Fortalezas y áreas de oportunidad de los ecosistemas de emprendimiento

Hablar de un ecosistema es hablar de vida, tanto en la naturaleza como en la economía. Un ecosistema promueve la interdependencia y alineación en pro del bien común; es tan rico como diverso consigue ser, construyendo resiliencia y dotándose de mecanismos que a la vez que le defienden del exterior también cuidan su medio interno. Sin embargo, sus fortalezas pueden ser tan frágiles como sus equilibrios. Estudiarlos, comprenderlos, protegerlos y enriquecerlos para que creen más vida y de mejor calidad, no es sólo primordial en la naturaleza, sino también en la economía y la sociedad.

Más de un año de trabajo colaborativo entre los diferentes Impact Hubs ibéricos y la empresa de estudios Mercatec, culminó con el Índice de Ecosistemas de Impacto 2020, el primer informe que define, mide y establece un ranking de los ecosistemas de emprendimiento de impacto más vibrantes del país. La medición del impacto social se ha trabajado desde muy diferentes ámbitos, desde los famosos ODS de la ONU dirigidos a los estados nación, hasta la guía CEGES de la UE, una metodología europea que mide el impacto social de cualquier organización o proyecto.

Sin embargo, el análisis de los ecosistemas de dimensión territorial media como la provincia, que no se había analizado hasta ahora, nos permite entender un ecosistema con entidad propia, con un cuerpo social que vive e incide en dicho territorio y es, en gran medida, responsable de su futuro. Además, hasta el momento, los ecosistemas de emprendimiento habían sido analizados sin tener en cuenta el eje medioambiental, como si éste estuviera al margen de dichos ecosistemas. En este índice se han analizado las 50 provincias españolas como ecosistemas de emprendimiento de impacto, gracias a un modelo de análisis propio que se construye en relación a tres ejes: económico-empresarial, socio-cultural y medioambiental.

Como resultado de esta medición, las tres provincias vascas se encuentran entre los primeros puestos del ranking, junto con Madrid, Barcelona, Navarra y el resto de provincias catalanas. Araba lidera la lista con buenos resultados en los tres ejes, especialmente en el sociocultural; este equilibrio no es frecuente, debido a la presión que el desarrollo económico suele ejercer sobre el medioambiente; esto se aprecia en Bizkaia, que baja al 6º puesto del ranking por su puntuación en dicho eje. Por su parte Gipuzkoa, se encuentra en el 3º puesto del ranking, con un eje medioambiental mejor posicionado relativamente, aunque lejos de Araba que se mantiene en los puestos de cabeza de la lista.

En el ámbito económico-empresarial se puede apreciar que los ecosistemas vascos son fuertes y desarrollados, cuentan con una sólida estructura y con fuertes canales de financiación pública. Se puede considerar esta sólida estructura como la capa dura del ecosistema, aquella que actúa como base o fundamento de su desarrollo. Se trata de un ecosistema que apuesta por las empresas tecnológicas, por la I+D, por la red de centros de ciencia y tecnología, por los centros de innovación, etc. Sin embargo, por el otro lado, nos encontramos con un ecosistema al que le falta desarrollar la capa blanda, el tejido conectivo, la capilaridad, los canales no oficiales, los coworkings, las empresas de impacto social, el emprendimiento que se puede ver en una menor presencia de autónomos... Esta capa es fundamental de cara a la resiliencia y a la capacidad de adaptación y transformación que cualquier ecosistema precisa.

En el eje socio-cultural encontramos una radiografía similar a la del económico-empresarial en cuanto a la doble lectura de las capas dura y blanda, siendo en este caso la capa dura la apuesta por el talento en el área STEAM, (ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas), claramente relacionado con la apuesta por la I+D del territorio, con fluidez de gasto público en las diversas áreas culturales y el turismo, etc.

En la otra cara de la moneda, nos encontramos con carencias en la capa blanda, en la conectividad y las asociaciones de tipo social, la diversidad cultural, el emprendimiento en industrias culturales y los profesionales liberales. Y a esta carencia de capa blanda hay que sumarle, además, una insatisfacción tanto con nuestro trabajo como con nuestro ocio, junto con un peor cuidado de la salud.

Y en tercer lugar, la lectura de los indicadores del eje medioambiental, nos ofrece una imagen de ecosistemas ocupados y preocupados por la separación y gestión de los residuos, pero que hace pocas concesiones a la hora de cuestionar un alto nivel de vida y consumo. En el mismo sentido, a pesar de tener preocupación por el medioambiente, hay carencias relativas también en el desarrollo de la economía rural y en la producción ecológica.

Se pueden identificar, por tanto, algunas áreas de oportunidad claras: La Economía Circular/Economía Verde. Más que oportunidad, un deber. No se concibe una economía sin sensibilidad medioambiental. Más allá de la tendencia general, en los ecosistemas de Euskadi, se ha detectado un punto débil claramente en este campo. Economía Social/Economía colaborativa. La conectividad y el emprendimiento, como ya hemos destacado con anterioridad, por un lado, y la economía de impacto social, por otro, hacen de este campo un terreno de oportunidad claro. Economía Rural/Economía Ecológica. El modelo de desarrollo del territorio es eminentemente de corte urbano, siendo el entorno rural muchas veces el gran olvidado. Por otra parte se ha detectado como punto débil la producción ecológica, lo que supone claramente un campo de oportunidad empresarial para el futuro. Vida saludable/consumo responsable. Se trata además de una macro tendencia que se aprecia especialmente necesaria en Euskadi, que a pesar de disfrutar de un alto nivel de vida, no destaca en el cuidado de la salud.

En conclusión, no conviene regodearse con las buenas posiciones en el ranking, sino trabajar para que los ecosistemas de emprendimiento de impacto vascos sean aún más resilientes y dinámicos, trabajando la conectividad, la diversidad y el emprendimiento en los tres ejes.