Las cuatro competencias más necesarias en la era post-Covid

Soy de la opinión que podemos convertir la crisis del Covid-19 en una gran fuente de aprendizaje para nuestra mejora. Es cierto que ha irrumpido sin pedirnos permiso, obligándonos a cambiar muchas cosas, de manera profunda y a gran velocidad. Ha puesto en cuestión nuestras rutinas, nuestras seguridades y -en el fondo- nuestra autosuficiencia, para recordarnos con más fuerza lo esencial: “La dignidad de las personas debe de estar -más que nunca- en el centro de todo; sin dejarnos arrastrar por lo superfluo”. Esta crisis nos ofrece una nueva oportunidad, un mundo entero de nuevas posibilidades, muchas de ellas mejores que las que alcanzábamos a ver. Por eso, no tengamos miedo, aprovechemos para aprender y saldremos mejores.

Entre las cosas que han cambiado, se encuentran las competencias más necesarias -ineludibles- que describen a un buen profesional para esta nueva era. Primero, la serenidad interna. Ser capaces de asumir y gestionar la enorme incertidumbre que existe a nuestro alrededor de la manera más natural y positiva posible. Aceptar que una buena planificación, aunque sigue siendo más necesaria que nunca, se puede ir al traste de un día para otro. Ya no tenemos seguridad ni garantía de nada. Ni siquiera a 1 año vista (en el puesto de trabajo, nuestros ingresos futuros, el colegio de los hijos, etc.). Si somos capaces de mantener esa serenidad interior, esto nos posibilitará hacer una planificación adaptada a esa nueva realidad y tomar decisiones apuntando a lo mejor en cada momento.

Esa serenidad incluye comportamientos como: tomar conciencia de los riesgos sin dejarse llevar por la ansiedad, gestionar nuestros miedos, evitar la parálisis y ser positivos frente a las amenazas. Lograr que la gestión de nuestro equilibrio interior nos ofrezca un anclaje (serenidad interna) que nuestro entorno material ya no nos puede ofrecer. Esto nos permitirá construir la mejor alternativa en cada momento sin que nos lastren nuestras emociones negativas.

Las personas con aversión al riesgo, que necesitan grandes seguridades, muy “preocuponas” por el futuro o que se resistan al cambio, no prosperarán. Hay que aprender a vivir al día: lo mejor posible, ese día. Mañana ya veremos cómo viene; pero si lo afrontamos desde la serenidad nos ofrecerá una gran ventaja.

En segundo lugar, el rendimiento deslocalizado. Entrar en cuarentena, vivir en confinamiento, trabajar a distancia o en circunstancias muy diversas, será lo normal. O se es capaz de ofrecer rendimiento con estos nuevos parámetros de multiespacio o difícilmente nuestro rendimiento será sostenible. Ese rendimiento “en cualquier lugar”, exige del profesional: cualificación para utilizar herramientas telemáticas, saber conciliar sin necesidad de establecer barreras físicas, saber organizarse y centrarse en lo relevante.

Contar con personas capaces de automotivarse (impulso propio sin necesidad de un supervisor), conciliar trabajo-familia-ocio en cualquier momento y espacio (también en home office) y con capacidad para concentrase en un entorno cambiante, son cualidades del nuevo profesional. Aquellas personas que sean muy dispersas, que necesitan compartimentar mucho las diferentes áreas de su vida para poder rendir (trabajo, descanso, familia); o que precisan del contacto con otros trabajadores para concentrarse, mermarán en su rendimiento.

Le sigue en tercer lugar, la capacidad para sobreponerse a las dificultades (resiliencia). Va más allá de la capacidad de adaptación al cambio que conocíamos. Ya no es un cambio generacional ni cultural. El cambio no será paulatino, pues nuestro escenario va a volver a cambiar: con certeza, más bien pronto y radicalmente. No olvidemos que, en una semana, tuvimos que paralizar todo el país como nunca antes ni siquiera hubiéramos imaginado.

La adaptación ha dejado de ser progresiva, y nos exige ser capaces de desplegarla de una manera inmediata y consistente. Además, quizá ese cambio venga acompañado de una dura fatalidad. La resiliencia nos permitirá recobrar pronto el equilibrio perdido tras un impacto negativo, asumir pacíficamente las nuevas limitaciones, buscar otras oportunidades que existen en ese nuevo escenario y proactividad para moverse con rapidez y criterio.

Las personas que son propensas a las rutinas, demasiado premiosas, con pensamientos negativos o requieren de un gran periodo de duelo, quedarán fuera del nuevo escenario.

Finalmente está la escasez de recursos. Porque el futuro no solo es más incierto, sino que la disponibilidad de medios será más escasa. Hay que dotarse de lo mínimo imprescindible para trabajar bien pues, la época de la abundancia -o la seguridad para poder disponer de grandes medios- ya ha terminado o, al menos, será muy incierto. El hacer más con menos es insoslayable. Lo único que no ha cambiado es nuestra capacidad para gestionar nuestro propio tiempo, porque los demás recursos serán solo circunstanciales o aleatorios.

Contar con herramientas básicas pero suficientemente eficaces y no perder de vista que lo que era normal: el contacto con mi equipo o con mi jefe, las visitas a clientes, ferias, reuniones, viajes, etc. seguirán la nueva pauta en la que “hoy se puede, pero mañana no se puede”. Aprovéchalo cuando puedas, pero prepárate para cuando no puedas.

Las personas que necesiten de grandes medios para hacerse valer (fuertes inversiones, viajes, entornos, apoyos, etc.) se sentirán venidos a menos o frustrados. Hay que aprender a obtener algo extraordinario con recursos muy limitados y ordinarios.

Todo esto no significa que el resto de competencias profesionales habituales: visión de negocio, negociación, capacidad para trabajar en equipo, delegación, etc.; no sirvan. Por supuesto que sí; pero será dentro de este nuevo eje de coordenadas que hemos descrito: enorme incertidumbre, deslocalización, adversidad y escasez de recursos.