Es imprescindible favorecer el proyecto ideológico de la empresa

Nuestra sociedad parece haber renunciado a la ideología como elemento que vertebra los proyectos de futuro, tanto a nivel político, como social y cultural. Los códigos ideológicos de las organizaciones se han ido simplificando, y en su contra, ganan espacio la fortaleza de los populismos, la incitación al hedonismo y a la inmediatez, una cierta displicencia (no generalizada) por los compromisos colectivos, o el fortalecimiento del individualismo en muchos comportamientos. Esta visión se ha trasladado desgraciadamente a la valoración social de la empresa, que reconoce muy parcialmente, su notable contribución al bienestar social, la principal fuente de avance hacia la reducción de las desigualdades sociales y de la promoción de la inserción social y desarrollo profesional a través de la generación de empleo.

Esta pérdida de compromiso ideológico se ha trasladado a las empresas. Existe una fuerte tendencia a articular los mecanismos de gestión, los planes de futuro y la naturaleza competitiva de la organización, centrándose casi exclusivamente en la definición de estrategias producto-mercado eficientes, que, sin más sustento, pueden dañar la competitividad futura de sus empresas. Tanto las estrategias como las comunidades de personas que forman una empresa necesitan bases sólidas, cimientos de un proyecto ideológico propio.

No podemos buscar culpables o “cabezas de turco”. Por ejemplo, veo con preocupación que se está generalizando un discurso, a mi entender peligroso, que defiende que las y los jóvenes que se incorporan a las empresas tienen un sentido de responsabilidad y de compromiso muy escaso, supuestamente mucho menor que el de épocas precedentes. Creo que tenemos que ocuparnos, dentro de las capacidades que tenemos en las empresas, de generar marcos atractivos para atraer y desarrollar a los jóvenes que mejor se adapten a la forma de hacer empresa propia.

La actuación de la empresa debe estar centrada en identificar los mejores mecanismos de desarrollo en el entorno competitivo en el que desarrolla y desarrollará su actividad futura, pero esto no es incompatible con trascender esta premisa. Yo apelo a la necesidad de configurar un Marco Ideológico en las empresas que represente lo “único” de su proyecto empresarial, que sirva para diferenciarse de los competidores, constituya un marco que favorezca el desarrollo de las personas de la organización, estructure los mecanismos de cooperación con los diferentes agentes del ecosistema en el que se integra, promueva la democratización de las empresas y, defina claramente su compromiso de generación de valor compartido con la sociedad o sociedades en las que actúa.

La ideología de la empresa debe estar sustentada sobre la identidad de la organización, elemento básico de diferenciación frente a los competidores. Esta identidad nos otorga el contexto para la definición de nuestra ideología empresarial, y es única e intransferible. Como decía León Felipe: “Una persona sin una visión propia de la vida es un títere de los elementos”. Seamos constructores de nuestra visión y de nuestra praxis de gestión.

Uno de los aspectos que incide notablemente y está llamado a tener una mayor repercusión en el futuro, es la creciente multiculturalidad de los proyectos empresariales. A la necesidad de competir en mercados exteriores, se une la oportunidad de enriquecer las empresas con rasgos culturales diferentes. Tanto en el caso de la incorporación de empresas adquiridas o generadas en entornos geográficos diferentes, como en la cooperación con otras entidades, la adecuada integración cultural será determinante.

Este hecho interpela permanentemente nuestro marco ideológico empresarial. Espero que esta confluencia de enriquecimiento cultural no siga la visión que tuve al contemplar la ciudad de Jerusalén desde el Monte de los Olivos: la muralla de la ciudad es una superposición de culturas dependiendo del pueblo dominante y no un crisol. Tenemos una oportunidad de superar esta concepción, para adecuar nuestro marco ideológico a la multiculturalidad y fortalecer el proyecto compartido. Y por ello, sugiero que dediquemos tiempo de calidad en la organización para mantener conversaciones estratégicas en torno a nuestro marco ideológico. A partir de ello, contaremos con bases más sólidas para configurar proyecto, actualizarlo de forma constante para asegurar que responde a las necesidades cambiantes de la sociedad.

Esta configuración de proyectos humanistas de competitividad empresarial conlleva la definición de mecanismos de liderazgo innovadores e integrales, de naturaleza colaborativa, que incorporan la visión ideológica de la empresa a los mecanismos de actuación y al proceso de toma de decisiones en todos los ámbitos, con una fuerte interacción con todos los agentes con los que se relacione la empresa.

En esta declaración ideológica no puede faltar la articulación de nuestro compromiso de desarrollo futuro, los principios orientadores de la democratización de la organización, los valores culturales y pautas de comportamiento, la articulación de la multiculturalidad y los parámetros para la cooperación, entre otros elementos.

En su poema La poesía es un arma cargada de futuro, Gabriel Celaya dijo: “Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”.

Por mi parte, reivindico la necesidad de configurar el corpus ideológico de la organización con valentía, como el arma cargada de futuro que nos señala el poeta, con sentido de futuro y de vertebración de los valores y comportamientos que queremos desplegar. Y animo a los líderes empresariales a que trabajen por y desde un espacio único para el desarrollo de proyectos competitivos, humanos, solidarios y atractivos para personas comprometidas con otra forma de entender la empresa.