‘Private equity’ y ‘venture capital’, una alternativa de presente y futuro para fondos de pensiones

El futuro de la inversión alternativa, será inevitablemente una clase de activo apto y catalizador de diversificación y proveedor de rentabilidad en los sistemas y fondos de pensiones. La actual realidad económica originada por el efecto pandémico del Covid-19, los desequilibrios y amenazas macroeconómicos fruto de la aplicación de políticas económicas y fiscales de dudosa eficacia, entre otras, los bajos tipos de interés, el estrechamiento y compresión de la rentabilidad de los activos tradicionales y el sobrecalentamiento de expectativas en los mercados de renta variable, son por definición un terreno fértil donde encontrar oportunidades, y desde donde explotar las fortalezas de inversión de capital a través de private equity y venture capital. Convirtiendo así las amenazas de la economía en la paradoja del desafío del riesgo, transformando estas contingencias en conductores y estimuladores crecimiento económico.

Actualmente, más del 65% de los fondos de pensiones en Europa invierten en programas de private equity y venture capital como parte de sus programas de asignación de activos en sus políticas de inversión, siendo junto con los programas ESG y de inversión de impacto los componentes transversales de las definiciones de las políticas de asignación y clases de activos en las estructuras de sus carteras.

Así, específicamente podemos considerar, que si la incorporación de los fundamentos ESG en las decisiones de inversión refuerza la defensa de la cartera contra los riesgos derivados de fallos en la gobernanza, cambios en la política y regulación, promoviendo un refuerzo de las tendencias ambientales y sociales. La incorporación de private equity y venture capital supone además de rentabilidad y diversificación, una fuente de financiación de la innovación, un estímulo al crecimiento y desarrollo económico, y un propulsor de mejora de la productividad en las empresas en las que se invierte.

Si tuviésemos que definir el factor más relevante en la creación de valor de la vehiculización de la inversión de capital a través del private equity y del venture capital, este sería su capacidad de creación de puestos de trabajo, lo que en el actual entorno de realidad socio-económica es su incidencia directa en el estímulo de la salud económica de una inversión, siendo este punto concreto un indicador técnico de evaluación de calidad de la inversión.

Sirva de ejemplo los grandes fondos de pensiones europeos, ATP y PFA, los fondos de pensiones más grande de Dinamarca, o el gigante holandés ABP, fondo de pensiones de empleados civiles holandés, o PGGM, también holandés, o el fondo de pensiones soberano de Noruega, el fondo de pensiones soberano de Suecia, el Pensionskasse des Bundes (PKB) Suizo, Siemens Pensions Trust de Alemania, invirtieren en proyectos de energías renovables, en infraestructuras, en proyectos de carácter inmobiliario, en compañías con proyectos y negocios de logística y servicios, en pequeñas y medianas compañías del sector industrial, etc.

Según datos de Invest Europe Pension Fund Guide, casi un tercio de los fondos originados recientemente por los fondos de private equity y venture capital europeos provienen de fondos de pensiones, y la aportación rentabilidad de estas inversiones se mueve en una horquilla de entre el 10% y el 15% para periodos de entre 3 y 10 años.

Para los fondos de pensiones, la inversión en private equity y venture capital es vista como una estrategia de generación de alpha, un extra de rentabilidad sobre el objetivo de retorno neto, de alineación de intereses basada en el largo plazo, con visión de futuro, y muy enfocado hacia el concepto value.

Por su propia naturaleza la inversión en capital privado a través del capital riesgo sirve excelentemente a los fondos de pensiones para su horizonte de inversión de largo plazo, donde persigue encajar y cuadrar el perfil del pasivo futuro de los fondos de pensiones con retornos a 10 años o más, además de como un modo de gestión de compensación sobre las inversiones más líquidas, al mismo tiempo que proporcionan una prima de rentabilidad por liquidez.

Según Frontier Economics, el 12% de toda la innovación industrial es atribuible al private equity, estimulando el rendimiento operativo entre un 4,5% y un 8,5% y, además de mejorar la eficiencia económica, reducen las probabilidades de fracaso en sus negocios, en definitiva, la inversión en capital riesgo mejora la gestión de las empresas en las que invierten, aumentando la productividad y sirviendo como un aliciente incentivador en la gestión.

Ni que decir tiene, que la monitorización por parte de las propias comisiones de control de los fondos de pensiones de los propios gestores del capital o de la supervisión de la gestión delegada debería ser un aliciente y factor de alineación de intereses que ayudaría mucho en la aplicación, regulación y seguimiento de la política de inversión de los fondos de pensiones, así como la mejora de la rentabilidad, cambiando el concepto de inversión pasiva de las inversiones tradicionales basada en la simple participación accionarial de las empresas cotizadas, por el de una posición activa de participación en la creación de valor del fondo, y por y para sus partícipes.

Es tiempo de que tanto reguladores, supervisores, entidades gestoras, comisiones de control y por supuesto sindicatos coordinen sus acciones en pos de redefinir un marco regulatorio y de supervisión que permita a los fondos de pensiones facilitar un mejor y facilitador acceso a la inversión en private equity y venture capital que dinamice la inversión directa en capital en pequeñas y medianas empresas que creen valor desde la economía real, fomentando la actividad económica, la riqueza y el empleo, todo ello tan necesario ante el futuro incierto en el que nos encontramos.