Talento y ecosistemas de conocimiento digital para el futuro de las nuevas tecnologías

Hoy en día existe un amplio consenso sobre el rol trascendental de las nuevas tecnologías digitales en el desarrollo económico y el bienestar social. La eclosión de avances en tecnologías como la Inteligencia Artificial, la Realidad Virtual, el Internet de las Cosas, las comunicaciones celulares de última generación 5G/6G o las redes sociales han permitido afrontar problemas y desarrollar soluciones de capacidades solo vistas en las utopías filmográficas de Hollywood.

Asistimos a un presente excitante y vislumbramos un futuro prometedor, en el que la latencia entre el avance en el conocimiento tecnológico y su provisión de valor a la industria y sociedad es cada vez más exigua. Los metaversos, la computación cuántica o la inteligencia artificial general delinean un panorama rico en oportunidades para una economía digital sostenible y una prosperidad social sin precedentes.

Entre los factores que han contribuido a este momento digital en el que vivimos, el talento figura como uno de los más reconocidos en los foros que se pronuncian al respecto. Las nuevas tecnologías digitales requieren un alto grado de especialización, pero la demanda de expertos supera ampliamente a su disponibilidad. Esta certeza merece un examen más profundo de sus causas.

La demanda de perfiles versados en tecnologías digitales sucede fundamentalmente porque hay más problemas y necesidad que recursos para atenderlos. Los esfuerzos de las universidades para adecuar su oferta formativa están supeditados a su lentitud administrativa para la creación o ampliación de sus títulos. La alta rotación laboral de los perfiles más versados en dichas tecnologías (consecuencia de su escasez y singularidad) acrecienta aún el problema.

¿Por qué el talento, entendido como la capacidad humana para aprender y aplicar unos conocimientos determinados, es tan importante como escaso en las nuevas tecnologías digitales? Bajo la perspectiva de quien suscribe estas líneas, el talento no solo supone absorber los principios que subyacen a dichas tecnologías. El talento también emerge de la concepción de nuevos modelos de negocio, aplicaciones y servicios mediante aproximaciones tecnológicas vanguardistas. En definitiva, no solo saber hacer, sino también prescribir el reto y aproximarlo desde el conocimiento. El éxito de las nuevas tecnologías depende de la pericia técnica, pero el talento es algo más: talento para formular y para resolver, desde la tecnología y la aplicación, con el reto (el grand challenge) como faro guía. Los retos pueden retener el talento en virtud de una carrera que conjugue generación y aplicación de nuevo conocimiento, imprescindible en tecnologías tan vibrantes como las arriba citadas.

Tristemente, este modelo es prácticamente inexistente en la industria española, centrada en el desarrollo y monetización de aplicaciones de riesgo tecnológico moderado. A diferencia de otros mercados laborales (e.g. EEUU), en España la rotación del talento digital está gobernada por la mejora del nivel remunerativo. Solo cuando el salario deja de ser un objetivo, entran en juego otros factores para la fidelización del talento, como la satisfacción de pertenencia a la empresa, o su aporte de valor a retos económicos y sociales de calado.

Desafortunadamente, esto no es sencillo de lograr: evaluar la viabilidad de retos planteados desde la aplicación requiere un conocimiento tecnológico avanzado. Del mismo modo, si el talento se invierte para resolver retos de ínfima significancia, se pone en riesgo la motivación del experto, y se fomenta su peregrinaje laboral en busca de alicientes contractuales.

En la economía digital, el talento STEM (Science, Technology, Engineering, and Mathematics) es necesario para no ir “tan-lentos” en esta revolución industrial. Ni que decir tiene que la brecha de género en STEM es preocupante para la incorporación y potenciación del talento femenino como palanca de esta revolución. Pero no es suficiente con disponer de talento: reto, competencias técnicas, visión de dominio y herramientas tecnológicas deben conformar un ecosistema del conocimiento digital.

Un ecosistema favorece que sus especies interactúen entre sí dirigidas por objetivos individuales, pero con una misión común que los haga encajar como piezas de un puzle. Así debe de ser en los ecosistemas de conocimiento digital, donde talentos multidisciplinares en la generación y aplicación de la tecnología traten aspectos que individualmente pasarían desapercibidos para un reto dado.

Valga como ejemplo la ética en la Inteligencia Artificial: cada vez son más los equipos con personal experto en Sociología o Derecho para estudiar las consecuencias legales y sociales de la aplicación de esta tecnología. En la era digital, la frontera entre tecnología, economía y sociedad se difumina, lo que exige que los talentos necesarios para resolver un problema resuenen al idear soluciones, bajo la batuta del reto como gran director de orquesta.

Fomentemos nuevos modelos que favorezcan la creación de los ecosistemas de conocimiento digital: iniciativas de colaboración entre los centros de generación de conocimiento (universidades y centros tecnológicos) y las empresas, quienes necesitan monetizar la inversión y desarrollo en tecnologías digitales.

Abordemos grandes retos sociales desde la tecnología de forma conjunta, con un apoyo y uso responsable de la inversión pública. Hagamos que el talento multidisciplinar que existe en España (que lo hay, ¡y mucho!) se congregue alrededor de dichos ecosistemas, con objetivos individuales enhebrados hacia la consecución de un gran reto de impacto socioeconómico que cautive, motive y fidelice a sus integrantes.

Diseñemos ecosistemas donde el talento genere conocimiento digital, y lo aplique para resolver problemas reales y retos de trascendencia económica y social.