La transformación digital, un proceso continuo que las compañías todavía deben impulsar

Han pasado más de 10 años desde que la transformación digital se instauró como pilar fundamental en las agendas de todas las organizaciones. En este tiempo, tanto las instituciones como los agentes privados se han volcado en poner en el centro de sus estrategias la necesidad de transformar sus compañías mediante la digitalización de los procesos operativos e industriales. Tras este periodo, es momento de analizar si se están cumpliendo esos objetivos y, sobre todo, si esta transformación se está realizando al ritmo que los mercados, clientes y consumidores están demandando.

En esta década, en la que hemos llevado a cabo múltiples análisis de compañías, acompañado a nuestros clientes en sus retos más complejos de principio a fin y contribuido a la transformación de su negocio, nuestra visión no es tan satisfactoria como cabría desear. En este sentido, podemos observar que existe un cierto cansancio en las organizaciones por continuar con la transformación digital y, en algunos casos, se ha comoditizado esta expresión. Muchas organizaciones no tienen puesto el foco en lo que realmente quieren transformar. Debemos tener claro qué queremos conseguir, por qué queremos transformarnos, qué quieren nuestros clientes y dónde queremos estar en los próximos años. La transformación digital debe ser una palanca para conseguir los objetivos estratégicos de la compañía.

En muchas ocasiones, se ha confundido esta transformación con la incorporación de tecnologías a los procesos, todo ello sin un propósito claro. Un proceso de negocio ineficiente lo seguirá siendo si no lo transformamos, por mucha tecnología que le incorporemos. Además, a veces la selección de los proyectos transformacionales no ha estado centrada en los principales procesos industriales y operacionales de las compañías. Se han realizado proyectos que maquillan la realidad, buscando el rédito cortoplacista sin entrar en la complejidad de los negocios. A todo ello hay que sumar que, a menudo, se confunde la automatización con la transformación. Seguimos haciendo lo mismo y de la misma forma, pero mediante una herramienta informática o una tecnología concreta.

Otro error común es pensar que la transformación va a producir un beneficio a corto plazo. No siempre es así: innovar en procesos, cambiar las formas de hacer e incorporar nuevas tecnologías no siempre trae los resultados esperados. Estos pueden no llegar, pero la persistencia en las iniciativas transformacionales son la única forma de conseguir un verdadero cambio en las organizaciones.

También es importante destacar que el impulso de los CEOs es vital en la transformación digital. Por ello, es importante una estrategia top down que impulse el cambio, que lo lidere y que, en definitiva, dé ejemplo a toda la organización.

En este contexto, ¿cómo reactivar e impulsar la transformación digital de nuestras empresas? En primer lugar, las organizaciones deben tener un objetivo claro y compartido en este ámbito. No es lo mismo que un negocio busque digitalizar sus procesos, que decida desarrollar un nuevo producto, avanzar en un nuevo mercado o que realice una disrupción en un sector determinado. Todas las alternativas son viables, pero lo importante es saber cuál es ese objetivo, cuál es el punto de partida como empresa y cómo la transformación puede añadir valor real a la organización.

Hemos identificado tres niveles de ambición que caracterizan a las transformaciones digitales y que pueden ser un buen punto de partida para reactivar los proyectos transformacionales.

El primer nivel sería la digitalización incremental, esto es, aquellas iniciativas que digitalizan los procesos existentes con un cambio mínimo en otros aspectos de la empresa. Gran parte del trabajo consiste en tomar procesos analógicos -rellenar formularios en papel u otro tipo de tareas manuales- y convertirlos en digitales. Aunque estos esfuerzos no son necesariamente transformaciones disruptivas, suelen ser cambios incrementales esenciales que sientan las bases para una transformación más ambiciosa.

El siguiente nivel sería la digitalización avanzada. Aquí el foco pasa por una fuerte digitalización de los procesos de la compañía, optimizando y cambiando los procedimientos. En este estadio se incorporan nuevas plataformas digitales y se reimaginan los procesos con las ventajas derivadas de utilizar diversas tecnologías. Estas transformaciones afectan a todas las partes de la organización y requieren una intensa colaboración en toda la cadena de valor de las compañías. Además, a menudo necesitan una gestión del cambio amplia y continua en todos los estratos de la empresa.

El último nivel sería la transformación digital radical, en la que se transforma fundamentalmente el modelo de negocio. Esta fase se centra en nuevos mercados y en crear nuevos productos, con el objetivo de ampliar la oferta empresarial existente para buscar nuevas fuentes de ingresos y crear valor. Como es obvio, esta opción es la más compleja, costosa, duradera en el tiempo y con más necesidad de inversión. Por ello, el papel de los líderes empresariales pasa de ser un mero defensor de la transformación a encarnarla. La visión de cambio se convierte en el grito de guerra en torno al cual la organización reconstituye su estructura y cultura.

Debemos seguir impulsando la transformación digital. Podemos caer en la tentación de no avanzar. Es un error, la transformación digital no es una opción, es el único camino para las organizaciones que quieren seguir siendo competitivas en el mercado y, por ende, persistentes en el tiempo.

En este reto, los CEOs tienen un papel crucial, pues deben comunicar y convencer a la organización de lo que se juegan. No hay discusión sobre la idoneidad de transformarse, lo importante es analizar cuál es el punto de partida y fijar el objetivo de dónde quiero estar en los próximos años.