‘Private equity’: ahorrar para la jubilación desde la economía real

A lo largo de mi vida personal y profesional me he encontrado con toda una variedad de hombres y mujeres de todo tipo, por un lado en tenido la suerte de encontrar a personas listas y brillantes, inteligentes y con talento, y por otro lado me he encontrado con individuos que se creían exactamente inteligentes, brillantes y con talento, pero que carecían de todas y cada una de estas virtudes, pero si tuviese que destacar un valor diferencial que hace diferentes e inteligentes a las personas, es su capacidad de visión de futuro y en el mundo de las pensiones necesitamos mentes y actitudes capaces de crear, contribuir y asistir a la mejora de las políticas de inversión de los fondos de pensiones.

Es comúnmente aceptado que la economía es una ciencia relacionada con la condición humana, y como consecuencia con el ahorro, la inversión, la previsión social, aunque no tengo claro por qué lo llaman previsión social; y claro, los impuestos, y además hay otra cuestión, con frecuencia diferenciada de la economía como ciencia, que no es otra cosa que la economía real, la de verdad, la de cada uno de nosotros como individuos, no como entes abstractos de la sociedad.

En España, tan dados a considerar lo público como un bien de derecho per se, nos cuesta entender que la propia naturaleza de un buen sistema de pensiones está condicionado por un buen y bien engranado modelo de actividad económica. El sistema de pensiones español se basa en cinco principios básicos: 1. De reparto; 2. De proporcionalidad contributiva; 3. De universalidad; 4. De gestión pública y; 5. Principio de suficiencia de prestaciones, adicionalmente, la Constitución Español en su artículo 41 resume estos cinco principio y añade “la asistencia y prestaciones complementarias serán libres”, lo que abre al modelo público de pensiones un espacio de gestión privada y de complementariedad a través de los planes y fondos de pensiones de gestión privada.

La recaudación de la Seguridad Social en el 2019 por cotizaciones sociales para pensiones fue de 124 mil millones de euros, con un déficit de 16 mil millones de euros, y un gasto en pensiones de 128 mil millones de euros; con una tasa del 15,3% de desempleo sobre una población activa de 22 millones, de los que hay 18,6 millones de personas con trabajo y 3,4 millones de parados.

Pero hagamos una simple operación aritmética, 124 mil millones recaudados por la Seguridad Social para pensiones por aportaciones de trabajadores en cotizaciones sociales, dividido entre el número de la trabajadores empleados, 18,6 millones, lo que supone una aportación media de los trabajadores en activo al sistema de pensiones de 6.667 euros por año y trabajador ocupado, si esta cifra la dividimos por 12 meses del año, la cifra de aportación mensual seria de 556 euros por trabajador que cotiza y aporta al sistema de pensiones mensualmente.

Con estos datos y sin entrar en el déficit real de la Seguridad Social para pensiones en el 2019 de 16,7 mil millones, parece que nos enfrentamos a un problema estructural que requiere soluciones. Pero no entraré en este artículo en temas políticos ni de política económica, permitiré que otros cubran ese espacio, lo que sí quiero enfatizar es sobre propuestas alternativas que cuanto menos nos hagan reflexionar.

La primera reflexión sería, los fondos de pensiones difieren de los fondos de inversión en dos puntos; primero, los fondos de pensiones son inversiones con un horizonte de largo plazo lo que los hace absolutamente diferente en el proceso de evaluación de riesgo, y aunque no sea así en la realidad ni en la práctica, deberían focalizar su atención en la gestión asistemática del riesgo, esto es por activos, sector y tipología de industria; y en un segundo punto, mientras en los fondos de inversión el partícipe es absolutamente soberano de decidir cuándo entrar y cuándo salir, en los fondos de pensiones, salvo situaciones extraordinarias y de necesidad.

Solo en el momento en el que partícipe ha llegado a su edad de jubilación puede optar por la recuperación de su inversión, y a través de las siguientes alternativas, por rescate total o parcial, por la percepción de rentas financieras, manteniendo la inversión de las participaciones no rescatadas hasta la liquidación total de sus participaciones y, finalmente, una tercera opción, que consiste en transferir la participación a un seguro, que pagará una renta al partícipe hasta su fallecimiento o extinción del derecho y, adicionalmente, tendríamos la diferencia de fiscalidad entre fondos de pensiones y fondos de inversión, tema que no valoraré en este artículo por sobradamente popularizado.

La segunda reflexión sería en realidad una consecuencia de mi primera reflexión, si los fondos de pensiones son inversiones a largo plazo y de riesgo asistemático, parece que sería ideal que la política de inversión del fondo de pensiones fuese capaz de dirigirlas hacia la economía real, ¿cómo?, invirtiendo en empresas que aportasen dos cosas, actividad económica en la economía real y rentabilidad; con la primera se introduciría una participación en la economía productiva y como consecuencia una creación de empleo y la segunda es, una simple consecuencia directa de la primera, la rentabilidad es siempre fruto de la capacidad de creación de valor económico.

Y es en este punto donde me gustaría incidir, estamos instalados y vivimos en la cultura del supermercado, incluso en nuestras decisiones de inversión, necesitamos innovar y tener visión de futuro en las políticas de inversión de los fondos de pensiones, es hora de hacer que el vocablo ESG por sus siglas en inglés, se transforme en lo que la inversión puede hacer por la economía real, es tiempo y hora de introducir inversiones por parte de los fondos de pensiones en private equity, introducir inversiones de verdadero impacto como motor de crecimiento y reutilización de recursos en la economía real.