Pocas certezas y muchos interrogantes

La crisis originada por la irrupción de la pandemia del Covid-19 ha provocado que en 2020 la economía haya entrado, a todos los niveles y en todos los sectores, en un territorio inhóspito. En este ámbito, ni Euskadi ni Bizkaia son una excepción. El efecto del virus ha mermado gravemente nuestra actividad económica y ha afectado muy negativamente al empleo.

En estas circunstancias ponerle números a la crisis sanitaria es muy arriesgado porque cambian a diario, los modelos económicos no están preparados para ello y no tienen la precisión suficiente. En cualquier caso, las estimaciones adelantan unas consecuencias demoledoras de la epidemia en todas las áreas del tejido empresarial, principalmente en comercio y turismo, y en la creación de empleo. Todo parece indicar que nadie se salvará este año de la recesión.

Las perspectivas sobre la evolución del PIB vasco podrían situarse para 2020 en una caída de entre el 9,5% y el 10,5%, con una mejoría para 2021 en el entorno del 6% y 7%. Los datos para Bizkaia serían muy similares. Las cifras son muy llamativas y la situación es grave. Además, hay que tener en cuenta que la expansión de la segunda ola de la pandemia ha obligado a nuevas restricciones que han frenado la recuperación, aunque la euforia contenida por la vacuna puede animar y adelantar una mejor expectativa socioeconómica.

La economía vasca puede verse claramente favorecida por la relevancia de su industria, con un peso del 24% frente al 18% de España, y por las exportaciones que, aunque registran un descenso, el retroceso empieza a ser menor. Y en especial, por aquellas industrias que, habiendo apostado de manera decidida por la internacionalización, son capaces de mostrar una mayor resiliencia frente al impacto de cualquier crisis, ya sea de índole local o global.

Las relaciones comerciales y la cooperación deben ser un revulsivo para seguir vertebrando nuestra acción exterior. En este aspecto, la diversificación de la actividad en distintos mercados supone, por tanto, una condición que ahora y siempre nos va a permitir minimizar el impacto de las adversidades externas, aportando solidez y estabilidad.

Si valoramos la situación de otros sectores estratégicos, la construcción, la compraventa de viviendas, ha sufrido recortes en sus operaciones del 19%; sin embargo, hay señales de que el mercado inmobiliario se está recuperando del golpe sufrido en los meses más duros del confinamiento, en los que la imposibilidad de movimientos frenó su celeridad. Las estimaciones son de una caída del 9,6% del PIB de la construcción en 2020 y una recuperación en 2021 del 8,2%.

Igualmente, el sector de servicios prevé una disminución del 9% para 2020 y una recuperación del 8,5% en 2021. El comercio minorista es el que peor lo está pasando. Así, su actividad se ha contraído un 5,7% en el balance de los tres primeros trimestres de 2020 en Euskadi, con un comportamiento dispar entre las ventas en alimentación que han aumentado un 5,7% y las ventas del resto de productos que han bajado un 12,7%. También hay que destacar el descenso en la llegada de viajeros a Euskadi. Los viajeros con origen en el extranjero disminuyen un 71,7%, mientras que los viajeros estatales lo hacen un 48,0%. Y, como consecuencia, las pernoctaciones disminuyen un 59,2%.

Respecto al mercado de trabajo en la comunidad autónoma, se nota una mejoría en la ocupación y una disminución del número de personas en situación de desempleo, lo que sitúa la tasa de paro en el 10%. En el caso de los afiliados a la Seguridad Social también se constata una mejoría, con un aumento en 12.421 personas, lo que supone un total 958.355.

Con este escenario, los próximos meses, e incluso años, van ser decisivos, con dos frentes claramente abiertos: la salud pública y el rescate económico, pues el hallazgo de una vacuna efectiva marcará un punto de inflexión en el proceso de nueva normalidad. Proceso en el que mantener y recobrar el empleo y el bienestar social perdidos deben ser los retos.

Por otra parte, no podemos olvidar que en la crisis actual también hay que poner en valor la solidaridad de la Unión Europea. No cabe duda de que los 140.000 millones de euros previstos constituyen una oportunidad única para apoyar la recuperación, pero también suponen un importante desafío para llevar a cabo proyectos con el mayor efecto multiplicador en términos de creación de empleo, inversión y mejora de la productividad. Su ejecución debe ser rápida y eficiente.

La estrategia de salida y las medidas a poner en marcha deben generar certidumbre para que las empresas puedan dirigir su innovación, financiación e inversión a las nuevas necesidades económicas y sociales que surgen tras la crisis, como una transformación innovadora y digital más intensa y eficaz.

A partir de aquí, nadie debe esperar recetas milagrosas, pero sí soluciones acertadas. En este sentido, el impulso del sector industrial, de las actividades de internacionalización, la innovación y la digitalización pueden ser decisivas.

No se trata solo de volver a la situación anterior a la pandemia, sino de aprovechar el momento para hacer los deberes pendientes que nos permitan progresar como economía y como sociedad.

Colaborar es el verbo que debemos conjugar: las administraciones, las empresas y las personas. Los distintos agentes económicos, como CámaraBilbao, debemos ser conscientes de que hay que aunar esfuerzos en pro de un ecosistema que permita reconstruir la confianza, un elemento clave para el desarrollo de la recuperación social y económica.

En definitiva, hemos de ser conscientes de que, en el largo plazo, quien tendrá éxito no será quién aguante mejor la crisis, sino el que sepa aprovechar más las oportunidades que nos reserva el mañana.