La Teoría Monetaria Moderna y los valores de las democracias occidentales
Los problemas que acarreaba la economía mundial se exacerbaron en 2020 por el impacto sin precedentes del Covid-19. Altos niveles de desempleo, elevadas deudas (tanto privadas como públicas) y déficits públicos, una distribución de la riqueza cada vez más polarizada, concentración empresarial en aumento, y una larga recuperación económica, reminiscente de la que tuvimos la última década, son solo algunos de los problemas que tendremos que afrontar en años venideros. Y, sin embargo, hay un grupo de economistas, agrupados bajo el nombre de Teoría Monetaria Moderna (MMT), que piensan que uno de los supuestos problemas anteriores, la deuda y el déficit públicos, no es un problema como tal, y que de hecho es la solución al resto de problemas – y una llave hacia sociedades más prósperas.
Stephanie Kelton, profesora de economía y políticas públicas en Stony Brook University, nos trae en su reciente último libro, The Deficit Myth, la narrativa más accesible hasta la fecha sobre la MMT: qué es, cuáles son sus premisas fundamentales y qué gobiernos pueden aplicarla. Este último matiz es especialmente importante, ya que, como señala Kelton, no todos los países se sitúan en la misma parte del “espectro de la soberanía monetaria”: están desde aquellos que emiten su propia moneda y no tienen deudas en moneda extranjera (como el caso de Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia, Reino Unido y China), hasta los que o bien están en una unión monetaria (Unión Europea, los diferentes estados en EEUU) o sus economías están dolarizadas (Ecuador), perdiendo completamente su soberanía monetaria. Es en los primeros países en los que se aplican mayoritariamente las recomendaciones de la MMT.
Con este proviso, el libro desmonta una serie de mitos populares sobre la deuda y los déficits públicos en los países con soberanía monetaria. Los principales mitos para Kelton son: que el presupuesto gubernamental es igual que el que llevan las familias mes a mes, que los déficits no son señal de estar gastando más de la cuenta, que nuestros hijos acabarán pagando las elevadas deudas gubernamentales de hoy en día, y que los déficits gubernamentales desincentivan la inversión privada. En todos estos casos, los errores conceptuales vienen de no apreciar que el Estado es el único emisor posible de la moneda (es un monopolio, y siempre lo ha sido), y que por lo tanto nunca puede tener escasez de ella, y de que los pasivos y el gasto de alguien (en este caso, la deuda y los déficits públicos) son activos e ingresos de algún otro (ej. hogares y empresas).
Dado que de acuerdo con la MMT el papel principal de los impuestos no es recaudar para equilibrar el presupuesto, ya que el Estado siempre puede emitir más moneda, ¿cuál es su papel entonces? Se podría resumir en cuatro puntos. Primero, como control de la inflación, que es el real indicador (y no los déficits) de sobregasto por parte del Estado. Segundo, como mecanismo para redistribuir la riqueza de unas personas a otras o de unos sectores a otros. Tercero, como mecanismo para incentivar (o desincentivar) diversos comportamientos, como la energía verde, el tabaco o el alcohol.
Y finalmente, los impuestos garantizan al Estado el control de la moneda y la definición de qué es curso legal y qué no, obligando a la gente a proveer sus servicios para, a cambio, obtener la moneda con la que poder pagar sus impuestos.
Es indudable que, con independencia de la simpatía que se tenga por la MMT, su relevancia en el discurso público va a crecer como la espuma en los años venideros, dados los altos niveles de desempleo y deuda en las economías desarrolladas y el problema demográfico -así como la acuciante necesidad de probar nuevas soluciones por parte de una clase política que, además de no haber sabido estar a la altura requerida en la respuesta contra la pandemia, se está quedando sin ideas de cómo afrontar los principales problemas económicos de este siglo-.
En esta línea, hay una razón más, que no debería subestimarse, por la que la MMT va a ir en aumento en las democracias occidentales, y no es otra que China. China lleva décadas aplicando de manera exitosa variedades de la MMT a través de agresivas políticas de inversión, las cuales han permitido su superior desempeño económico sobre el resto de economías emergentes; de seguir esta tendencia, será la economía más importante del planeta a finales de esta década. Dado que las democracias occidentales ya están empezando a pensar en China más como un contendiente a largo plazo que como una oportunidad económica a corto plazo, no es descartable que estas mismas democracias decidan prescindir de paradigmas económicos que, en los últimos años, han supuesto un inexcusable lastre en términos de crecimiento. Desde este punto de vista, no sólo es una cuestión de qué paradigma económico está en juego, sino si seremos capaces de absorber varias de las lecciones de la MMT para poder salvar los propios valores de las democracias occidentales.