estructural inasumible para la sociedad.

El debate abierto nos conducía a un escenario de cambios en los perfiles empleables, mutaciones en el mercado laboral o una reorganización del emprendimiento, pero especialmente en materia de cotizaciones a la Seguridad Social. Se extendió la metáfora imaginaria de que los robots deberían cotizar también para afrontar los gastos de pensiones de la nueva era y la de los gastos especiales para combatir las nuevas desigualdades, lo que algunos hemos denominado la figura del cibercotizante, es decir la contribución de los sistemas automatizados al mantenimiento del estado del bienestar que en definitiva es el esfuerzo que espera deben realizar los agentes de la actividad económica con cargo a la mejora de la productividad que ofrezca los beneficios razonablemente esperados.

Ahora bien, en las nuevas condiciones impuestas por la pandemia, con drástica caída del PIB mundial que difícilmente se recuperará antes del año 2024, con el nuevo modelo de relaciones personales y profesionales que aconseja el trabajo en remoto y parece modificar las características del sistema de relaciones humanas habituales, con el cambio en las necesidades industriales y productivas, recuperando tradicionales roles productivos localizados, y con unas nuevas condiciones comerciales internacionales, este fenómeno de automatización de los procesos, ¿se acelera o se ralentiza?, los efectos económicos, ¿serán los mismos?, el desempleo masivo que ya produce la pandemia y la paralización de la actividad, ¿se verá aún más afectado por la implantación de nuevos sistemas automatizados? ¿Cómo afecta todo ello a la evolución de la afiliación a la Seguridad Social y a las cotizaciones? Entendemos que es el momento de definir la figura del cibercotizante en este modelo híbrido donde hombre, máquina y algoritmos deben aprender a convivir estrechamente buscando el beneficio común.

Parece pronto para dar contestación a estas preguntas, pero ya hay hechos constatados que pueden alumbrar respuestas. El uso de las TIC por parte de consumidores y trabajadores se ha multiplicado y las empresas, sin duda, están acelerando su adaptación para conectar con sus clientes y proveedores.

Por otra parte, la mayoría de los programas de reconstrucción, y en particular el aprobado por la Unión Europea, priorizan el fomento en I+D+I que conduce a un nuevo modelo de relaciones en el ámbito digital. Parece pues superada la discusión sobre si el sector público debe subvencionar estas inversiones, aunque su resultado sea la pérdida coyuntural, pero efectiva, de un número importante de empleos. Y quizás lo que es más grave, el número de afiliados a los sistemas de Seguridad Social, y particularmente en España, se ha reducido drásticamente, por efecto inmediato de la pandemia, pero su recuperación se está viendo ralentizada por la tardía implantación de los nuevos sistemas productivos y comerciales.

Los datos son claros. A pesar de los repuntes conocidos en la afiliación durante el final de mayo y mediados de junio, en base al espejismo de la nueva normalidad, sin embargo si comparamos los datos medios del mes de febrero con los del mes de julio, encontramos 464.674 afiliados menos a la Seguridad Social española, todo ello sin tener en cuenta el alto número de trabajadores afectados por Ertes y los autónomos acogidos al cese de actividad, que cuentan como cotizantes a todos los efectos, aunque el coste sea con cargo al Estado.

Por lo tanto, parece que el sistema está muy dañado en su órgano vital que es la recaudación, sin embargo el número de pensionistas, pese a la ralentización de su crecimiento, sigue al alza, y los Estados deben asumir nuevos y ambiciosos planes para responder a los graves problemas sociales y con ello evitar una generalización mayor de las desigualdades, sin contar con fuentes contributivas.

Es imprescindible asumir definitivamente soluciones urgentes y consensuadas. El cibercotizante puede contribuir al equilibrio. Estudiemos las distintas fórmulas que se han propuesto al respecto.