Fernando Querejeta, presidente de la Junta de accionistas de Idom: “Es absurdo mirar a una empresa como si fuera un delincuente porque gana dinero”

La empresa y el empresario no viven sus mejores momentos en cuanto a su reconocimiento social como generadores de empleo, progreso y riqueza. Fernando Querejeta, actual presidente de la Junta de accionistas de Idom, defiende el papel que cumplen en la economía y pide trabajar para recuperar la cultura empresarial.

Fernando Querejeta, el que fuera presidente de Idom desde 2004 a 2017, sigue al pie del cañón de la compañía como presidente de la Junta de accionistas. Tiene en su haber un amplio bagaje y conocimiento profesional con varias crisis, reconversión industrial e incluso una pandemia que le permite expresarse sin tapujos. Sabe lo que es ser empresario y los valores más importantes a defender en esa aventura: el cliente y las personas, “que están al mismo nivel de importancia” y el desarrollo profesional y humano.

Idom -fundada en 1957- es hoy un gran grupo de ingeniería, arquitectura y consultoría, con obras emblemáticas vascas como el Guggenheim Bilbao y el estadio de San Mamés, que tiene más de 5.000 trabajadores por todo el mundo y participa en proyectos internacionales de transformación energética y en investigación con sus clientes en hidrógeno, fusión nuclear y alternativas de almacenamiento, entre otras, y ofrece soluciones innovadoras en agua y gestión y valorización de residuos.

Querejeta analiza para elEconomista.es la situación económica actual en el País Vasco y apunta sus fortalezas y debilidades para afrontar el futuro más inmediato.

Idom es una empresa que mantiene su inversión y crecimiento desde hace más de seis décadas y sin necesidad de ningún socio, grupo económico externo o la bolsa. ¿Cómo ha logrado evolucionar en el mercado internacional sin apoyos de este tipo?

Efectivamente, no tenemos ningún socio o grupo económico externo y toda la propiedad está en manos de los socios y muy repartida. Nuestro crecimiento se ha basado en un modelo de empresa con tres valores básicos, los mismos desde la fundación por Rafael Escolá en 1957. El primer pilar son los clientes y la vocación de satisfacer sus necesidades; al mismo nivel, el segundo pilar son las personas, con el compromiso que todo el equipo directivo conoce a todos los profesionales y su problemática. Y el tercer pilar es el desarrollo profesional y humano de todas las personas de forma permanente.

¿Tienen en el grupo dificultades, como apuntan la mayoría de compañías y sectores, para encontrar determinados perfiles y profesionales para el desempeño de su actividad?

Ciertamente no tenemos problemas para captar talento. Necesitamos profesionales porque estamos creciendo, pero nos vamos arreglando. La falta de talento no nos frena el crecimiento. El empresario y directivo están para resolver problemas de este tipo y de otros.

¿La plantilla es de ‘larga estancia’ o hay rotación del talento?

Hay cierta rotación del talento al principio porque nuestros valores son exigentes y se necesitan profesionales con vocación de servicio y de crecimiento. No es la situación más cómoda y algunos trabajadores prefieren un modo de vida más relajado.

¿Cuáles son las principales áreas en las que opera Idom, su cifra de negocio, equipo humano y presencia internacional?

Tenemos cuatro grandes áreas de actividad: ingeniería industrial, ingeniería civil, arquitectura y consultoría. Somos más de 5.100 personas en plantilla, en la sede en Bilbao están más de 1.300 personas y la segunda ubicación en cuánto a personas ocupadas es Madrid, con 800 profesionales; también estamos en Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Valencia, Santiago y contamos con más de una treintena de oficinas internacionales: en Estados Unidos, Sudamérica, varias en Europa, en India, China y en países árabes, hoy con proyectos importantes allí. Nuestro volumen de negocio supera los 400 millones de euros y el 80% de la actividad corresponde al mercado internacional. La internacionalización fue una decisión profesional acertada por el reto de competir globalmente. Después, con la crisis nos vino bien para poder seguir creciendo al estar diversificados geográficamente y con el desarrollo de grandes proyectos en el exterior.

Es una empresa de éxito internacional, pero sus hitos y participación en grandes proyectos no son mediáticos.

Somos de perfil bajo de comunicación, pero en los sectores que prestamos nuestro servicio somos reconocidos y valorados. No nos hacemos propaganda, ni presumimos de lo que hacemos, no es ni bueno. Si empiezas a presumir igual empieza tu deterioro y no te estás dando cuenta. Estamos analizando siempre que es lo que podemos hacer mejor y aprendemos de los errores.

¿Cuál es su visión global de la economía y Euskadi en este contexto?

Mi visión de la economía en general es optimista. Hay inversiones importantes en marcha y genera buenas oportunidades para todos los que se han tomado en serio la internacionalización. En Europa sigue la incertidumbre de la guerra en Ucrania, la inflación, la crisis energética, etc., pero el momento es razonablemente bueno. Euskadi va bien, pero con algunos aspectos a abordar como el reto demográfico y la incorporación de la inmigración, algo que hay que ordenar ya, y muchas cosas que mejorar y si no las vemos es porque no miramos. No hay que caer en la autocomplacencia porque si no te quedas atrás. Y el empresario debe generar optimismo, tener los pies en el suelo y analizar las críticas y los problemas para mejorar.

Se habla de pérdida de peso económico y empresarial respecto de la economía española y, por tanto, pérdida de competitividad. ¿Comparte esta opinión?

La competitividad es un punto clave y hay que incrementarla dando mayor valor añadido al cliente con la tecnología. También la industria tendría que participar más en el PIB de Euskadi, y eso que no estamos mal con el 24%, y en ese reto están las instituciones. Y hay que mejorar la atractividad interna y externa, tanto para las inversiones como para los profesionales. El progreso depende también de la educación; habría que mejorar el atractivo de la universidad e incrementar sus relaciones con la empresa, que todavía son muy débiles. Y las relaciones laborales son también mejorables.

Idom es un ejemplo de arraigo en el País Vasco. ¿Qué le parece el apoyo que está dando el Gobierno con la entrada en el capital de compañías para asegurar su continuidad en el territorio?

Sí, el corazón de Idom está en Euskadi, es decir, la gestión y el control. Sobre la entrada en el capital de compañías, pienso que está bien, pero hacen falta más iniciativas.

La figura de la empresa y el empresario no pasa por sus mejores momentos.

La valoración que la sociedad hace del empresario es un gran problema. Hemos llegado a un absurdo; si tenemos una empresa que gana dinero se le mira como que fuera un delincuente, y los estudiantes ven la empresa casi como un centro de castigo. En Euskadi ha habido una cultura empresarial tremenda un par de generaciones atrás, cantidad de empresarios que hacían crecer su negocio y su plantilla y que han generado y generan riqueza en el territorio. Habría que hablar más con los sindicatos y tratar de generar confianza para que las posturas no sean tan distantes. La palabra de empresario se emplea de forma desigual y el empresario es un emprendedor, que genera empleo y progreso, gana dinero y paga sus impuestos. Hay que incentivar más al empresario y al emprendedor.

Hablando de pagar impuestos. ¿Está de acuerdo con la fiscalidad vasca?

En general sí, salvo por el impuesto de Patrimonio, que afecta a pocas personas en Euskadi, pero si alguien no viene aquí porque existe, estás perdiendo más recursos que los que ganas con ese gravamen. Cuantos más inversores tengamos, más ganen, más riqueza se generará y todos iremos mejor.

Para terminar, ¿cómo está la región en tecnología e innovación?

Bien. Si no innovas, mueres y en Idom la innovación es constante desde su origen.