Arquitectura saludable frente a arquitectura sostenible

Muy a menudo escucho cómo se confunden o utilizan indistintamente los términos sostenible y saludable para referirse a la arquitectura que desarrollamos profesionales como yo. Sin embargo, teniendo ambas el propósito del bien común, no son lo mismo: mientras la arquitectura sostenible pone el foco en el planeta, la arquitectura saludable lo pone en las personas.

Cuando hablamos de arquitectura sostenible, nos referimos al impacto que los espacios construidos tienen sobre el medio ambiente. El sector de la construcción es uno de los más contaminantes, siendo responsable de hasta un 40% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según la Alianza Global para los Edificios y la Construcción (GlobalABC). Para controlar esta huella, es importante actuar sobre los edificios y el urbanismo en su conjunto. En el caso de España, el 80% del parque inmobiliario está obsoleto y es ineficiente, por lo que hay más edificios contaminantes que sostenibles. La aplicación de los estándares medioambientales y de eficiencia energética, se certifique o no un edificio, mejora algunos de los aspectos relacionados con la salud de los ocupantes, como el confort higrotérmico, la calidad del aire y el aislamiento acústico, pero esto no es suficiente. Puede darse el caso de tener un espacio sostenible que no sea saludable.

La arquitectura saludable va un paso más allá de la sostenibilidad, y además de asumir las premisas medioambientales, se centra en el impacto que tienen los espacios construidos sobre la salud de las personas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es “un estado completo de bienestar físico, psíquico y social”. La arquitectura puede impactar positivamente en estos tres aspectos, ya que, de promedio pasamos el 90% de nuestras vidas dentro de edificios. Desde que en 1974 Lalonde estableciera los “determinantes de salud”, hoy ampliamente aceptados, se considera que el 62% de nuestra salud depende de estilo de vida y entorno. Es decir, la alimentación, nuestros hábitos y los espacios que ocupamos influyen más en nuestra salud que la suma de factores de herencia genética y calidad de la asistencia sanitaria, que determinan el 38% restante.Un proyecto arquitectónico puede añadir o restar valor a una promoción inmobiliaria. Además de proponer el mejor diseño, llegará el momento en que solo se considere de calidad si es saludable. Será una cuestión estratégica.

En el caso de los edificios de oficinas, el retorno económico de la arquitectura saludable es clarísimo. Sabemos que los costes de personal suponen el 90% de los costes operativos de una empresa y que cualquier actuación sobre esta partida cambia el balance. Con la arquitectura saludable podemos reducir el absentismo laboral hasta un 30% y mejorar la concentración y el rendimientode las personas. Además, los edificios saludables destinados al alquiler tienen unos índices de ocupación muy superiores al resto.

La arquitectura saludable y la neurociencia aplicada a la arquitectura tienen en cuenta numerosos factores a la hora de diseñar y construir los espacios, entre ellos, la calidad del aire; el confort acústico e higrotérmico; la iluminación; el uso de materiales no tóxicos, la calidad del agua, la ergonomía, la biofilia, la arquitectura de elección y la neuroarquitectura. Los comento brevemente. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, el aire interior está de promedio entre 2 y 5 veces más contaminado que el exterior. No olvidemos que respiramos hasta 15.000 litros de aire al día. Una mejor calidad del aire puede incrementar nuestra capacidad cognitiva, la creatividad y la concentración entre un 8% y un 11%, según estudios de las Universidades de Harvard y Berkeley. En cuanto al confort acústico, creo que cada vez somos más conscientes de los graves problemas de salud que provoca el ruido. El buen aislamiento y acondicionamiento de los edificios evita que suframos las consecuencias de estar sometidos a niveles de ruido nocivos. La contaminación acústica que soporta más de la mitad de la población urbana provoca en Europa 12.000 muertes prematuras y más de 22 millones de molestias crónicas. El ruido altera procesos cognitivos, la comunicación y el sueño; puede generar estados crónicos de nerviosismo y estrés; reduce la productividad y la concentración y eleva el riesgo de sufrir derrames cerebrales y ataques cardiacos.

Respecto al confort higrotérmico, un rango inadecuado de temperatura y/o humedad, afecta a los sistemas respiratorio, nervioso e inmunológico, y al estado anímico, productividad y al rendimiento. ¿Y qué papel tiene la luz en la arquitectura saludable? Uno fundamental porque actúa como reloj biológico, regulando los ritmos circadianos. Lo más recomendable es maximizar la entrada de luz natural e instalar elementos de control solar. Además, una iluminación artificial adecuada mejora nuestra visión y previene dolores de cabeza, mejora nuestro sueño y combate la depresión. Otro de los factores esenciales para la arquitectura saludable es la biofilia. Se trata de introducir elementos naturales en los edificios. Las plantas, además de purificar el aire, tienen un efecto sanador sobre las personas. Cuando tenemos plantas naturales cerca y/o vistas a la naturaleza, nuestro estrés disminuye; nos sentimos más felices y aumenta nuestra concentración hasta un 15%, según estudios de las Universidades de Cardiff y Exeter.

Para mejorar la salud de las personas, podemos promover la actividad física y la interacción social con la arquitectura de elección, aquella que con el diseño fomenta el uso de la opción más saludable (rampas, escaleras, espacios de encuentro...). Podemos eliminar las barreras arquitectónicas que favorecen el aislamiento, diseñar zonas comunes donde compartir actividades y tiempo libre, y nuevos modelos residenciales basados en la colaboración como el cohousing y el coliving. Es fácil comprender llegados a este punto por qué la arquitectura saludable no puede observarse ni como una moda ni como un gasto. Frente a la arquitectura sostenible, la arquitectura saludable tiene un impacto inmediato y visible en nuestro bienestar físico, mental y social. La arquitectura saludable es un factor diferenciador frente a la competencia y una palanca clave para impulsar la rentabilidad del negocio inmobiliario. La arquitectura saludable es la arquitectura del futuro porque, además de ser social, es rentable.