Sin distracción en los objetivos:
hay que apuntalar las pensiones a largo plazo

Sin lugar a dudas, la crisis sanitaria, económica y social desatada por el fuerte azote a España de la pandemia de coronavirus Covid-19 supone, a priori, un palo en la rueda para la reforma de las pensiones y el saneamiento de las maltrechas cuentas de la Seguridad Social. El Sistema va a soportar un fuerte desequilibrio como consecuencia de las actuaciones previstas para sostener los ingresos y el poder adquisitivo de los trabajadores. Desde la facilitación de los ajustes temporales de plantilla (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo, ERTE) a las ayudas que se van a brindar a los autónomos y pymes o la fuerte carga que supondrá el mayor desembolso en desempleo los próximos trimestres. De hecho, esta misma semana desde los sindicatos se alertaba del peligro de colapso en el Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE) y el Fondo de Garantía Salarial (Fogasa), reclamando aumentos de plantilla para atender las contingencias laborales derivadas de la declaración del estado de alarma en nuestro país, que durará al menos un mes. Como consecuencia de esta situación, la Seguridad Social va a ver sus ingresos diezmados y sus gastos multiplicados de forma sobrevenida.

Pero no por ello hay que desviarse del objetivo previamente marcado para esta legislatura en materia de pensiones, que pasa por una reforma que mejore la eficiencia financiera del Sistema público manteniendo la capacidad de compra de los pensionistas. La actual crisis sanitaria es coyuntural. Muy grave, pero coyuntural. Tendemos en estos días a compararla con una crisis financiera, pero no es tal. También mandatarios de todo el mundo la asimilan con un escenario de guerra, pero tampoco se encuadra en ese concepto. En los conflictos bélicos se destruye tejido productivo e infraestructuras, cosa que en una alerta epidémica no sucede, lo que hace atisbar una recuperación económica en forma de V o, como mucho, en forma de U, y de duración inferior a la vivida en la gran crisis que comenzó en 2008.

Por lo tanto, es preciso mantener la cabeza fría y hacer valer los informes y parámetros sobre los que se dilucidaba la reforma de pensiones que no se logró confeccionar en las legislaturas precedentes. Cuenta ahora España, además, con algo de viento a favor en el sentido de que el país va a poder endeudarse y sobrepasar el límite de déficit con el beneplácito de Bruselas. Por tanto, es momento para mirar al horizonte y desterrar medidas o parches cortoplacistas que pudieran desdibujar el objetivo final. La reforma del Sistema ha de concebirse a largo plazo, al margen de vaivenes puntuales. Es la única forma de protegerse a futuro de situaciones como la que en estos momentos vive la economía española. Sin una reforma seria, responsable y perdurable, nunca protegeremos nuestras cuentas de azotes como el que ahora comienzan a vivir. Que esta crisis sanitaria se convierta en un acicate y no en un pretexto para quedarse en la miopía de solucionar los próximos trimestres sin mirar a largo. Seamos hormigas y no cigarras.