Gipuzkoa avanza hacia la nueva movilidad

Cuenta la leyenda que, a principios del siglo pasado, un tal Horace Rackham, abogado de otro tal Henry Ford, encontró bastantes dificultades para reunir recursos e invertir en una por entonces desconocida Ford Motor Company. Según recoge la anécdota, el visionario presidente de uno de los principales bancos de Michigan intentó disuadir a Rackham ya que, a su juicio, “el automóvil no es más que una novedad, una moda”, mientras que “el caballo está aquí para quedarse”. Supongo que el primer ser humano que se subió a un equino, hace 5.000 o 6.000 años, escucharía comentarios parecidos de las y los congéneres de su época.

Recelo o escepticismo son reacciones lógicas ante cambios o transformaciones sociales de calado, y las que afectan al campo de la movilidad lo son. Por tanto, no es de extrañar que, en época actual, haya quien siga desdeñando cualquier alternativa a los combustibles fósiles y, como hiciera el director del banco de Michigan, crea que los vehículos eléctricos no sean más que una moda pasajera. Los hechos, sin embargo, dicen lo contrario: los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU o el Pacto Verde de Europa marcan la hoja de ruta de la agenda global, y ésta apunta a una transición hacia una economía limpia y circular, que restaure la biodiversidad y reduzca la contaminación.

Un nuevo mundo en el que la movilidad será monopolio de vehículos de baja emisión o, incluso, emisión cero. Las grandes potencias industriales y las principales marcas del sector automovilístico llevan ya un tiempo trabajando en ello: Volvo y Mercedes han unido fuerzas para desarrollar camiones de hidrógeno, Volkswagen ha anunciado inversiones de hasta 33.000 millones de euros para desarrollar y comercializar vehículos eléctricos, Alemania destinará más de 1.500 millones a la investigación y desarrollo de baterías y el Banco Europeo de Inversiones quiere movilizar, solo este año, más de 1.000 millones para el desarrollo de baterías eléctricas. Por poner unos ejemplos.

La llegada de la pandemia global del Covid-19 no ha hecho más que espolear todo este proceso de transformación. Las instituciones europeas, en su particular Plan Marshall para la reconstrucción continental post-pandemia, han subrayado en rojo los pilares que ha de tener el mundo venidero, que tendrá que ser digital y verde. Dos características que dejan a las claras que la revolución en el ámbito de la movilidad no tiene vuelta atrás.

Ante este escenario, caben dos tipos de reacción: negar la mayor y esperar a que la realidad nos pase por encima, o reaccionar e intentar aprovechar la oportunidad. Obvia decir la importancia que la automoción tiene en Euskadi y en Gipuzkoa, puesto que nuestra industria está muy ligada al sector. Hablamos de una facturación anual cercana a los 20.000 millones de euros y de en torno a 40.000 empleos a nivel de comunidad autónoma. Trabajar por la nueva movilidad no es por tanto un simple intento de generar nueva actividad económica, sino que también significa apostar por el futuro de buena parte de nuestro sector industrial. Tenemos mucho en juego.

Por fortuna, el punto de partida de Gipuzkoa en este proceso de transformación de la movilidad es bueno. Muy bueno, me atrevería a decir. Nuestro territorio cuenta con piezas muy potentes en este campo, como empresas tractoras y referentes a nivel mundial en el ámbito de la electromovilidad, industria auxiliar ligada al sector, centros tecnológicos, universidades y una administración implicada. Conectar todos estos a veces inconexos elementos, crear dinámicas de colaboración y sinergias y hacer que el sector de la nueva movilidad guipuzcoano fluya, es el reto que tenemos por delante para mejorar nuestro posicionamiento en este sector.

Gipuzkoa tiene los mimbres para convertirse en un referente internacional, pero necesita actuar como territorio, necesita de una estrategia compartida. Éste es, precisamente, el punto de partida de Mubil, el centro de electromovilidad de Gipuzkoa, que parte con el objetivo antes citado de situarnos en la vanguardia mundial de la nueva movilidad a todos los niveles, actuando sobre tres ejes: desarrollo de capacidades e infraestructuras, desarrollo industrial y tecnológico y mejora de nuestro posicionamiento.

Mubil es un proyecto impulsado por la Diputación Foral de Gipuzkoa, pero que surge al abrigo de Etorkizuna Eraikiz, la iniciativa foral para construir entre todos y todas el futuro de Gipuzkoa. La base de Etorkizuna Eraikiz es un modelo de gobernanza abierto y colaborativa, por lo que imperan las reflexiones, soluciones y tomas de decisiones compartidas. Mubil bebe de esta filosofía, por lo que la cooperación multiagente es parte fundamental de su identidad. Es decir, aspira a implicar al mayor número posible de agentes, tanto del ámbito público como del privado, para avanzar hacia la consecución de sus objetivos.

Quiero insistir en este punto: Mubil no es una mera infraestructura, no es un simple centro físico que ahora se ubica en el polígono Usabal de Tolosa y más adelante se trasladará al parque industrial de Eskuzaitzeta, en Zubieta (Donostia) y del que pueda valerse éste u otro agente. El planteamiento es mucho más ambicioso, ya que pasa por generar un ecosistema o polo sobre nueva movilidad en torno a él. No se trata solamente de poner nuevas herramientas a disposición del sector, sino de estructurarlo y ordenarlo para, en último término, llegar a fortalecerlo.

La apuesta que hacemos con Mubil es ambiciosa, y por tanto integral, ya que pretendemos dar cobertura a todos los nuevos retos que se plantean en el ámbito de la nueva movilidad: buscamos resolver retos tecnológicos complejos y convertirlos en nuevas soluciones avanzadas, impulsar la competitividad del sector, fomentar la creación de nuevos negocios y poner a disposición de los usuarios finales un entorno real de pruebas. Un desafío de calado, que Mubil no puede afrontar solo: la clave de su éxito radicará en que acertemos en tejer esa red de agentes colaboradores. Tenemos las puertas abiertas para ello.