Ingreso mínimo vital y gasto máximo mortal

En este Gobierno lo que se manejan bien son los números imaginarios, que como es sabido se emplean en física cuántica, y eso le servirá a la larga para encontrar cuantos. Cuántos han fallecido, cuántos han enfermado, cuántos han ingresado y cuántos se han curado. Esta es la hora que ni lo saben ni cuentan lo que saben, aunque todos los días sale Simón y nos canta un número imaginario, casi siempre sin decimales, en una rueda de prensa en la que el dato más relevante es que los españoles no usamos el transporte interurbano.

Por fin la física cuántica gobierna España, lo que sin duda aliviará a Escrivá, que estaba empeñado en usar números reales que le salían irracionales. En el Gobierno es de los pocos que saben contabilidad, aplica el debe haber y descubre que no hay. No en balde dirige una institución quebrada que después de esta crisis va a quedar quebradísima. Aun así, le está dando a la calculadora para repartir un dinero que no tiene y, claro, de ahí viene el atasco y las semanas para encontrar la multiplicación de los panes y los peces, sin darse cuenta de que eso es un milagro. Su salvación vendrá de los números imaginarios y un día comparecerá con Iglesias para cantarnos unas cifras infladas que saliendo de la nada llenarán los bolsillos de unos pocos a los que, además, se les expedirá el certificado de adhesión inquebrantable al régimen.

Cuando Escrivá estaba en la AIReF se encargaba de poner el dedo en la yaga, que era lo que tocaba. Esta institución en el futuro, que debería ser clave, con este Gobierno va a ser más inútil que un director de emergencias sanitarias, porque el desastre presupuestario será de tal magnitud que sus informes y opiniones se oirán como el que oye llover, entre otros y paradójicamente por el mismo Escrivá, si acaso el Gobierno se mantiene. El ministro ha pasado de furriel a gastador, y desde la quiebra se propone proteger rentas universales, algo tan tierno como imposible y, día que pasa, más imposible.

Este Gobierno de atrezo no termina de ser, o no quiere ser, consciente de cuál va a ser su situación. Con un desplome de ingresos que ni siquiera ha evaluado, mantiene un grado de ficción económica que recuerda a la Champions de Zapatero. Sin siquiera números imaginarios en los ingresos, ya quieren andar poniendo números reales a los gastos, toda una irresponsabilidad, aunque alguno crea que está maduro para empezar la compra de votos. No van a tener salvación, porque estamos en Europa y aunque le echen la culpa de su falta de solidaridad, no nos van a enviar dinero para contentar vicepresidencias, sino para equilibrar el presupuesto y que no reventemos el euro con una quiebra colosal. No es realista pensar que se nos va a consentir gastar dinero que no tenemos sine die y menos del que, sin duda, nos tendrán que dar.

No hace falta leer los posos del café para saber lo que va a pasar. Recorte del sueldo de funcionarios, recorte de las pensiones, recorte de las inversiones públicas y una dramática situación en el presupuesto del Estado y de todas las administraciones. Gran descalabro económico, con subida de impuestos generalizada y bajadas de salarios en el sector privado. Ya lo hemos visto no hace mucho y aquí tenemos al Gobierno que vive de sus números imaginarios y ni fallecidos sabe, o quiere saber, contar, en un ejercicio de ocultación, falseamiento y propaganda tan inútil a la larga como deleznable.

El otro día Calviño ponderaba la buena acogida de las emisiones del Tesoro entre los inversores. ¿Hasta cuándo ministra? No dijo, no vaya a ser que fuera un bulo, que de febrero a esta fecha se ha duplicado la prima de riesgo y ha subido 60 puntos básicos, que su cotización presenta una volatilidad muy alta que hace pensar que en cualquier momento se puede llevar un susto y que éste está, más temprano que tarde, garantizado si se sigue tirando con la pólvora del Rey. Pero como en la epidemia, hacen falta muertos para empezar a hacer algo, no vaya a ser que haya pocos y nos digan que a dónde vamos. Para qué prevenir, es mejor curar, por eso el dato más conveniente es el de los curados y se oculta el dato real de los muertos, y de igual forma se intenta transmitir el dato de los que van a recibir, pero se oculta el muerto que va a quedar en la hacienda pública.

Está muy bien eso de proteger rentas, repartir dinero y ser pródigo. Pero está mejor no mentir a los ciudadanos, decirles claramente que la situación va a ser dificilísima y transmitir, desde la responsabilidad, que el Gobierno va a hacer todo lo que esté en su mano para proteger, en la medida de lo posible, lo ya comprometido, y no andar prometiendo la luna sin tener asegurado ni remotamente lo más básico. Eso sería lo decente y lo ético.

De buenas intenciones están los cementerios llenos y ahora, desgraciadamente, se están llenando. Pero a lo mejor las buenas intenciones podrían no ser tales, pues un Gobierno que sabe que tiene muchas probabilidades de caer y consciente de lo desbordado que ha sido por la situación, parece que carece del incentivo de gobernar para el futuro en beneficio de los ciudadanos y pretende usar al máximo el presente en beneficio propio, buscar su propia salvación, centrarse en la propaganda y proteger las posibilidades de mantenerse en política, para que todo esto no se los lleve definitivamente por delante.

A Rajoy le siguen echando en cara los recortes. ¿Qué se les echará en cara a Sánchez y su ministros implicados en el desastre? Sus detractores lo van a tener muy fácil. Para acceder al poder han maniobrado en el ahora o nunca y ahora se podrían estar enfrentando al nunca más, salvo, deben pensar, que usen inteligentemente y sin miramientos la propaganda y la posición de privilegio que les ofrece el Gobierno y el estado de alarma, que prolongarán todo lo que puedan, algo en lo que la oposición colabora como cordero que llevan al matadero.

La deficiente gestión de la situación más desgraciada que ha enfrentado cualquier Gobierno desde la Guerra Civil, con decenas de miles de fallecidos y el país camino de la ruina, no hay propaganda que pueda ocultarla. Los hechos, pero sobre todo sus consecuencias, van a transformarse en descontento social que no tardará mucho en cristalizar, sobre todo porque no va a haber dinero para evitar que las consecuencias alcancen a todos. Y así, la falsa pretensión de la protección de rentas, de la prodigalidad de un Estado camino de la quiebra, pondrá negro sobre blanco que la lentitud y negligencia con que se abordó la situación va a ser la causa principal de pasar de la desaparición innecesaria de decenas de miles de españoles a la innecesaria pobreza de millones, y todo eso agravado por la comparación con la mayoría de países europeos que van a salir mejor parados. La culpa, ya, no podrá ser de Rajoy y sus recortes, porque los de Pedro Sánchez e Iglesias, si se mantienen en el poder, que a lo mejor alguno de los dos no quiere, tendrán que ser monumentales. Los números imaginarios pasarán a ser números rojos.