Sabor agridulce en el sector de la alimentación

El sector vasco de la alimentación afronta la recta final de este año 2021, y el inicio del periodo pospandemia, con la ambivalencia propia del sabor agridulce. Al optimismo suscitado por el final de la alerta sanitaria, la progresiva recuperación económica y la positiva evolución de las expectativas de consumo, se unen ahora la incertidumbre e inquietud generadas por el alza del coste de la energía, las materias primas y el transporte, junto a una inflación desbocada y el déficit de algunos insumos estratégicos. Y todo ello en un escenario marcado por las inversiones vinculadas a los fondos Next Generation, cuyos efectos apenas se han hecho notar en la actividad agroalimentaria.

Con el final de la emergencia sanitaria en Euskadi, se ha oficializado la conclusión de un ciclo y la apertura de otro nuevo, influenciado por la positiva evolución sanitaria y de las principales ratios económicas. Y entre estas últimas, cobra especial relevancia el comportamiento del Índice de Confianza del Consumidor (ICC), que afecta directamente al consumo, y por lo tanto a las expectativas del mercado de la alimentación, pero también el del IPC y su efecto en la inflación, o el coste de la energía y las materias primas, factores estos que repercuten en el precio de los productos.

El Índice de Confianza del Consumidor ha ido creciendo paulatinamente a lo largo del último año. Si en septiembre de 2020 se situaba en 49,5 puntos (menos de 100 implica percepción negativa), en el mismo mes de este año alcanzaba los 98,3, la valoración más alta del período. Por su parte, el Índice de Expectativas alcanzaba al finalizar el pasado mes de septiembre los 113,4 puntos, récord del último año. Evidentemente, estos datos repercuten en las expectativas de consumo, que mantienen una tendencia moderadamente positiva.

No ocurre lo mismo con la tasa anual de variación del IPC, que en el pasado mes de octubre se situaba en España en el 5,4%, con una inflación acumulada del 4,5% a lo largo de este año 2021. En la evolución de ese índice han repercutido de manera directa los notables incrementos registrados en Vivienda, Transporte o Energía, algo que no ha ocurrido con la actividad de Alimentación y Bebidas no alcohólicas, que registró un IPC interanual del 1,8%, y del 1,7% en los nueve primeros meses de este año, cifra similar a la de 2019 y algo superior a la de 2020 (1,1%), lo que confirma el compromiso y esfuerzo del sector durante este período de pandemia.

La cadena de valor de la alimentación observa con especial preocupación la subida de los costes de la energía, la escasez y encarecimiento de materias primas y el alza de los precios del transporte marítimo mundial, tal y como se ha puesto de evidencia en el 36 Congreso de AECOC de Gran Consumo, celebrado el pasado mes de octubre en Barcelona.

Esta situación está generando un escenario incierto y complicado. A pesar de esas circunstancias, el sector ha reiterado su voluntad de liderar la recuperación de la economía, mientras que sus empresas coinciden en que, a medio y largo plazo, la prioridad tiene que ser la productividad.

Y en ese contexto, abogan por incrementar la eficiencia, potenciar la innovación, optimizar los procesos, revisar los portfolios y posicionar las marcas. Y todo ello aumentando la flexibilidad productiva, logística y comercial. Y es que la cadena de suministro se está convirtiendo en un factor cada vez más crítico, que está provocando la revisión de las políticas de abastecimiento, lo que en algunos casos está conllevando elevar el nivel de stocks, la renegociación con proveedores o la búsqueda de materiales alternativos.

Y aunque la actual situación provocará tensiones, el sector no contempla el riesgo de desabastecimiento en la cadena de gran consumo, ni paralizaciones en la fabricación.

En ese paisaje de claros y oscuros destacan las diferentes iniciativas relacionadas con los fondos europeos Next Generation, destinados a reparar los daños causados por la crisis del coronavirus. Dentro de ese marco, destaca la figura de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (Perte), un nuevo instrumento de colaboración público-privada. Hasta el momento se ha anunciado un único Perte agroalimentario en el ámbito estatal, y de los tres presentados hasta ahora por el Gobierno vasco, ninguno de ellos tiene que ver con esta actividad. Desde el sector se confía en que proyectos vinculados al mismo puedan concurrir a nuevas convocatorias.

Las empresas del sector vasco de la alimentación miran hacia el futuro con esperanza, pero también con inquietud, conscientes de los importantes cambios sociales, económicos y tecnológicos que se están produciendo, y que inciden de manera directa tanto en el mercado como en los hábitos de consumo. Expertos y estudios coinciden en que tres son las grandes tendencias que van a marcar el futuro del mercado alimentario: sostenibilidad, salud y digitalización. La conjunción de esa triada de factores determinará las respuestas que se den a las necesidades y demandas del consumidor, y, en última instancia, el futuro y viabilidad de las empresas de alimentación.

En el Cluster de Alimentación de Euskadi somos conscientes de ello, y por eso incidimos en la necesidad de adaptación, de conocimiento del mercado y del consumidor. Trabajamos para posicionarnos como referente del sector e impulsar la competitividad de las empresas asociadas. Nuestra base societaria está conformada en estos momentos por 115 empresas y entidades, que son referentes en sus respectivos ámbitos de actividad. Marcas de contrastado prestigio que aportan valor añadido, imagen de país y reconocimiento.

No en vano, la alimentación es considerada un territorio de oportunidad, una actividad esencial que aporta el 10,7% del PIB vasco, emplea a 143.000 personas y tiene un enorme impacto en la salud, bienestar y calidad de vida de toda la población.