Porque esto va de personas

En 2002 el psicólogo Daniel Kahneman, recibía el Nobel de Economía por su aportación sobre el modelo racional de la toma de decisiones. Que el mundo económico exteriorizara de una forma tan rotunda la relación entre psicología y economía marcó un antes y un después en el desarrollo de la Behavioral Economics o economía del comportamiento.

El “enfoque Kahneman” que, entre otras cuestiones, nos lleva a tratar de minimizar la influencia de los sesgos cognitivos en nuestras decisiones financieras, nos ha conducido hacia el desarrollo de la Behavioral Finance o finanzas conductuales, habiendo sido también de gran calado en este campo, las aportaciones de otro Nobel, Richard Thaler. Él fue el promotor de la Teoría del empujón, que en el marco en el que lo aplica, vendría a significar una ayuda al autocontrol y a la reflexión. Algo así como una guía que nos empuje hacia metas concretas, basadas en objetivos financieros tangibles: ahorro periódico “obligatorio” para la jubilación, inversión “forzosa” para objetivos de medio plazo, etc.

Y en este sentido no cabe duda de que el big data y la inteligencia artificial, ayudan desde el punto de vista de la personalización de ciertos servicios para perfiles concretos. Sin embargo, estas herramientas no desplazarán al factor humano, que en tiempos de incertidumbre, más que un hecho diferencial, es una auténtica ventaja competitiva.

Como entusiasta que soy de las personas que ponen a las personas en el centro, trato de descubrir referentes en este ámbito: Xavier Marcet o Javier García, con su clara apuesta por un Management humanista, Inma Puig cuando nos transmite tan elegantemente su concepto de Sostenibilidad emocional. Rafael Juan, claro exponente de empresa familiar basada en valores. O ese business humanizer que es Jordi Alemany. Me gusta pensar que los Kahneman, Thaler, Ariely, etc., han sido, quizás sin pretenderlo, los grandes precursores del humanismo en la industria del asesoramiento financiero, en la que cada día cobra más importancia la gestión emocional, los valores y claro que sí, la tecnología.

Y es que el secreto está en el maridaje perfecto.