El retorno del liderazgo humanista emprendedor

Vivimos en un entorno complejo. Cuando intentábamos sobreponernos a la crisis humana y económica de una pandemia inimaginable (para los países desarrollados), la invasión de Ucrania por parte de Rusia, además de la pérdida de vidas humanas, acrecienta la crisis económica por la escasez de materias primas y fuentes de energía. Los gurús nos indican que hemos pasado de un entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) a un entorno BANI (quebradizo, ansioso, no lineal e incomprensible); entre medio, algunos sabemos que Oxford Executive Education acuñó TUNA (Turbulento, Incierto, Novedoso y Ambiguo). En fin, diferentes términos para comunicar que en Gestión (y seguramente en todos los ámbitos de la vida) “lo que servía ayer, hoy ya no sirve”, o “lo que recetábamos ayer, hoy no funciona”.

Además de lo poco que hemos aprendido los seres humanos para zanjar pacíficamente nuestras desavenencias políticas, lo que deja entrever esta preocupación por definir el entorno es que la Escuelas de Negocio hemos formado para gestionar las organizaciones en entornos de certidumbre y no en entornos que cambian rápidamente. Es la base de la Planificación Estratégica: apalancándonos en el know how acumulado, analizamos el entorno y proyectamos nuestra acción futura en base a unos objetivos que consideramos adecuados para las personas y recursos materiales de los que disponemos.

¿En qué se traduce en la práctica esta carencia formativa para gestionar en condiciones de incertidumbre? Yo diría que en una parálisis para tomar decisiones; a los que les va mal porque no saben cómo salir del atolladero y a los que les va bien, porque “juegan de forma conservadora” y en lugar de tirar del ecosistema, se repliegan a la espera de tiempos mejores. Y, ¿qué podemos hacer? Mi propuesta es acudir a “los clásicos” más modernos y aprovechar todo lo que hemos aprendido hasta ahora. En DBS hacemos un recorrido por el avance del pensamiento en gestión y organización, desde quienes buscaban una solución ideal y unívoca para todas las organizaciones (one solution fits it all) a quienes formularon un enfoque contingente (cada solución lo es para un contexto determinado), pasando por los autores actuales. Pues bien, ya en 1964, Bennis y Slater, publicaron un opúsculo que en castellano se traduciría como La Sociedad temporal, en el que se esforzaban por analizar cómo sería la sociedad futura. Adivinen cómo comenzaba un crítico famoso del New York Times (C. Poore) su comentario de la obra: “Vivimos en la que puede ser definida como la Época Karate. Un asalto rápido y mortal puede dejar a una persona, una universidad, un régimen o una nación retorciéndose en la agonía”. ¿Les suena familiar?, ¿verdad?

Un año antes (1963), Emery y Trist presentaban en un Congreso Internacional de Psicología una ponencia sobre La textura causal de los entornos organizativos, en el que distinguían cuatro posibles entornos de acuerdo con su grado de complejidad: el entorno apacible, el entorno apacible estructurado, el entorno reactivo-perturbado y el entorno turbulento. Como vemos, la preocupación por el tipo de entorno al que se enfrentan las organizaciones no es, en absoluto, reciente y tampoco, las reflexiones de cómo enfrentarnos a cada uno de ellos.

En un entorno apacible, la táctica y la estrategia se confunden; en el segundo entorno, la planificación estratégica se diferencia de la táctica; en el entorno reactivo-perturbado, como todas las organizaciones pueden saber lo que las demás saben, aparecen los tres niveles clásicos: Estrategia, Táctica y Operaciones, pero, ¡Ay!, en el entorno turbulento, la Estrategia no sirve de nada, porque no podemos definir el futuro, y, en consecuencia, no podemos aprovechar toda la información/experiencia acumulada en el pasado. Y, en este contexto turbulento, ¿qué nos puede guiar? La receta es contundente: los valores de la organización. Ahora, hablaríamos del Propósito de la Organización (lo que tradicionalmente denominábamos Misión, Visión y Valores); eso que nos define como organización. Y estos Valores, este Propósito pone el énfasis en las personas, el mecanicismo repetitivo, los procesos ya no son tan útiles, porque solo valen cuando las cosas “se pueden hacer de la misma manera”.

Necesitamos organizaciones ágiles, con diseños adhocráticos (holocrácticos, ahora), que se adapten al entorno y que evolucionen con él. Y, ¿cuáles son? Las startups (visitar la web del Emprendedor y Profesor de Emprendimiento en Silicon Valley, Steve Blank) son las organizaciones que más y mejor nos pueden ayudar a enfocar de forma adaptativa la gestión de las corporaciones actuales. Las startups no tienen historia (no pueden beneficiarse de su perfomance pasado) y trabajan en condiciones de recursos escasos; todo el equipo trabaja de forma adhocrática (hacen lo que saben hacer) en organizaciones más planas; buscan insights en el mercado, aprenden de lo que funciona y de lo que no, y su punto fuerte es el talento de sus componentes, que comparten una cultura, valores y propósito (algo podríamos aprender de ellas ante la gran dimisión).

Aunque admiro al gran pensador y hacedor, Max Weber, la burocracia, lo repetitivo no nos puede ayudar ahora (Gary Hamel lo repite desde finales del siglo pasado). Lo que nos hace falta es pasar de una mentalidad gestora a una emprendedora, transformando con (pequeños) equipos matriciales las organizaciones pesadas que hemos creado para funcionar en entornos estables. Hemos aprendido mucho de cómo gestionar organizaciones en entornos emprendedores, olvidémonos de la imagen pueril que tenemos del emprendimiento, lideremos personas con talento, que quieren construir un mundo mejor y saben cómo hacerlo. Seguramente no nos darán respuestas perfectas y repetitivas, pero sí soluciones que nos ayuden a salir de esta parálisis en la que nos encontramos.

Podemos esperar a que vengan tiempos mejores, pero ¿en qué nos ayudará eso? Todo coste en bienestar humano, aunque fuere mínimo, se me antoja insoportable. Es tiempo de asumir riesgos de forma responsable (apoyándonos en lo aprendido en emprendimiento), de tirar de quienes lo están pasando mal y de buscar soluciones que nos hagan avanzar hacia esa sociedad más justa, sostenible y solidaria. Volver a la edad oscura no es una opción. Necesitamos el Retorno de la Fuerza, la fuerza que se deriva de un liderazgo emprendedor humanista.