¿Por qué es necesario ser rico para poder invertir en las compañías más pequeñas?

España cuenta con buenos fondos de small caps, pero destinan una ínfima parte de su patrimonio a posicionarse en micro caps, en las compañías más pequeñas, como las que cotizan en BME Growth, el mercado de las pymes (el antiguo Mercado Alternativo Bursátil). El problema es que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) les impone, para proteger a los inversores, limitaciones para lo que denomina “activos de reducida liquidez”. Es cierto que las microcaps no destacan precisamente por su elevada liquidez. De los 119 valores que cotizan en BME Growth, solo 15 (entre ellos Atrys Health, Gigas o Proeduca, de las que hablamos en este número de Inversión a Fondo) se negocian en mercado abierto, lo que implica que han logrado el reto de aumentar su liquidez. El resto de valores se negocian en fixing (es decir, que concentran las órdenes de compra y venta en 2 momentos puntuales del día).

Ese excesivo paternalismo por parte de la CNMV impide que un inversor de a pie pueda participar de las historias de éxito de start ups desde que capitalizan 10 millones hasta que, en el mejor de los casos, saltan al Ibex 35. Que, por 1.000 euros, el particular pueda embolsarse la rentabilidad que a largo plazo arrojan esos proyectos. Estas inversiones (al igual que la inversión en deuda privada, que tan necesaria va a ser dada la glaciación de la rentabilidad que sufre la renta fija) están, al menos por ahora, reservadas a los institucionales, o a quienes cuenten con una inversión mínima de 100.000 euros (al menos, este ticket medio ya se ha reducido por iniciativa de varias entidades; hace no mucho no bajaba de los 200.000). No es así en todas partes; otros países, como por ejemplo Francia, no veta estas compañías al minorista.

Para permitir que más flujos lleguen hacia esas compañías en fases iniciales que necesitan financiación, sería útil la creación de fondos cerrados o semicerrados de micro caps, donde el reembolso no fuese automático, sino a través de ventanas de liquidez. Solo sería necesario explicar al particular que, probablemente, no contará con una ventana de salida para su inversión hasta que transcurran, pongamos por caso, cuatro o cinco años. En realidad, este enfoque encaja precisamente con aquello que se intenta inculcar a los inversores: que la inversión debe ser, por definición, a largo plazo.

Este número de Inversión a Fondo hemos querido dedicárselo a las empresas de BME Growth que más recorrido tienen en opinión de gestores y analistas, y que tan desconocidas son para el inversor normal. Estas compañías ofrecen lo que todavía le falta al Ibex 35: las hay que están implicadas en la fabricación de test rápidos de Covid-19 con saliva; otras prestan servicios de conexión remota en un año en el que todos hemos trabajado remotamente; también las hay que fabrican plásticos biodegradables, o que ofrecen educación a distancia. Ojalá pronto estén al alcance de todos.