El inversor volátil

En el momento en el que vi desplomarse la primera de las torres gemelas aquel 11 de septiembre, descolgué el teléfono, llamé a mi bróker y vendí todas mis posiciones en bolsa. Me equivoqué. Años más tarde, en 2016, Reino Unido decidía salir de la Unión Europea. Ese día la apertura del mercado fue extremadamente convulsa y, como no quise cometer el mismo error que en 2011, roté todas mis posiciones. Días después comprobé que había vuelto a equivocarme”. Iñaki, basado en hechos reales.

¿Habrá que vender o al menos rotar, verdad? Los que nos dedicamos al asesoramiento financiero nos enfrentamos a menudo con este dilema del inversor inquieto. Suelo responder con una simple pregunta: ¿Por qué?

La semana pasada nos reuníamos con el responsable de ventas de una potente gestora internacional. Me pareció especialmente llamativa la foto en la que se mostraba la trayectoria de los más de 45 años de historia de uno de sus exitosos fondos de inversión. El vehículo se había comido todo lo malo y lo peor: la crisis del petróleo de 1973, Watergate, crisis de energía mundial, guerra Irán e Irak, lunes negro de 1987, caída del Muro de Berlín, invasión de Kuwait, hipotecas subprime, Brexit, pandemia, etc. Pues bien, 10.000 dólares invertidos en 1973 y mantenidos hasta diciembre de 2021, se habrían convertido en 3.335.500 dólares.

No es magia, es sólo un ejemplo, pero muy significativo, de la importancia de la perspectiva de largo plazo, del valor que hay que dar a las carteras bien construidas y al control emocional... Como dice un colega de profesión, antes que selectores de fondos deberíamos ser selectores de gestores de fondos, “ellos harán muchos de los rebalanceos necesarios dentro de sus propias estructuras”.

La experiencia nos dice que no siempre es necesario vender o rotar posiciones ante caídas bruscas de mercado. A menudo la tarea más laboriosa e ingrata es afrontar la reunión con nuestros clientes para argumentar, desde la coherencia, la inacción. La cura para un inversor volátil, hiperactivo, suele venir de la mano del acompañamiento. Y es que revisar periódica y objetivamente las cicatrices, evita nuevas heridas.