Lo siento chaval, yo no puedo hacerte rico

Dice mi padre que lo que el mercado te regala, acabarás devolviéndoselo, pagando además un alto tipo de interés por el préstamo. Y es difícil no darle la razón si tenemos en cuenta la sutileza “te regala”, porque entrar en cualquier mercado, de acciones, materias primas, divisas, criptomonedas..., sin un conocimiento previo, ni una planificación adecuada, viene a ser algo así como una lotería de resultado binario y en la mayoría de las ocasiones, con demoledoras consecuencias.

Vivimos sumergidos en la era de la tecnología, que nos proporciona un arma de doble filo, la inmediatez. Hoy, podemos seguir online los meditados discursos de los banqueros centrales, o la cotización en tiempo real de las cripto, después de cada tuit de Elon Musk. El efecto casi instantáneo de esta vorágine informativa, acaba provocando en mucha gente una patología psicológica denominada FOMO (Fear Of Missing Out) o temor a quedarse fuera, a perderse algo, por ejemplo, la posibilidad de dar un pelotazo, como nos dice que está viviendo el vecino o el cuñado.

Los asesores patrimoniales tratamos de evitar que nuestros clientes caigan en esa trampa mental. Cada perfil de riesgo soporta su propia volatilidad y añadir determinados activos a según qué carteras, podría llegar a provocar pesadillas en el corto plazo. Y en este sentido, debemos hacer extensiva esa cautela, también entre nuestros jóvenes, que cada vez se lanzan a edades más tempranas a invertir por su cuenta, a menudo, sin la preparación adecuada, abducidos por desafiantes cantos de sirena que se difunden desde algunos canales sociales.

La Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) publicaba en octubre un comunicado sobre recomendaciones de inversión, haciendo especial hincapié, precisamente, en las emitidas para un público amplio desde redes sociales.

La semana pasada se presentó en mi despacho el hijo de un amigo para que le señalara el camino más corto para ganar mucha pasta: “Lo siento chaval, yo no puedo hacerte rico”, le contesté. Y le hablé de formación, esfuerzo, paciencia..., le señalé, en definitiva, el camino hacia el mundo real.