Joseba Segura, obispo de Bilbao: “Las diferencias económicas entre clases se están agrandando de forma preocupante”

“Cada vez hay más distancia entre los que más tienen y los que menos, por lo que las mejoras en el PIB no se traducen en un reparto justo y adecuado, y eso preocupa más que la pérdida de competividad o de peso económico”, afirma Joseba Segura Etxezarraga, Obispo de la diócesis de Bilbao y máster en Economía por Boston College.

Acaba de cumplir dos años como Obispo de Bilbao, un nombramiento que le llegó tras una vida intensa como sacerdote de primera línea, que incluye 12 años de misionero en Ecuador. “Esta experiencia te deja una huella y hace que no veas las cosas como si Europa fuera el centro del Universo”, explica Joseba Segura Etxezarraga (Bilbao, 1958). Licenciado en psicología por la Universidad de Deusto (1983) y doctor en teología por el mismo centro (1989), completó sus estudios con un máster en Economía en la Boston College (1996). En la Conferencia Episcopal es miembro del Consejo de Economía.

Joseba Segura comparte con elEconomista.es su visión de la economía actual y alerta sobre el crecimiento de las diferencias económicas entre clases y que las mejoras del PIB no se están repartiendo de forma justa.

Acaba de cumplir dos años desde que tomó posesión como Obispo de Bilbao, ¿qué balance realiza de este tiempo?

Hay que señalar que no es normal que un sacerdote de una diócesis se convierta en obispo de esa diócesis. Tiene la ventaja que conoces las dinámicas de entrada, pero la dificultad de que te conocen como compañero en el camino recorrido. En ese sentido, la responsabilidad episcopal es distinta y tienes que aprender y situarte de otra forma para tomar decisiones. Por suerte ya he tenido responsabilidades de gestión y no me ha costado adaptarme.

¿Cuál es la función del obispo en la sociedad actual?

Se puede pensar que el obispo manda dentro de la comunidad cristiana, pero nada más lejos de la realidad. Tiene que tener un liderazgo, pero busca consensos y, sobre todo, escucha, porque no tiene capacidad por sí solo para gestionar una organización tan compleja. La Diócesis de Bilbao tiene 17 centros educativos, la mayor escuela profesional de Bizkaia, cinco escuelas con más de 11.000 alumnos, la gestión de Cáritas, trabajadores voluntarios y profesionales, etc. y no puedes estar en todo. Se celebran consejos semanales que cuentan también con laicos y mujeres. Por otra parte, el papel del obispo en la sociedad civil cada vez es menos importante con una comunidad católica cada vez más minoritaria.

¿Por qué cree que cada vez es más minoritaria la comunidad católica?

Hay más diversidad y otros grupos organizados. Creo que tenemos un tesoro de valores y tradición, pero tenemos una dificultad a la hora de comunicarnos. Es importante el lenguaje, que la gente te pueda entender y que digas cosas relevantes para la vida de las personas. Aparte, hay una especie de gran disonancia en el sentido de que la imagen de la Iglesia es muy negativa, pero la imagen de su obra social y educativa es más positiva. ¿Por qué? Si yo tengo una imagen horrorosa de una institución, sus obras tendrán la misma imagen. Pero no; hay una confianza de la sociedad en que la Iglesia gestiona bien en proyectos sociales y tiene valores en el ámbito educativo.

¿Qué cuestiones principales está planteando la sociedad a la Iglesia?

Estamos en un momento de transición en la Iglesia católica en Europa, especialmente en España, porque se ha abandonado la fe tradicional de padres y abuelos. Y en el País Vasco se ha producido una transformación muy fuerte, de identificar euskaldun (vascoparlante) con fededun (creyente), a que en las zonas más nacionalistas haya una distancia incluso más fuerte que en otras de Bizkaia respecto a la tradición, los valores y las propuestas que hace el cristianismo. Además, se ha dado una transformación cultural fuerte en la que elementos tradicionales han cambiado de manera también rápida. Como, por ejemplo, la consideración social del papel de la mujer en la Iglesia y la percepción de que la institución defiende valores como la vida desde la concepción, la crítica a planteamientos de eutanasia, etc. A esto se une que todo lo que tiene que ver con que la identidad, no solo la de género sino también la sexual, se define por tu propia voluntad. Eso la Iglesia no lo puede aceptar. No se pueden cuestionar radicalmente los elementos de la antropología humana.

¿Y qué opina sobre la transformación de la sexualidad?

Una cosa son los planteamientos rígidos que en un momento han existido y que han sido defendidos por la Iglesia católica, pero otra es lo que ahora se vive, donde la única regla es la libertad radical, que me consta tiene mucho impacto en la vida y en el bienestar psicológico, pero que no se puede cuestionar. Esto tiene una repercusión importante y un impacto clarísimo en la natalidad, que es el elefante blanco del que se empieza a hablar. ¡Pero cuidado!, no recomiendes la procreación o digas que hay un problema, porque parece que fuerzas la libertad de las personas. Pero esa teórica libertad que no se puede tocar está tremendamente limitada en muchos aspectos.

¿Se refiere a las redes sociales?

Efectivamente. Está pasando con la información que voluntariamente estamos dando a través de las redes sociales y la dificultad para poner coto a un monopolio de datos que tienen. Es una contradicción en la era de la libertad. A través de las redes estamos dando una capacidad de controlar comportamientos que nunca nadie ha tenido esa capacidad de control. Se dice que la Iglesia católica ha sido controladora y que ha tenido un peso social importante a la hora de orientar conductas por siglos. Pero ahora no hay legislación para regular este fenómeno nuevo. Las pantallas están sustituyendo las relaciones personales que eran directas. Son formas de relación humana que no producen el impacto de vínculos y de felicidad, porque la clave de la felicidad son las relaciones humanas.

¿Cómo se define? ¿Conservador o liberal?

Si uno es obispo tiene la responsabilidad de mantener la comunión con la Iglesia universal, en Bizkaia, en Burgos, en África, Latinoamérica y en el mundo. En cierta manera renuncias en parte a tu forma de entender la vida natural y te pones en posición para valorar lo que unos y otros pueden aportar. Una iglesia global que está en los cinco continentes tiene que ser abierta y tiene que dar cabida a propuestas diferentes y, en ese sentido, el obispo no puede situarse en un aspecto del espectro. Debe escuchar a todos y establecer un diálogo con todos, porque el bien fundamental es la comunión. Pero luego está la dimensión social, en la que oyes planteamientos como las condiciones de trabajo, los salarios de los jóvenes, la vivienda, etc., y uno se da cuenta que no puede ser cristiano y ser conservador, es decir, defender el bienestar de los que estamos bien, porque el cristianismo siempre te obliga a tomar en serio la situación de las personas que no tienen la suerte que tú has tenido de estar bien. Se puede justificar con el mérito, el que tiene más es que se lo ha trabajado más, pero yo creo que el mérito explica solo en parte lo que son las divisiones sociales y que hay otro argumento que es de suerte. Y por eso hay que hacer lo posible para que las personas que no han tenido la misma suerte tengan de entrada la posibilidad de desarrollar una vida digna. Todos tenemos en derecho y en justicia la necesidad de que al arrancar tengamos las mismas condiciones para poder desarrollar nuestro trabajo y responsabilidad. Esto es lo que no está asegurado.

¿Cree que la economía vasca ha perdido peso y competitividad en los últimos años como señalan recientes estudios?

No voy a entrar en el tema de la competitividad de la economía vasca, lo que sí me preocupa es que mejoras económicas en el PIB no se traduzcan en una forma justa y adecuada de repartir el pastel. Me preocupa, a nivel general, que las grandes diferencias se han profundizado y cada vez hay más distancia entre unos grupos pequeños de privilegiados y la mayoría de la gente, esa clase media que está en crisis. En este grupo un tercio de personas ya no va a poder salir de su situación de pobreza. Otro tema es qué va a pasar con el futuro del trabajo, porque la solución no es mantener al que no lo encuentra con una renta básica; el trabajo es mucho más que una manera de acceder a los recursos básicos para vivir, da identidad, dignidad y sentido. Desde pequeños crecemos en responsabilidad y aprendemos el valor de la disciplina y el sacrificio, cuestiones ahora cuestionadas. La forma de acompañar a los hijos es evitarles cualquier tipo de frustración y sacrificio, un error terrible porque la vida es dura y las relaciones son complejas y tienes que aprender desde pequeño a asumir frustración. En muchas situaciones los hijos controlan a los padres y los progenitores son incapaces de ponerles coto.

¿Ve necesario el avance de la empresa hacia modelos más participativos y humanistas? ¿Qué le parece la cultura del cooperativismo?

El modelo de empresa es un problema de carácter general que va a tener mucho impacto en el futuro del trabajo y para mí la participación es fundamental. Es difícil implantar una nueva cultura de empresa porque hay resistencia por parte del empresariado y por determinadas concepciones de la relación en la empresa que promueven algunos trabajadores. Ésta se basa en que los intereses de ambos están en conflicto y la forma de conseguir mejorar no es mediante el diálogo, sino con exigencias a la empresa para que ceda. No digo que la cultura sindical tradicional no haya hecho muchísimos aportes y tenga valor, pero creo que cada vez va a ser más difícil mantenerse en un esquema de oposición de intereses. Ese modelo está evolucionando y cada vez hay más empresarios que entienden la empresa como mucho más que una unidad para conseguir beneficios. El bienestar de las personas es muy importante y también que se sientan valoradas en el trabajo que hacen y que tengan la posibilidad de aportar mejoras. El tema de la participación en el capital es una forma de vincular a través del interés económico con el bienestar de la empresa. Sobre el cooperativismo, es una cultura que no es trasplantable en todos los sitios. Ese idealismo que había en los 60, cuando las cooperativas empezaron a florecer, y la semilla del padre Arizmendiarrieta se están perdiendo, porque cada vez más los intereses particulares tienen más fuerza que el bien común.

Sobre la política, ¿puede estar en peligro la democracia con las conductas actuales?

El insulto es inaceptable y se ha convertido en habitual en la dinámica política. Tiene bastante que ver con la importancia de las redes sociales, en las que el insulto es la forma ordinaria de lidiar con la disidencia. Las redes y todo lo que significa de transformación a nivel de comunicación segmentarizan a los colectivos y los convierten en menos capaces de tener un diálogo con otras personas. Y de ahí el impacto en la radicalización política y que se refleja también en los mensajes de los políticos. Creo que lo más interesante de la vida humana es construir en medio del conflicto, pero para encontrar soluciones tienes que decidir, de entrada, que no vas a alimentar el conflicto y que vas a dialogar con el que piensa diferente para llegar a algún acuerdo.

Para finalizar, ¿qué presupuesto tiene la Diócesis de Bilbao y a qué se destina?

El presupuesto del Obispado es superior a 120 millones y 80 millones se destinan a educación. La Diócesis de Bilbao es la que más autofinanciada está en España, quizás porque desde hace 30 años la gestión económica está en manos de laicos. Sobre el patrimonio de la Iglesia es una fuente de gastos y, en general, supone un déficit enorme. Es más un problema que una riqueza que se pueda monetizar.