La gestión activa bajará el coste fijo
y hará ‘florecer’ la comisión de éxito

El año 2020 está ofreciendo una oportunidad excepcional para aquellos gestores capaces de navegar aguas turbulentas. Pero la gestión pasiva lo hace mejor y es mucho más barata. Los expertos coinciden en que la activa acabará ligando sus comisiones a los resultados

La gestión pasiva, que lleva unos años gloriosos, no va a dar marcha atrás. Nadie duda, al menos entre los expertos consultados por Inversión a Fondo, de que su crecimiento es imparable. Pero es cierto que el impredecible crash que supuso el Covid-19 abrió, y sigue haciéndolo, oportunidades para los gestores activos, poniendo a prueba su capacidad para detectar compañías que cotizan por debajo de lo que valen. Al mismo tiempo, la pandemia ha producido justo el movimiento inverso: una nueva generación de inversores millennials ha llegado al mercado de la mano de aplicaciones como Robinhood, exentas de comisiones.

Un roboadvisor cobra, de media, un 0,8% en España, mientras que un gestor activo implica unos costes medios del 1,94% -a este porcentaje ascienden los gastos corrientes de los fondos de bolsa global y española en los que al menos un 60% de la cartera está descorrelacionada con su índice de referencia, según datos de Morningstar-. En realidad, el precio no es algo absoluto sino relativo, reflexiona Ignacio Perea, director de inversiones de Tressis. “A mí, que un fondo me cobre lo que quiera si justifica el coste neto; lo triste es que te cobren a precio de activo y gestionen como un pasivo”, sintetiza. El problema está en que, de media, la gestión activa, que es mucho más cara que la indiciada, no bate a los índices.

”Esto no es blanco o negro. Hay mucho espacio para la gestión activa y también para la pasiva”, afirma Sergio Míguez, socio fundador de Alternative Ratings. Esta firma está especializada en la inversión en activos alternativos, un universo en el que, precisamente, la selección realizada por el gestor tiene una especial importancia. No es el único campo en el que el escaso seguimiento por parte de las casas de análisis, la falta de índices o la dispersión entre valores aconsejan optar por la gestión activa. También ocurre con las small caps -pequeñas cotizadas que están en el radar de pocos analistas- o con los mercados emergentes.

Míguez y Santiago Daniel, responsable de productos de inversión de Deutsche Bank España, coinciden en que la mejor opción es combinar en las carteras un núcleo donde estarían las inversiones más beta -pasivas y baratas-, con satélites de inversión activa con más potencial para generar alfa.

“La tendencia a ir hacia productos más baratos está aquí para quedarse, aunque es cierto que los gestores activos aprovechan para construir carteras movimientos extremos como los provocados por el Covid-19”, señala Daniel. Algunos fondos activos muy conocidos no es que estén generando alfa de forma consistente, sino que han hecho unas cuantas apuestas muy buenas. Y cuando el mercado sobrerreacciona, como en marzo, “ese es, sin duda, el momento de la gestión activa. Es en aguas turbulentas donde el gestor activo puede añadir valor”, afirma Daniel. La pandemia ha destapado “un caladero de pesca inmenso y muy interesante a largo plazo, e incluso a medio y corto también”, apunta Fernando Luque, editor senior de Morningstar.

Un buen gestor activo puede marcar una diferencia significativa en una fase de caídas como la de marzo y abril, añaden desde Fidelity; “Las ventas indiscriminadas son inherentemente ineficientes, lo que permite a estos inversores explotar las ventajas de información que señalan dónde y cuándo tomar o evitar la exposición”; en los momentos de rápida recuperación “la exposición pasiva a un índice puede generar rentabilidades adecuadas, pues la marea sube y eleva todos los barcos”. En cualquier caso, explican, inversión activa y pasiva “deberían coexistir en las carteras como otra forma más de diversificación”.

Los expertos coinciden en que la presión de la gestión pasiva se dejará notar cada vez más en las comisiones de la activa. Y apuntan a que, previsiblemente, se recortarán los costes fijos, y a que crecerá la comisión de éxito, que se cobra solo cuando el fondo consigue un objetivo determinado -generalmente, el de batir a un índice de referencia-. Todavía es muy poco utilizada en España, pero lo cierto es que a los clientes les gusta que la retribución de la entidad vaya ligada a los resultados obtenidos. Ignacio Ezquiaga, director corporativo de Banca Privada y Gestión de Activos de Bankia AM, explica que el “Bankia Gestión Experta, que es una gestión delegada de carteras, tiene una comisión fija y otra variable, y esa variable ha sido muy bien acogida, ya que ven que cuando el fondo no gana, la entidad no cobra la variable”. Ezquiaga cree que será una tendencia creciente.

“No puedes vivir ajeno a lo que ocurre en el sector”, agrega David Ardura, director de inversiones de la firma independiente Gesconsult, que considera que las gestoras deben reflexionar sobre su actual modelo de remuneración. “Venimos de años de QE casi ininterrumpido, lo que deja los mercados muy [preparados] para la gestión pasiva; esa corriente tiene difícil reversión. Pero situaciones como la de los últimos meses han generado grandes dispersiones entre sectores y valores. Los gestores activos tenemos que entender que ha cambiado algo de fondo, que estamos compitiendo con una gestión que lo ha hecho muy bien y que, además, tiene unos costes muy inferiores a los nuestros”. Ardura explica que “en la medida en que las dispersiones se incrementen, seguirán apareciendo oportunidades que los gestores activos debemos aprovechar”. ´

La comisión de éxito ya está ganando protagonismo en muchos fondos de gestión activa, explica Paulo Gonçalves, gerente de estrategia de Banca March, quien considera que la implementación “de un modelo de comisiones más ligado a unos objetivos concretos, y a una rentabilidad ajustada al riesgo podrán, en general, traer ventajas para los inversores”, dado que traerán consigo “una mejor alineación de los intereses entre la gestora y el partícipe”.

Mathias Blandin, responsable para Iberia de la Financière de l’Echiquier -entidad que invierte a través del stock picking, es decir, de la selección de compañías que el mercado no está valorando adecuadamente- pone el énfasis en una idea que ya destacaba Ignacio Perea, el problema de que la gestión activa sea, en realidad, gestión pasiva camuflada: “Algunos fondos teóricamente activos no tienen, en realidad, un elevado active share [porcentaje de la cartera gestionada de forma activa]. El active share de nuestros productos supera el 90%”, aclara.

El análisis hay que pagarlo

“Yo también creo que la tendencia será a reducir los costes, pero para aportar valor se necesita un equipo de análisis” que realice un estudio profundo de cada compañía, explica Carlos González, director de relación con inversores particulares de Cobas AM, y eso tiene un coste. En muchos casos, ese análisis va más allá de la propia compañía objeto de la inversión, y se extiende hasta sus clientes y sus proveedores, agentes clave para valorar posibles riesgos. Por eso, una serie de fijos son irrenunciables. “Para que una gestión activa aporte valor necesitas una comisión de entrada, aunque después introduzcas también una variable; de hecho, en Cobas tenemos un fondo que tiene comisión de éxito”. Pero cobrar unos fijos “razonables” es fundamental; sin ellos, “muchas pequeñas casas independientes que han nacido en España no podrían sobrevivir”, añade.

“Tenemos un equipo de 35 gestores y analistas, que necesitan una serie de herramientas, y que viajan para estar en contacto con las empresas, especialmente las small and mid caps”, explica Mathias Blandin, que pone de relieve que “sobre un universo de nicho se justifica el precio de la investigación”, y añade que “los costes pueden reducirse pero hasta cierto límite; no se podrá llegar a los de la gestión pasiva”. En su opinión, el de la comisión de éxito es un buen modelo. Santiago Daniel, también partidario de este variable, apunta, sin embargo, que esta fórmula debe estar muy bien diseñada para evitar defectos, como que una gestora favorezca a unos fondos con comisión de éxito frente a otros, o que la comisión incentive una excesiva asunción de volatilidad por parte del gestor.

“El buen análisis es caro”, asegura Víctor Alvargonzález, socio fundador de Nextep Finance, quien “tampoco vería mal pagar una comisión fija alta en un fondo de gestión activa que supere de forma consistente a su índice de referencia”, o que realice “algún tipo de inversión especializada o sectorial que requiera contar con un trabajo de análisis importante”, explica.

Un inversor más maduro

El crash del Covid-19 ha sido brutal, pero lo cierto es que las salidas de dinero de fondos han supuesto una cuarta parte de las vividas en la anterior gran crisis, la de Lehman Brothers. “Por un lado, el inversor español ha madurado, pero por otro es cierto que esta crisis no ha tenido nada que ver con la de 2008”, por su celeridad, argumenta Ignacio Ezquiaga; el Ibex se hundió un 39% en menos de un mes. “Creo que la rapidez de la caída dejó al inversor atrapado, sin capacidad de reacción, pero cuando el mercado rebotó no se produjeron salidas”, añade David Ardura, que cree que esa mayor tranquilidad en los inversores se debe “al gran esfuerzo que hemos hecho todos por comunicar. Yo no he escrito tanto en mi vida, ni participado en más eventos, que en los meses de marzo y abril de 2020. La estrategia de una gestora, y sobre todo la de las firmas independientes, pasa por poner al cliente en el centro de todo, comenta.

En esta crisis, “los gestores y analistas han ido informando de la situación de forma mensual, semanal o incluso, en algunos casos, diaria, y eso ha tranquilizado a los inversores”, comenta Carlos González, de Cobas. El pánico que se siembra en los mercados ante las caídas drásticas es inevitable, es emocional, pero en 2020 la comunicación ha ayudado a lidiar con él.