El cambio de paradigma en la renta fija

El año 2022 será recordado en el ámbito financiero por ser uno de los peores años de la historia de la renta fija, con caídas acumuladas de hasta el 20% en los índices de renta fija global el pasado mes de octubre. No se veían caídas de semejante magnitud desde la crisis financiera de 2008-2009 iniciada con el colapso del banco Lehman Brothers.

Al comienzo del año, en el mercado de bonos gubernamentales, nos encontrábamos con el bono alemán a 10 años cotizando a -0,18%. Sí, había que pagar por tener ese bono. Y casi un año después, ese mismo bono paga un 2% anual. Esto supone que, si hubiéramos comprado ese bono alemán a comienzos de año, ahora mismo estaríamos perdiendo del orden del 20%.

Si nos fijamos en la deuda corporativa grado de inversión, al efecto subida de tipos se ha sumado la subida de diferenciales, lo que ha supuesto caídas en el precio de los bonos corporativos con duraciones entre 3 y 5 años, cercanas al 15%.

Pero este año también será recordado como el año del final de los tipos negativos. Tanto los tipos nominales como los tipos reales han repuntado con fuerza, causando grandes caídas en los precios de mercado de la renta fija, pero a la vez, generando oportunidades equivalentes para los inversores.

Y esto nos lleva a la gran pregunta, ¿la caída de la renta fija ha acabado o continuará?

El mercado de renta fija ha cambiado de paradigma. Se podría decir que se acabó la represión financiera, la barra libre del dinero gratis y vuelve a haber alternativa de inversión. Podríamos afirmar que los tipos de interés negativos también han quedado atrás y, en principio, es poco probable que volvamos a ver una situación tan extrema en mucho tiempo. En estos momentos ya solo queda Japón con tipos de interés negativos y veremos por cuanto tiempo, después del último dato de inflación de octubre, escalando un 3,6%, un ritmo no visto en cuatro décadas. Volvemos a un entorno “normal” y lo realmente excepcional han sido estos últimos 10 años con bancos centrales implantando políticas monetarias tremendamente laxas, gracias a unos niveles de inflación muy bajos. Este entorno permitió que los tipos de interés negativos se asentaran en la economía y que asumiéramos como la “nueva normalidad” una situación racionalmente anómala y excepcional. Pero la inflación llegó, ¡y de qué forma!, y con ella agresivas subidas de tipos por parte de los bancos centrales, desencadenando un tsunami en la renta fija a nivel global.

Estamos inmersos en uno de los procesos de endurecimiento de las políticas monetarias más amplio y rápido de la historia, donde los bancos centrales priorizarán la lucha contra la inflación, admitiendo, como dijo el presidente Powell, “dolor” en la economía, pero pensamos que gran parte del camino al alza está hecho y desde los niveles actuales, los tipos de interés de los principales gobiernos desarrollados tienen menor riesgo al alza.

Con todo ello, el entorno actual sigue siendo de riesgo para este tipo de activo y podemos seguir viendo volatilidad en los precios, pero, por primera vez en mucho tiempo, el mercado remunera de forma atractiva el riesgo que se asume. La rentabilidad esperada (Yield to Worst) anualizada para el índice global de bonos, Bloomberg Global Aggregate ha repuntado hasta el 5,4% (en dólares). Y el diferencial de crédito de los bonos corporativos de mejor calidad crediticia de la Eurozona (Grado de Inversión) se sitúan en niveles superiores a los máximos alcanzados durante la pandemia y no está lejos de los de la crisis de la Eurozona de 2011.

Pensamos que la inversión en renta fija corporativa es la oportunidad más clara en el mercado actual y que existen alternativas muy interesantes para construir carteras con un horizonte de inversión de medio plazo.

Empezamos a ver valor tanto en los tramos más conservadores del crédito grado de inversión, como en bonos híbridos y deuda financiera subordinada de buenos bancos, donde consideramos que el riesgo asumido está magníficamente remunerado. No obstante, esperamos un entorno volátil y con gran dispersión entre emisores, por lo que nos inclinamos por la gestión activa y la selección de emisores y emisiones concretas.

Este nuevo contexto del mercado de renta fija nos permite construir carteras de bonos que pagan y que cubren las expectativas de rentabilidad de muchos inversores. Además, una de las ventajas de la inversión en bonos de forma directa es que tienes la certeza de la rentabilidad que vas a obtener a vencimiento, si no hay default, y de los flujos de caja durante la vida de los mismos.

Bonos grado de inversión que pagan más del 3% con vencimientos cercanos a un año, algo que parecía impensable al comienzo de este 2022, ahora sí es posible. Para buscar mayores rentabilidades hay que asumir riesgos que creemos tienen sentido, pero no todos, y no siempre. Precisamente porque es posible que se complique el entorno y probablemente aumenten las tasas de impago, no todo vale, y por eso, si optamos por la inversión a través de fondos de inversión, nos inclinamos por los fondos flexibles, que hagan una selección de crédito cuidada y no tanto instrumentos pasivos que se “sienten” en un índice de bonos.

Huelga decir que no es cuestión ahora de lanzarse a comprar un bono determinado, o fondo, o “todo a la renta fija” como si fuera el casino. Nuestra recomendación es fruto de un ejercicio permanente de asesoramiento, siguiendo una estrategia patrimonial acorde al perfil inversor del cliente y aprovechando las oportunidades que en cada momento nos brinda el mercado.

Y ahora, la renta fija vuelve a tener un papel relevante en las carteras, porque a pesar de no ser fija, al menos tiene renta.