La ultramaratón

Nunca he corrido una ultramaratón. Una compañera del club de running Donostiarrak, me está animando para que, cuando cumpla medio siglo, participe en la subida al Veleta en Sierra Nevada. Todo un reto por sus 50 km de recorrido y su desnivel. Sonrío al recordar que hace casi 54 años, Kathrine Switzer desafió la creencia de que las mujeres éramos incapaces de correr una maratón. Hicieron falta 17 años para que se incluyera la maratón femenina en unas olimpiadas.

Por eso, para mí, la carrera de la mujer en el mundo empresarial es como una ultramaratón. Según el informe Closing Gap, la economía española aumentaría en un 18,5% su PIB si eliminara la brecha de género. Este crecimiento compensaría ampliamente el PIB perdido el año pasado durante la pandemia. Y hasta el siglo pasado la mujer era prácticamente inexistente desde un punto de vista económico, político y social. Así que estamos más cerca de la salida que de la meta, con un ritmo de carrera más lento del conveniente.

Según el Foro de Davos, tardaremos casi un siglo en alcanzar una igualdad de género teórica y 257 años en lograr una igualdad de género real en el mundo.

Tengo una lesión en el sóleo y hoy parece imposible que llegue a subir al Veleta. Una sensación que acompaña a muchas mujeres, que, a pesar de gozar de una igualdad teórica, se enfrentan a techos de cristal. Techos a veces discontinuos, que aparecen en determinados momentos de la vida y circunstancias.

Deberíamos acelerar el ritmo. ¿Pero cómo? Tengo que confesar que hasta hace muy poco era totalmente contraria a las cuotas. Sólo me faltaba oír que, a pesar de todo el esfuerzo realizado, se nos reconociera sólo por el hecho de ser mujeres.

Pedro Luis Uriarte, una de las personas más comprometidas con la igualdad de género que conozco y que cuenta con amplísima experiencia en consejos de administración, me convenció: “No se pueden resolver situaciones de desequilibrio con medidas equitativas”. Subamos el ritmo.