Guía básica para que el inversor no se pierda en la jungla de la renta fija

Deuda subordinada, bonos convertibles, ‘high yield’... La renta fija se ha convertido en un mundo lleno de conceptos nuevos para los inversores sin mucho conocimiento financiero. Y es necesario saber en qué consisten porque los bonos soberanos ya no servirán para obtener rendimiento

El clásico inversor de renta fija era alguien que compraba Letras o Bonos del Tesoro y podía echarse a dormir. El apellido fija era suficiente para que pudiera estar tranquilo pues simplemente tenía que ir cobrando los cupones hasta el vencimiento de los títulos. Los fondos garantizados, cuyas estructuras se basaban en la cobertura del capital mediante activos de deuda, se popularizaron en los inversores en los 90 precisamente porque permitían confiar en recuperar el capital a cambio de una pequeña revalorización. Y los fondos puros de renta fija únicamente tenían que realizar una selección muy somera de activos. Pero desde hace ya muchos años ser inversor conservador no significa no sufrir volatilidad ni asumir cierto riesgo en la cartera. Las políticas expansivas de los bancos centrales para mitigar los efectos de la crisis financiera, primero, y este año para evitar los estragos económicos del coronavirus han dejado a los tipos de interés bajo mínimos, lo que ha empujado a la baja la rentabilidad de los bonos soberanos o gubernamentales, con un efecto en cascada en el resto de activos de renta fija.

Un dato demuestra hasta qué punto la gestión activa se hace más necesaria que nunca en la renta fija: casi 6 billones de euros de bonos europeos, el 80% aproximadamente del volumen total, se encuentra ya en terreno negativo. De ahí que en las previsiones de las firmas para el próximo año vuelvan a aparecen el high yield o bonos de alta rentabilidad, deuda subordinada, bonos convertibles o los bonos ligados a la inflación. Los fondos de deuda más flexibles, aquellos que pueden invertir en todo el abanico de activos de la renta fija, juegan con el precio de los activos, que se mueven de forma inversa a la rentabilidad. De esta forma, aunque el rendimiento disminuya, su venta en el mercado secundario les garantiza obtener una ganancia. Aunque también tienen el riesgo de que ocurra lo contrario, si los tipos despuntan y disparan la rentabilidad. Su precio bajaría automáticamente.

Más rentabilidad

Los bonos con grado de inversión representan el peldaño más seguro dentro de la escala de la deuda, porque implican que las compañías emisoras tienen la solvencia adecuada a largo plazo para afrontar sus pagos. De ahí que las agencias calificadoras les otorguen la nota más alta. Pero la presión a la baja de los tipos de interés y la deuda pública ha llevado la rentabilidad de este tipo de emisiones a cotizar bajo mínimos. Lo que antes se denominaban bonos de alta rentabilidad o high yield, de hecho, han pasado de ofrecer rentabilidades superiores al 6% a un rendimiento más propio de lo que antes se consideraba de investment grade, en torno al 4,5%. De ahí que sea necesario ser muy selectivos con los emisores y analizar qué factores pueden ser motivo de preocupación dentro del sector al que pertenecen.

Otro de los activos que se han puesto de moda es la deuda subordinada, sobre todo la de las entidades financieras. Como su nombre indica, es un bono que en el orden de prelación de cobro de los acreedores de una compañía en liquidación se sitúa en último lugar, por lo que los tenedores de este tipo de emisiones corren el riesgo de no cobrar nada. De ahí que la rentabilidad exigida sea mayor porque, además, puede ser de tipo perpetuo. Los bancos se han lanzado a emitir este tipo de deuda porque lo pueden computar como capital híbrido, lo que les permite computarlo como recursos propios, al igual que ocurre con las participaciones preferentes. Nadie duda de que uno de los grandes bancos vaya a quebrar pero tampoco está asegurado al 100% que no pudiera ocurrir.

Los bonos ligados a la inflación también se han convertido en una clase de deuda que los inversores profesionales están incorporando en sus carteras. Los bonos normales pagan un cupón fijo, pero en los que están ligados a la inflación depende del movimiento que tenga la tasa de precios. En un entorno en el que se prevean movimientos al alza de la inflación, el tenedor de este tipo de bonos se beneficia de un pago mayor, de ahí que ahora los bonos ligados a la inflación se hayan situado en el radar. Normalmente suelen ser duraciones largas, pero también existen fondos ligados a la inflación de duración corta, que aprovecha las fluctuaciones de los precios, que los bancos centrales van a tratar, además, que no se desboquen. Hay que tener en cuenta que mientas en esta clase de bonos, el pago del dinero invertido inicialmente se recupera ajustada a la tasa de inflación durante el período de amortización del bono.