¿Construcción sostenible? Solo si hay industrialización
En el verano de 2021 el World Green Building Council afirmaba en su informe Advancing Net Zero que estábamos en el inicio de una década crucial para demostrar que el sector de la construcción podía contribuir de forma notoria a alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.
Sin duda una declaración de intenciones muy necesaria ya que, por ejemplo, la forma en la que construimos los edificios es la causante del 40% de emisiones de CO2 y el 40% de los residuos a nivel global. Es por ello que, si realmente tenemos el compromiso de dejar un futuro a las siguientes generaciones, algo debemos cambiar. Se ha avanzado, sí, pero todavía queda mucho por hacer.
La construcción de las próximas décadas poco o nada tendrá que ver con los modelos que conocemos actualmente. Innovación, digitalización y predicción pasarán a ser ejes centrales de la nueva forma de construir, ejes que nos llevan claramente a la industrialización. Es cierto que en los últimos años hemos oído hablar mucho de la industrialización, sus ventajas y ejemplos de proyectos que ya han sido construidos con este nuevo modelo.
Este permite reducir los plazos de entrega de los edificios hasta en un 50%, mejorar la calidad de los procesos constructivos al ser menos “artesanales” con la puesta en marcha de nuevos Métodos Modernos Constructivos (MMC), reducir el impacto medioambiental al conseguir construcciones más ecológicas o mejorar las condiciones de trabajo en entornos más controlados y con menos riesgo, entre otras. Sin embargo, no nos podemos quedar ahí ya que se estima que solo el 10%-20% de la huella de carbono dentro de la vida de un edificio deriva del proceso de construcción. Es por ello que no podemos poner únicamente el foco en los materiales que se usan o cómo se construye, sino que hay que ir más allá y analizar todo el ciclo de vida de la construcción para minimizar de forma global el impacto en el medioambiente.
En nuestro caso, por ejemplo, contamos con el único sistema constructivo integral en España con el análisis de ciclo de vida certificado, es decir, sabemos cuánto CO2 emitimos, cuánta energía y agua consumimos y cuantos residuos generamos durante todo el proceso de fabricación-construcción de nuestros edificios, cuanta demanda energética demandarán mientras son vividos y cuando, al final del ciclo de vida, son desmontados y vuelven a formar parte de nuevos edificios u otros productos y que porcentaje de reciclabilidad tienen los componentes o materiales que no se reutilizan. En definitiva, cerramos ese círculo virtuoso en torno a la sostenibilidad incluyendo el CO2 embebido derivado del transporte necesario en cada una de las fases del ciclo de vida.
Pero otro aspecto no menos relevante de la industrialización es que esta está basada en certidumbres. ¿Por qué? Porque a diferencia de la construcción tradicional, el esfuerzo más intensivo se realiza en las fases de diseño y de definición del proyecto, que es una de las carencias que tiene la construcción actualmente donde la definición del edificio no es muy elevada y las dudas y problemas se resuelven en obra.
Después de años evolucionando nuestro modelo de industrialización, en nuestro caso una parte muy importante de los recursos humanos se invierten en la fase inicial generando el gemelo digital que acompaña al edificio hasta el final del ciclo de su vida. Este entorno digital se realiza de manera colaborativa con el prescriptor y el promotor para alcanzar las exigencias de cada uno de los participantes. Una vez desarrollado el proyecto de ejecución tradicional desarrollamos el proyecto de fabricación y como todo está diseñado e identificado para el proceso productivo, la materialización es más rápida y con mayor calidad porque no hay decisiones posteriores, sino que todas han sido tomadas en la fase de diseño lo que aporta certidumbres que implican también un mayor control desde la concepción del proyecto de los costes. Está demostrado que dependiendo del grado de industralización las desviaciones de costes se minimizan llegando incluso a desviaciones cero, como ocurre con nuestro sistema, y esto no es un aspecto menor para el futuro del sector.
Es por ello que soy un firme convencido de que sin la industrialización, entendida como un proceso organizativo con una estrecha vinculación entre las etapas de diseño, uso de la tecnología y proceso productivo, no alcanzaremos la triple sostenibilidad; medioambiental, económica y social y sin sostenibilidad, no hay futuro. Por tanto, no hablamos ya de una voluntad, sino de una necesidad. Y esa necesidad pasa por incorporar la digitalización y la innovación en todas las fases de los proyectos. En otras palabras: si queremos tener futuro, la industrialización no es una opción, es una obligación.