Y Robinhood vestía traje (en la intimidad)

Al mercado debería llegarse aprendido o asesorado, pero en cualquier caso, sin prisa, ni abducido por heroicos relatos ni afanes de vendetta; de lo contrario, uno corre el riesgo de salir trasquilado.

En el mes de enero los medios de comunicación se hicieron eco de una “entrañable” historia que enfrentaba a pequeños y humildes ‘Davides’ contra poderosos y malvados Goliates.

Al grito de ¡la unión hace la fuerza! miles de personas hicieron subir el valor bursátil de una cotizada americana casi hasta el infinito y más allá.

La empresa objetivo era GameStop, una cadena de tiendas de videojuegos y merchandising que no pasaba por su mejor momento. La forma de coordinarse, WallStreetBets, un subforo de la red social o agregador de contenidos Reditt. La plataforma utilizada, Robinhood, una aplicación de trading (negociación bursátil) que permite operar de forma “gratuita”.

Y un invitado de honor, la Codicia, disfrazada de venganza.

GameStop soportaba en aquel momento fuertes posiciones bajistas, operativa que consiste en tomar acciones prestadas para ponerlas en venta, esperar a que el precio baje, recomprarlas más baratas y obtener beneficio con la transacción, operativa tan legal como la contraria y tradicional operar en largo.

La posición principal de esa operativa en cortos en la empresa la lideraba, en aquel momento, el Hegde Fund Melvin Capital, objetivo a batir por las hordas de arqueros.

La idea de los foreros, por definir todavía si hubo un manipulador de voluntades con fines oscuros, era torcer el brazo a los bajistas, comprando todos a una, para hacer subir el valor y provocar lo que en el argot se llama Short Squeeze o estrangulamiento de cortos, es decir, obligarles a cerrar sus posiciones con pérdidas, si no querían dejarse hasta la corbata.

El guion estaba escrito, sólo había que ejecutarlo y así ocurrió la última semana de enero con el día 27 como punto álgido, cuando decenas de miles de pequeños especuladores lanzaron sus órdenes al mercado por medio de la plataforma Robinhood, que, al no encontrar contrapartidas suficientes en su propia casa, se vio obligada a buscarlas en el “creador de mercado” Citadel Security, su market maker habitual.

Y era ahí, en esa relación, donde surgía la simbiosis entre la aplicación, supuestamente defensora de la socialización de las finanzas y los “viles hombres de traje” del intermediario, ya que ésta servía de canal de envío de órdenes a mercado y era este último el que cruzaba instrucciones a precios muy similares, que no iguales, aprovechando minúsculas diferencias. En definitiva, una operativa con poco margen pero gran rotación, en la que los nanosegundos lo son todo.

Y en esa vorágine originada por el inmenso caudal de órdenes netas y volatilidad extrema, apareció un elemento inesperado: la exigencia de potentísimas garantías por parte de la Cámara de Compensación, ante el gran riesgo de contraparte.

En definitiva, surgió una escaleta de garantías imposibles, una serie de Margin Calls en cadena.

Una tormenta perfecta para Melvin Capital, el fondo que operaba en corto, que ante los requerimientos y la posibilidad real de perderlo todo, tuvo que buscar apoyo financiero en el propio Citadel.

La cuadratura del círculo, en la que la aplicación que servía de canal para derrotar a los bajistas, tuvo que tomar una drástica decisión para ayudarles.

Así, de esta forma tan imprevista, los propios pequeños inversores, actuando coordinados y en masa, provocaron un efecto ni deseado, ni mucho menos intuido: el cierre en un momento dado, de la posibilidad de comprar acciones de Gamestop por medio de Robinhood, además de otros operadores.

En cierto modo, se topó “por decreto” el precio máximo de cotización de la compañía, quedando únicamente la posibilidad de vender títulos, con el consiguiente desplome del precio.

Miles de pequeños robinhoodes quedaron atrapados allá arriba, cuando la cotización de las acciones ya había caído a plomo, víctimas de su propia estrategia, estudiantes que habían utilizado los préstamos universitarios para especular, jóvenes y ‘seniors’ que operaban muy apalancados, confundiendo el mercado de valores con un casino.

En el momento de escribir esta columna, el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes americana, sigue estudiando el asunto con el fin de depurar responsabilidades, que intuyen existen, en alguno de los eslabones de la secuencia. El caso, sin duda, da para rodar una película.

Me gusta ver al mercado como un aliado al que se debe llegar siempre con mucho respeto, interiorizando herramientas clave con las que evitar, en la medida de lo posible, que la flecha se desvíe de la diana.

Invirtamos primero en sensatez y cordura, trabajemos la paciencia y desarrollemos con la ayuda de profesionales, la estrategia acorde a nuestro perfil y objetivos.

Respetemos, en definitiva, el ahorro que tanto cuesta construir.