Capital vs. talento: accionistas, CEO y ‘trabajador@s’

Capital vs. talento: así se titula un artículo de Martin y Moldoveanu, publicado en Harvard Business Review allá en 2004, que discuto con mi alumnado de primer curso de Organización de Empresas en Deusto. El leit motiv del artículo viene a ser que el capital (el accionariado) y el talento (representado por los CEO) están disputándose los excedentes de la empresa (beneficios) para ver quién gana más: en incremento del valor de la acción y en dividendos, los accionistas; o, en sueldos y en bonus, los CEO. El artículo concluye que los CEO seguirán cobrando más y más (sus remuneraciones crecerán incluso en mayor proporción que la de la propiedad), porque su “talento” es un bien escaso: “Por cada dólar de utilidades que generaron las empresas, el pago de los CEO se duplicó con creces entre 1980 y 1990 y casi se cuadruplicó entre 1990 y 2000”.

Aunque parece que el artículo es antiguo, los datos confirman el análisis de los entonces profesores (y decano, el primero) de la famosa Rotman School of Management de la Universidad de Toronto. El economista J. K. Galbraith ya nos enseñó que la tecnoestructura persigue sus propios objetivos y la cosa tiene miga, porque los CEO son nombrados por el accionariado y, en ese sentido, debiéramos hablar de capital (accionariado y CEO) frente a trabajador@s.

En un contexto empresarial definido por la Cuarta Revolución Industrial, el talento es el activo clave más importante de cualquier organización. Y así se lo queremos “demostrar” a nuestro alumnado, porque las emprendedoras y emprendedores de finales del siglo XX y principios del XXI nos han enseñado que el capital va allá donde hay talento (y el talento no está solo en las personas fundadoras, porque sin ejecución la idea no es más que un sueño).

El Instituto de Política Económica, un think tank con sede en Washington, publicó en agosto de 2021 un estudio sobre la evolución de los salarios de los CEO frente al de los trabajadores en Estados Unidos. El titular es demoledor: “El sueldo de los CEO se ha disparado un 1.322% desde 1978”. Y, el subtítulo, contextualiza este salto: “Los CEO cobraron 351 veces más que un trabajad@r típic@ en 2020”. En este período, el índice Standard & Poor’s subió un 817% y el 0,1% de personas mejor pagadas en EEUU vio subir su remuneración un 341%.

Ni física, ni metafísicamente pueden explicarse estas disparidades. El incremento de sueldo de los CEO no se corresponde con su aportación de valor a la empresa, ni tampoco responde a una guerra de talento (porque el sueldo del 0,1% de personas mejor pagadas hubiera subido en la misma proporción). 2 a 1, a favor de los profesores de Rotman: los sueldos de los CEO han seguido subiendo, y, como vaticinaban, por encima de su aportación al valor de la empresa, pero no por una guerra por el talento (en su concepción de talento).

Es esta una de las múltiples cuestiones que nuestra sociedad tiene pendiente de aclarar: ¿cuál es la remuneración justa del trabajo realizado? (aunque los datos demuestran fehacientemente que, por la vía de los hechos, las cosas están claras). Vemos que la propiedad de la compañía paga a quienes elige para ejecutar la estrategia de la compañía por encima de su aportación al valor de la empresa. ¿Por qué? Seguramente por varias razones, para mí es que las sociedades por acciones son más una monarquía en la que el CEO es el rey (hay poquitas reinas), que una democracia como la ley supone que las define (¡La Asamblea General de Accionistas!). El rey hace y deshace su corte (el consejo de administración), y, así cobra todo lo que se le antoja.

Si seguimos profundizando, la cuestión es si un CEO debe ser “la persona mejor pagada del mundo”. ¿Es su talento mayor que el de las científicas y científicos que trabajan en las vacunas contra las pandemias, o por sanar el cáncer o el VIH? ¿Es mayor su talento que el de un premio Nobel? Pero, lo más relevante para la sociedad es: ¿realmente la persona que ocupa la máxima jefatura de la empresa puede cobrar 351 veces más que un/a trabajador/a típic@ de la misma empresa? ¿En serio? ¿Alguien es capaz de justificar que su aportación al valor de la compañía es 351 veces mayor que la aportación de un trabajador típico? Lo que ocurre es que las sociedades por acciones se están convirtiendo en negocios piramidales para la alta dirección.

Ciertamente, esto genera un incremento objetivo de la desigualdad, pero también una desconfianza subjetiva en el funcionamiento de las instituciones en las que estructuramos gran parte de nuestra sociedad: la Empresa y el Parlamento.

En este contexto, no es de extrañar que se esté produciendo en EEUU lo que se ha dado en llamar la Gran Renuncia/Dimisión. Y, claro, la discusión pública de lo que se ha dado en llamar la Reforma Laboral española resulta un insulto a la inteligencia. Estas preguntas se las hizo el padre Arizimendiarrieta cuando impulsó el nacimiento de las cooperativas (que también tiene margen de mejora), así que, si mi formación no me traiciona, al comienzo se estableció una diferencia de 1 a 3 entre quien más cobraba y quien menos, y, ahora el multiplicador sería de 1 a 6.

Leo en la web de una cooperativa que el presidente cobra 5,5 veces la retribución media de l@s cooperativistas y el director general, 4,2 veces dicho salario medio. Hay otro padre, seguramente más famoso para l@s lector@s de elEconomista, que era un poco más generoso: el padre de la Gestión Moderna. Peter Drucker confesaba en Davos que siempre recomendaba a los ejecutivos limitar el salario del CEO en una proporción de 1 a 20, si no querían que el resentimiento y la caída de la moral afectara a sus empresas (sic).

No he encontrado un estudio similar para el caso español, pero un diario digital resumía en este titular hace dos años la situación: “Un grave problema. Un CEO gana lo mismo en un mes que tú en un año entero (aunque es posible evitarlo)”.

O construimos una economía para el desarrollo armónico de toda la sociedad o no tendremos sociedad, y eso es imposible hacerlo sin el cobro de un salario justo y proporcionado por parte de las personas que contribuyen a la misma.