¿Sirve la mochila austríaca
de ahorro para la jubilación?

El modelo cambia la concepción actual de los despidos en las empresas: el trabajador acumula un fondo para el desempleo, incapacidad o jubilación que conserva durante su vida laboral

La crisis sanitaria y el impacto de la pandemia aceleran los vientos de cambio a lo largo y ancho del globo. Una de las medidas que puede emanar de esta nueva coyuntura es la introducción de la conocida como mochila austríaca en el nuestro mercado laboral. Fundamentalmente, consiste en la generación de una cuenta individual para cada trabajador que acompaña al que lo acumula a lo largo de toda su vida laboral independientemente de donde desempeñe sus funciones laborales y que se nutre de las aportaciones de los empresarios y del que puede disponer en caso de despido, incapacidad o jubilación.

¿Para qué sirve esta cuenta personal?

Pueden ser utilizados por el trabajador -voluntariamente- en caso de despido. O percibirlos al final de su vida laboral en un único pago -pagando un impuesto del 6%- o como complemento periódico de su pensión -exenta de impuestos-. Pero como norma general, los trabajadores perciben su indemnización de estas cuentas a su nombre cuando se produce su despido o incapacidad.

¿Cómo son las aportaciones al fondo?

Las empresas aportan obligatoriamente cada mes una cierta cantidad a cuentas de ahorro individuales a nombre de todas las personas que trabajan en su plantilla. La contribución de cada empresa es del 1,53% del salario bruto mensual del trabajador. En este caso, los trabajadores no aportan a dicho fondo, únicamente el empleador, a diferencia de lo que ocurre con los planes de pensiones de empresa que suele contar con contribuciones de las dos partes, incluso una tercera del Estado.

¿Quién gestiona los fondos acumulados?

Las cuentas son gestionadas por entidades privadas autorizadas por la Administración para esta función, tal y como ocurre con los planes de ahorro colectivo. En el Consejo de Vigilancia de las entidades gestoras de los fondos hay representantes de los sindicatos. Las cuantías acumuladas en las cuentas se invierten en el mercado de capitales para obtener una rentabilidad, que se suma al saldo de la propia cuenta. Las entidades cobran comisiones de administración y gestión de los fondos, de donde proviene su lucro. A los trabajadores se les garantiza, en el peor de los casos, el cobro íntegro del capital aportado por las empresas a su nombre.

¿Qué pasa si me cambio de trabajo?

El importe de cada cuenta no se pierde si el trabajador se cambia de empresa de manera voluntaria, sino que le acompaña durante toda su vida laboral -por eso se la denomina “mochila”-. Cada empresa nueva realiza nuevas aportaciones a esa cuenta. Si las aportaciones al fondo constituyen la totalidad de la indemnización a disposición de su titular -sistema puro, como sucede en Austria- o si supone tan solo una parte de la indemnización, y la otra sigue establecida por unos parámetros legales y debe ser afrontada por la empresa cuando se produce el despido -sistema mixto o parcial-

¿Pasaré a cobrar menos si se implanta?

No, la mochila austriaca no genera costes para el trabajador. Puesto que todas las empresas, despidan o no, tienen que hacer frente a los pagos mensuales en las cuentas, la mochila supone un aumento inmediato de los costes laborales de todas las empresas, en la cuantía de la aportación a las cuentas de cada trabajador, pero no para el empleado.

Por otro lado, el Banco de España ha vuelto a lanzar el globo sonda de la mochila austríaca justo en el momento en que los efectos de la pandemia y de la crisis económica obligarán a los gobernantes de nuestro país a llevar a cabo ajustes relevantes y reformas estructurales en el plano político. En el centro de la diana de estos cambios se encuentra el mercado laboral y, más allá, la medida que propone el supervisor bancario supondría una revolución sin precedentes. Sin ir más lejos, la introducción de esta medida supondría de forma automática un recorte de las indemnizaciones por despido que pagan las empresas a los trabajadores, e incluso podrían llegar a desaparecer haciendo del despido un trámite completamente gratuito para el empresario.

Pero la cuestión es más compleja. Este fuerte abaratamiento de los despidos está directamente vinculado a la concepción de la medida. La mochila austríaca se traduce, a fin de cuentas, en una bolsa de dinero que va acumulando cada trabajador a título personal gracias a las aportaciones que realiza el empresario a esta hucha. Esta, que está gestionada desde el sector privado, será a fin de cuentas el dinero que el empleado perciba si el empresario le despide o si causa una baja por enfermedad o por incapacidad. Además, de no darse ninguna de estas circunstancias, se puede disponer de ella como un complemento para la jubilación.

Pero en lo que se refiere a su impacto sobre las relaciones laborales actuales, supondría la cuasi desaparición de la indemnización por despido. Puesto que todas las empresas, despidan o no, tienen que hacer frente a los pagos mensuales en las cuentas de los trabajadores, la mochila supone un aumento inmediato de los costes laborales de todas las empresas, en la cuantía de la aportación a las cuentas de cada trabajador. Pero su funcionamiento diluye -o socializa- los gastos de despido, ya que la creación de las nuevas cuentas afecta a todas las empresas, despidan o no, mientras que con nuestro sistema actual, solo afrontan el coste de despedir aquellas empresas que lo hagan efectivamente.