El ‘carpe diem’ de la inversión: primera meta, llegar a la salida

El primer objetivo cuando se prepara un maratón, es llegar a la salida. Parece obvio, pero no es asunto baladí, requiere de la firme decisión de enfrentarlo (a menudo teniendo que esquivar numerosas trampas mentales) y de una rigurosa y sensata preparación, que acostumbre al cuerpo a un magnífico esfuerzo y evite lesiones los meses anteriores al pistoletazo inicial. A partir de ese momento, toca recoger los frutos del sacrificio, mientras se disfruta del trabajo final.

Siempre he enfocado la gestión patrimonial como una carrera de fondo, basada en primer lugar, en la necesidad de poner a trabajar tu dinero, posicionarlo en la salida, y en unos pilares básicos: coherencia, control riguroso de los riesgos, largo plazo y como se dice que decía Einstein, en “la fuerza más poderosa del universo”, el interés compuesto.

Los últimos datos que nos ofrece el Banco de España en relación con el ahorro familiar, destacan por la ingente cantidad de dinero que está varado por parte de las familias en depósitos bancarios y efectivo: la cifra ronda el billón de euros.

¿Y eso qué significa? Pues grosso modo, con una inflación esperada por Funcas para 2021 en el entorno del 2,5% -todo apunta a que el dato es conservador-, la evaporación anual de unos 25.000 millones de euros, una gran cantidad de recursos que deja de incorporarse a la economía real en forma de consumo o inversión.

Quizás podamos tener una aproximación a lo que esa cifra supone si tenemos en cuenta la euforia con la que se han acogido los 9.000 millones correspondientes al primero de los tramos de ayudas procedente de la Unión Europea. Del coste de oportunidad añadido que ese anclaje en la “seguridad del efectivo” ha supuesto en el último año al particular, por no haber estado ubicado en los vehículos de inversión adecuados a su perfil de riesgo, mejor ni hablar.

No es descabellado pensar que la causa principal, que no única, de esta “actitud país” responda principalmente a la falta de cultura financiera que soportamos, de ahí los ímprobos esfuerzos que organismos e instituciones como el propio Banco de España, CNMV o la European Financial Planning Association están haciendo en este sentido.

Sin embargo, profundizaría un poco más en la composición de ese billón. Bajo mi punto de vista diferenciaría, al menos, tres tipos de “ahorradores”: el grueso, muy grueso, serían aquellas familias que defienden tener un perfil de riesgo muy conservador, sin ser aparentemente conscientes de que lo que tienen “contratado” es una paulatina descapitalización patrimonial.

El segundo tipo, la de aquellas carteras de inversión activas, que deciden que una pequeña proporción de su capital debe estar en ese tipo de efectivo para aprovechar oportunidades que vayan surgiendo. Y el tercero, un pequeño grupo de personas que confundieron en el pasado el mercado con los felices mundos de Yupi. Entraron con ímpetu y escasos conocimientos previos, al albur de promesas de rentabilidades infinitas, sin asesoramiento profesional adecuado, presas de la inmensa cantidad de información que nos aporta Internet y que finalmente salieron huyendo en cuanto apareció la tan temida, para los neófitos, volatilidad, tratándola como si fuera el mayor de los enemigos, en vez del magnífico aliado que es para cualquier inversor de largo plazo.

A menudo, este perfil sale del mercado con importantes pérdidas y la decisión de abandonar para siempre ese mundo financiero que tanta frustración le supuso.

Encuentro cierto atractivo en trabajar sobre este último grupo y hacerle ver los beneficios de la relación entre la coherencia, el largo plazo y el control emocional.

Sus impulsos responden, en cierto modo, a reacciones fisiológicas; por eso suelo apelar al investigador en neurociencias Jon Coates, cuando describe de manera magistral en su libro La biología de la toma de riesgos el proceso que vive el cuerpo en circunstancias de máximo estrés y que podemos extrapolar al tema que nos ocupa, precisamente por los episodios de volatilidad extrema vividos durante el primer cuatrimestre de 2020:

“En un primer momento la amígdala desencadena la reacción, las señales eléctricas viajan por la médula espinal e invaden el cuerpo. Como consecuencia, se eleva la frecuencia cardiaca, se acelera la respiración, aumenta la presión sanguínea y se libera adrenalina. Las suprarrenales secretan entonces cortisol, el cerebro lo detecta y estimula la liberación de dopamina”.

Hace falta tener muy trabajado el binomio largo plazo/control emocional para no caer en pánico y deshacer posiciones en esas circunstancias.

En marzo de 2020, cuando los índices bursátiles mundiales caían a plomo, se rescataron en España 5.325 millones de euros de fondos de inversión. Me atrevería a afirmar, intuyo que con escaso nivel de error, que la mayor parte de aquellos reembolsos se produjeron por no tener grabados a fuego estos conceptos. ¿Cuál sería la valoración de esa cifra hoy, tras la recuperación que protagonizaron los mercados desde aquellos mínimos?

En la inversión, como en la vida misma, es altamente improbable conseguir objetivos ambiciosos sin una buena planificación y un arduo trabajo. Los resultados llegan con el paso del tiempo, por eso considero esencial encontrar un buen “entrenador de larga distancia” que te entienda, te respete y te ayude a rentabilizar tu patrimonio de una forma coherente, sin prisa ni pausa, disfrutando del camino cada día, cada ciclo y superando las “lesiones” que puedan surgir, porque las cicatrices son parte del proceso.