El momento de la reestructuración financiera ha llegado
La experiencia profesional me ha demostrado que el dilatar decisiones necesarias no solo no las facilita, sino habitualmente conlleva finalmente gestionarlas, pero en un contexto más complicado. Sin embargo, la naturaleza humana nos lleva en ocasiones a retrasar la ejecución de determinados proyectos, bien porque el día a día nos va llevando o bien porque en sí mismos implica realización de tareas poco estimulantes.
Un claro ejemplo de ello es el momento de afrontar en la empresa una reestructuración financiera, algo que en muchos casos no se afronta hasta el momento en que hay una necesidad evidenciada por la dificultad de atender los compromisos de pagos adquiridos.
A pesar de la crisis pandémica, la ulterior situación de incertidumbre generada en 2021 por la crisis de suministros, o el conflicto bélico de Ucrania en 2022 que ha acelerado la inflación y un conato de crisis energética, no se han sufrido en general tensiones de liquidez. A diferencia de la crisis de 2008, las políticas monetarias expansivas y con ello la habilitación de distintas líneas de financiación del ICO o similares y con tipos de interés muy bajos, han mantenido a las empresas españolas anestesiadas.
Sin embargo, la retirada de estímulos del Banco Central Europeo y la subida de tipos de interés, hace presagiar un cambio de ciclo no solo en el coste del dinero sino en la facilidad para obtener crédito.
Bien es cierto que el crecimiento del PIB español en 2022 ha sido de 5,5% pero no es menos cierto que la ralentización económica es ya evidente, que las necesidades de circulante de las empresas se han incrementado fruto de una inflación desconocida en Europa desde los años 70 y de una necesidad de incrementar stocks como consecuencia de la incertidumbre ante determinados suministros.
Todo ello sin contar con que, en la coyuntura actual, la inflación se trasladará necesariamente también a nuestra masa salarial a lo largo de este ejercicio 2023 puesto que la escasez de talento y las constantes subidas del coste de la vida traerán aparejada en un periodo, más corto que largo, la subida de los salarios en general.
Pese a que los resultados de 2021 y 2022 han sido buenos, las incertidumbres en el horizonte son grandes y estamos más endeudados que en 2019, antes de la crisis Covid.
El momento de afrontar una reestructuración ordenada de nuestra financiación es por tanto ahora. Son así, varios los factores que lo justifican y lo recomiendan: 1-Necesidad de mantener stocks elevados por la gran incertidumbre de los suministros lo que a su vez supone un mayor riesgo a asumir ante una potencial caída de la demanda. 2-Sensibles subidas de tipos de interés que incrementarán el coste de la deuda. 3-Inflación todavía en niveles altos durante los próximos meses. 4-Ralentización económica con mayores riesgos de morosidad de nuestros clientes. 5-Posibles caídas de la demanda como efecto de la restricción de las políticas monetarias. 6-Previsibles mayores dificultades para obtener crédito, y 7-Necesidad de afrontar inversiones en digitalización y optimización de procesos.
Está claro que ahora es el momento, antes de que la situación se complique y con la visión de afrontarla para poder seguir creciendo y desarrollando nuestra actividad con normalidad. Pero ¿qué es una reestructuración financiera? ¿Qué se requiere para que además sea ordenada?
Cuando hablamos de reestructuración financiera, no solo estamos hablando de una refinanciación donde agrupamos deudas, renegociamos con la banca y ampliamos plazos en base a una serie de condiciones pactadas.
Una reestructuración financiera incluye además la valoración de las formas de pago a los proveedores, formas de cobro a los clientes, la incorporación de nuevos actores en la financiación empresarial como la incorporación de fondos, la valoración de utilización de fórmulas como el confirming o el factoring, la optimización en la utilización de los activos de la empresa (maquinaria, edificios, etc.) bien para lograr nuevos ingresos o como herramientas para obtener mayor liquidez en la empresa (mediante figuras como el leaseback u otras) conversión en working capital de determinados activos ociosos, etc.
Además de todo ello la reestructuración debe de ser ordenada, de forma que su formulación no nos condicione el desarrollo futuro de la empresa. La reestructuración es un proceso que ha de considerar en qué medida las decisiones de hoy están afectando al desarrollo empresarial futuro. Es un proyecto que debe trabajarse más allá de la posición financiera de la empresa en base a un plan numérico, sino que debe participar también de aspectos contractuales en relación a los compromisos adquiridos con banca, proveedores, clientes, inversores y todos aquellos agentes implicados en la reestructuración financiera.
La correcta negociación de estos aspectos y el conocimiento y consideración de sus implicaciones es clave para el desarrollo de la estrategia futura de la empresa.
En definitiva, para acometer un proceso de reestructuración financiera de forma ordenada que permita el desarrollo estratégico de la empresa es necesario realizar una correcta planificación, hacerla con tiempo, anticipándose a las situaciones de tensión, invirtiendo en la valoración de opciones y soluciones diversas y evitando el afrontar la reestructuración en mitad de una situación de estrés, y contar con una visión holística que contemple aspectos económicos, jurídicos y de desarrollo de negocio futuro.