Feliz año 2023: Repensar para progresar

Originalmente, el artículo se iba a titular “Incendios Forestales: Responsabilidad Social- Responsabilidad Corporativa”, pero teniendo en cuenta que iba a ser publicado al comienzo del año, cuando tod@s expresamos los buenos deseos para el ejercicio y que he aprovechado las vacaciones para leer el libro de Adam Grant, Think Again, me ha parecido procedente un título más positivo. Cuando sucede un incendio forestal la gente, las instituciones y (algunas) empresas se ponen a trabajar para conseguir extinguirlo y paliar sus consecuencias; la solidaridad y la generosidad se ejercen a raudales y, sin embargo, en esta crisis, no estamos siendo capaces de ejercer esa responsabilidad social, pública y corporativa que aparece de manera tan natural en los incendios.

Tras la nueva normalidad post-covid, la sociedad y la economía se ponen en marcha y surgen problemas en la cadena de suministro (vemos la importancia de China como suministrador del mundo); meses después, la invasión de Ucrania por Rusia origina una contracción de la oferta de determinados alimentos y un problema serio de fuentes de energía (sin olvidarnos de las víctimas). Como la oferta no puede hacer frente a la demanda, los precios suben apareciendo la tan temible inflación. ¿Y qué hacemos para combatirla? Subir los tipos de interés. Es esta una receta que se estudia en todas las Escuelas de Negocio, pero que a tenor de los resultados no parece estar dando resultados. La idea es que si subimos el coste de la financiación, tanto familias como empresas consumirán menos y al reducirse la demanda, bajarán los precios y se podrá volver a reducir los tipos. La idea sería correcta si la inflación hubiera sido causada por la demanda, pero, ¿es la demanda la única causante de la inflación? O, al menos, ¿es su principal causa? Y, si no lo es, ¿por qué estamos actuando solo sobre la demanda?

Si vamos al problema de la cadena de suministro: ¿es causado por la demanda o por la oferta? Es que es verdad que la demanda de familias y empresas se puso en marcha de nuevo, pero no a mayor ritmo que en prepandemia. El problema es que la oferta no pudo responder a este rearranque de la demanda. ¿Por qué? Lo debiéramos haber aprendido con los problemas en el suministro de las mascarillas: China, la principal fábrica del mundo, estaba bajo la política de covid cero y no podía suministrar los productos que el resto del mundo demandaba. ¿Y qué han hecho las empresas y las administraciones? ¿Han diseñado alguna política de reshoring, de reindustrialización en Occidente? NO, hemos presionado a China para que vuelva a producir a pleno pulmón (con un resultado desastroso). Por cierto, nada de esto tiene relación con la subida de los tipos de interés.

Vamos a la energía: las sanciones a Rusia encarecen el gas. Como tenemos un mecanismo de fijación de precios que hace que la fuente más cara defina el precio final, la energía eléctrica se dispara. ¿Por qué las autoridades europeas no cambian el mecanismo de fijación de precios de la energía eléctrica? Dicen que porque es muy complejo (mal mensaje a la ciudadanía, los extremismos crecerán). Sería “más justo” imputar a cada fuente su coste (aunque escuchando las ganas de competir que tienen las eléctricas ¿por qué no incentivar que fuera la energía más barata la que marcara el precio final?). Entonces, aunque el mecanismo de fijación parecía intocable, se pone un tope al precio del gas, que hace bajar el precio de la energía eléctrica, pero este tope exige una compensación que tienen que pagar las familias y empresas (excepción ibérica). Bajamos el precio por un lado y lo subimos por el otro.

A los productores de energía, la manera de fijar precios les ha generado unos “beneficios caídos del cielo”. ¿Por qué no los han utilizado para reducir el precio final? Esto es, en lugar de maximizar sus beneficios (no por sus propios esfuerzos, sino por razones geopolíticas) ¿por qué no han hecho una política de responsabilidad social corporativa real? En lugar de ello, algún Consejo de Administración se subió los sueldos. Y, ahora, hay que poner un impuesto especial a esos “beneficios caídos del cielo”... ¿No era mejor haber diseñado un mecanismo “justo” de fijación de precios combinado con una política de aumento de la oferta a través del impulso de las renovables? Por cierto, sin negar la influencia de la excepción ibérica, el descenso del precio de la electricidad se ha debido a que las temperaturas no han bajado tanto como cabía esperar y a que el temporal ha hecho que las renovables (hidroeléctrica y eólica) mejoraran su aporte al pool eléctrico. Veremos qué sucede los próximos meses. Nada que ver con la subida de tipos.

Con la invasión rusa de Ucrania, nos hemos dado cuenta de que era el granero de Europa. Y, por ejemplo, ¿alguien se ha preguntado cuántas de las plantaciones españolas de girasoles que reciben subvenciones de la UE están sirviendo para producir aceite? Tampoco nada que ver con los tipos de interés. Sin haber subido los salarios siquiera en el porcentaje de la inflación subyacente, los precios siguen subiendo: las hipotecas se han encarecido y “Terminábamos el año con una caída del consumo de carne y el pescado del 15% por su alto precio” (elEconomista.es, 5 de enero de 2023). Sin embargo, durante el puente de diciembre se incrementó la ocupación hotelera más del 20% cuando los precios habían superado también el 20% respecto de la prepandemia; en las fiestas navideñas también los porcentajes han estado cercanos a la plena ocupación, a pesar del incremento de precios. Por cierto, que se me ocurren dos hipótesis para explicar estos datos: tras la pandemia, hay un desplazamiento del gasto de bienes de primera necesidad hacia el ocio; o, la desigualdad ha crecido tras la crisis. Al hilo de esta reflexión, el 19 de diciembre el New York Times publicaba el artículo titulado “Trust the models? In this Economy?”.

Al menos en el corto plazo, la política de subida de tipos no ha logrado reducir la inflación, sí ha conseguido acrecentar la crisis y la pobreza. Las administraciones, en lugar de atacar las causas están intentando paliar los efectos con ayudas públicas. ¿No sería mejor, como en medicina, atacar las causas y no los síntomas? Es verdad que hay que actuar sobre la demanda, eso implica la sostenibilidad, no consumir más de lo necesario. Pero si la subida de tipos no está dando resultados, ¿no es mejor repensarla? O, ¿vamos a persistir hasta matar al paciente? ¿No habrá llegado el momento de diseñar políticas que mejoren la oferta y reduzcan sus costes? Este es el reto para que 2023 sea feliz para tod@s.