La empresa en un entorno comunitario de solidaridad

La celebración de las elecciones nos hace reflexionar sobre el modelo de sociedad que queremos construir y la necesidad de desarrollar un compromiso colectivo por los mecanismos adecuados para lograr un desarrollo económico inclusivo. Nos enfrentamos a un mundo en permanente transformación, sometido a problemáticas complejas de atacar como el cambio climático, la creciente desigualdad entre personas y países, el auge de los populismos, la digitalización, etc., que requiere estrategias asentadas sobre principios ideológicos que pongan en valor la declaración universal de los derechos humanos, la solidaridad y la generación de espacios de generación de riqueza innovadores.

Durante la pandemia nos desgañitamos hablando del nacimiento de una nueva sociedad. Clamábamos por una mayor solidaridad, compromiso colectivo y trabajo comunitario que pusiera a las personas en el centro. Considerábamos que emergía una nueva dinámica de trabajo colectivo encaminada a transformar nuestro modelo de desarrollo económico y a consolidar una sociedad más igualitaria y favorecedora de oportunidades para todos sus miembros. Creo sinceramente que el discurso se ha mantenido, pero los comportamientos individuales y sociales no apuntan excesivamente en la buena dirección.

El mundo está cambiando con un ritmo cada vez más acelerado haciendo que muchas de nuestras recetas pierdan vigencia. La realidad es que muchas de las respuestas que enfrentan esta nueva dinámica fomentan el individualismo, el populismo y la falta de visión colectiva. Tenemos una sociedad más centrada en la exigencia de derechos que en la búsqueda de avances colectivos solidarios. En opinión de varios de los economistas más prestigiosos del planeta, Peter Krugman, Thomas Piketty y Joseph Stiglitz, las sociedades que alcanzan mayores niveles de competitividad son aquellas que se edifican sobre situaciones de mayor cohesión social. Es por ello por lo que, en el epicentro de cualquier desarrollo de competitividad en un territorio, la reducción de las desigualdades sociales mediante la generación de mecanismos de generación y distribución de la riqueza constituye el hilo conductor de la política pública. En base a ello podemos afirmar que promoción económica y política social son un binomio inseparable. La política social y redistributiva no se inicia cuando se ha generado la riqueza, sino que está implícita desde el momento de creación de ésta, mediante el fomento de la igualdad de oportunidades de acceso a la educación y al trabajo, un equitativo reparto de rentas en las empresas, el favorecer un desarrollo profesional para las personas, etc.

Entiendo que la respuesta colectiva a los nuevos retos sociales debe recuperar a la Comunidad como el marco en el que desplegar su transformación social y competitiva. Desde un respeto por el emprendimiento individual y su desarrollo, necesitamos que la vida social se asiente sobre la solidaridad, el valor compartido, el compromiso intergeneracional (debemos dejar a nuestros sucesores un mundo mejor que el que hemos recibido). La máxima “todo el mundo aporta en función de sus capacidades y, recibe en función de sus necesidades”, cobra especial sentido en esta visión comunitaria de la sociedad, en el marco del compromiso colectivo por lograr los mayores niveles de justicia social posibles.

Tenemos pendiente una labor inmensa. Los últimos síntomas de nuestra sociedad no nos hacen mirar el futuro con optimismo: los niveles de desigualdad social (no sólo de rentas) se incrementaron en los últimos tiempos, la búsqueda de una sociedad más multicultural enriquecedora no termina de asentarse, la pérdida de valoración social de la empresa y del trabajo, la apelación permanente al hedonismo frente al compromiso colectivo, son muestras de problemáticas sociales que atender. El conjunto de todo ello impulsa a buscar una economía más humana, más centrada en contribuir a afrontar las necesidades sociales y, generadora de espacios para la creatividad y el desarrollo personal y profesional de las personas, en un entorno internacional en la que la lucha por el talento va a ser uno de los factores críticos de competitividad. Necesitamos empresas más democráticas, participadas y potenciadoras de las personas.

Necesitamos promover el crecimiento como fuente de riqueza y no como mero dogma; la generación de un modelo de relaciones laborales no basado en la confrontación sino en la colaboración, consolidar el papel del empleo como elemento de inclusión social y desarrollo personal, promover mecanismos comunitarios como respuesta al individualismo, o diseñar ecosistemas de competitividad que integren acciones de gobiernos, empresas, organizaciones no gubernamentales, centros educativos, etc.

Partiendo del hecho de que es necesario generar riqueza, las empresas deben crear proyectos atractivos para los profesionales, fomentar su capacidad de trabajo en red y en cooperación con todo el ecosistema socio-empresarial, e incorporar la visión social en su estrategia que le lleve a la generación del valor económico combinado con la creación de valor para la sociedad, poniendo para ello a la persona en el eje de actuación en un proyecto compartido e intergeneracional que apueste por un reparto de rentas justo y solidario.

En este entorno convulso que nos toca vivir, me gustaría hacer un llamamiento para apoyar el desarrollo de proyectos empresariales ambiciosos y sólidos en nuestro entorno, como base de nuestras políticas públicas, en constante interlocución con la atención a las necesidades sociales. La sociedad debe ser consciente de que una actividad económica competitiva es imprescindible para construir una comunidad con el objetivo básico de conseguir una sociedad que cuente con un menor nivel de desigualdades sociales y generadora de dinámicas favorecedoras de la igualdad de oportunidades.

Es tiempo de compromiso. Necesitamos generar empleo de calidad, avanzar en el modelo social que hemos construido en el tiempo adaptándolo a las nuevas condiciones sociales, ahondar en la solidaridad y la apuesta por los mayores niveles de igualdad, etc., generando dinámicas que permitan el desarrollo de todas las personas de la sociedad.