Tomás Arrieta, presidente del Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi: “Hay que jugar con los tiempos para mantener el poder adquisitivo y contener la inflación”

Con solo un 3% de convenios laborales renovados desde enero, el presidente del Consejo de Relaciones Laborales vasco, Tomás Arrieta, aboga por el acuerdo, pero reconoce que en una sociedad sostenible no se debe perder poder adquisitivo. “El tiempo es un elemento básico para mantenerlo y contener la espiral de inflación”, asegura.

¿Cuál es su análisis de la situación socio-económica actual?

El crecimiento económico se mantiene, aunque se ha desacelerado y la última previsión es del 4,5% para 2022. Ese crecimiento está tirando del empleo y unido al dato positivo de haber mantenido los empleos durante la pandemia gracias a los Ertes, nos da una situación actual francamente positiva. Estamos en los niveles de afiliación más altos de toda la serie cerca del millón de ocupados y hemos rebasado el máximo histórico que se produjo en 2008 justo antes de la anterior crisis. En mayo de 2022 la cifra ha sido de 986.434 afiliados, y en julio de 2008 fue de 982.900. Esto se traduce en tasas de paro de en torno al 9,1%, mejor que justo antes de la pandemia en 2019. Así que hay una situación económica desacelerada, pero en fase expansiva y con buenos datos de empleo.

¿Y la radiografía de Euskadi en materia laboral y negociación de los convenios?

La negociación colectiva no está dando muestras de dinamismo y los procesos están bloqueados. Cuando empezó 2022, el 27% de los trabajadores vascos ya tenía su convenio actualizado con vigencia pactada para 2022. A datos de mayo tenemos en torno al 30% de convenios renovados, de forma que tres de cada 10 trabajadores tienen sus condiciones laborales actualizadas y siete pendientes de actualización. De esos siete, uno tiene pendiente recuperar su convenio colectivo que lo perdió por efecto de la reforma laboral de 2012 y seis tienen un convenio, pero con condiciones congeladas.

¿En términos comparativos estamos peor que los años precedentes?

Para estas fechas en 2020 el porcentaje era 10 puntos superior y en 2021, cinco puntos. Esto es debido a las enormes incertidumbres: el contexto de guerra, sus repercusiones económicas, el precio de la energía, la inflación, etc. Los bancos centrales ya han tomado decisiones como la subida de los tipos y la minoración de su programa de compra de deuda, pero eso tiene siempre un efecto de desaceleración. Estas medidas se empezarán a notar después del verano. El riesgo es si eso se va a traducir en una recesión o no, aunque instituciones y bancos centrales dicen que no hay riesgo. Hay que tomar medidas contra la inflación, eso es irrefutable; el tema es encontrar el ritmo adecuado para que se contenga la espiral inflacionaria y se evite que un enfriamiento excesivo de la economía provoque una fase recesiva. Ese equilibrio es complicado y es el que tienen que buscar los bancos centrales, las instituciones y la propia Unión Europea.

En plena recuperación y se dispara la inflación. ¿Es una prueba de nivel para la negociación colectiva? ¿El acuerdo es la salida?

No hay una solución mágica, pero el acuerdo es un escenario deseable, el mejor. Los acuerdos son difíciles en este contexto como refleja la negociación, que está en poco más del 3%. Si no se llega a acuerdo el convenio se mantiene, pero las condiciones permanecen congeladas y eso es malo para todos: hay una pérdida relevante de poder adquisitivo de las rentas salariales que tiran del consumo y acaba repercutiendo en la economía. Además, una sociedad en la que los salarios pierden poder adquisitivo es una sociedad no sostenible; por tanto, hay que mantener a medio plazo, pero es verdad que debemos de tratar de corregir la inflación que es negativa para un crecimiento sano y real.

¿Es partidario de un pacto de rentas?

Una traslación inmediata del incremento de precios y salarios y márgenes, tendrá un efecto de rebote sobre la inflación. Para contener y controlar esta situación creo que hay que jugar con los tiempos, el tiempo es un elemento básico para intentar cuadrar esos dos objetivos. En ese sentido, veo necesario un pacto de rentas que implique a los actores fundamentales: trabajadores, empresarios y Gobierno. Los tres deberían aportar para que, jugando con los tiempos, sería posible mantener el poder adquisitivo de los salarios a medio plazo y contener la espiral de inflación y volver a niveles tolerables. Luego cada uno lo de be trasladar a su empresa, su propia mesa de negociación y su sector, pero si no lo hacemos pagaremos las consecuencias.

¿Se refiere a la recesión?

La recesión es el gran fantasma, pero creo que no tenemos que darla por inevitable. Todo el mundo cree que nos espera un otoño complicado, en un contexto de alta conflictividad que puede crecer tras el verano. Pero técnicamente la recesión son tres trimestres de decrecimiento Las dudas son para 2023 con todas las incertidumbres y ver cómo se resuelve ese puzle complejo de medidas que trata de enfriar la economía para luchar contra la inflación, sin generar un nuevo ciclo recesivo.

Ha mencionado la conflictividad. ¿Mantiene el País Vasco el primer puesto?

Sí, los datos extraídos del Ministerio del Trabajo dicen que la conflictividad en Euskadi es mayor que en el resto de las comunidades autónomas del Estado, según todos los valores en los que se expresa la conflictividad: número de huelgas, número de participantes, y número de jornadas no trabajadas o perdidas por huelga. La única equiparable a nuestros datos es Cataluña. Con todas las matizaciones sobre los sectores afectados, no se puede negar que la conflictividad en Euskadi es alta. En general, hay más conflictos con huelgas.

¿Y qué opina sobre la reforma laboral?

Tiene tres cosas importantes: los Ertes, que han venido para quedarse y que hay que normalizar su uso como herramienta de flexibilidad; segundo, la reforma da estabilidad a la negociación colectiva, porque recupera la ultraactividad y elimina el riesgo de quedarse sin un convenio por falta de renovación. Tener un convenio pendiente de renovación no es la situación óptima porque las condiciones están congeladas, pero al menos no se pierde; y tercera, la reforma trata de actuar sobre la composición en términos cualitativos del mercado laboral, reforzar los contratos indefinidos y corregir las altas tasas de temporalidad. Los contratos indefinidos han crecido en términos comparativos desde 2019 casi un 100%, con la consiguiente disminución de los temporales que han caído en más de un 25%. Si se consolida estaríamos avanzando para solucionar uno de los problemas estructurales del mercado laboral de las últimas tres décadas. En conjunto el balance es claramente positivo.

¿Cuáles son los retos futuros de la negociación colectiva?

Uno de los grandes retos es enriquecerla. Hasta ahora ha servido fundamentalmente para determinar el precio del trabajo, el binomio salario-jornada, pero hay muchas cosas a incorporar: la igualdad de género, un tratamiento de la salud laboral, asociado al absentismo, el envejecimiento, la gestión de la edad en las organizaciones, la formación continua y adaptada a los nuevos escenarios económicos, el teletrabajo y la reducción de las jornadas de trabajo, que para mí hay tres formas y depende de quién asume el costo de esa reducción: el trabajador, el empresario y la tercera, que la riqueza que vamos generando se traduzca en ganar tiempo de ocio. El gran Keynes decía en 1930 que nuestros nietos trabajarían 15 horas a la semana, porque con la tecnología, la eficiencia y demás serían suficientemente ricos como para trabajar una tercera parte. Keynes se equivocó en su predicción, lo que no quiere decir que ese debate esté necesariamente enterrado.

Finalmente, ¿cree que Euskadi ha perdido competitividad respecto a otras regiones?

En términos relativos diría que Euskadi está claramente en posiciones punteras en el conjunto del Estado. Nuestra renta per cápita es la segunda por detrás de Madrid y nuestras retribuciones son de las más altas del conjunto del Estado. La situación no es mala, hay cosas sobre las que reflexionar, pero una sociedad competitiva es aquella que se preocupa del bienestar de las personas que la componen y trata de generar mayores niveles de igualdad y proteger la cohesión social. Ninguna sociedad puede ser competitiva, si no es una sociedad cohesionada.