Nosotros hacemos las ciudades y ellas después nos hacen a nosotros

En un mundo de ciudades, el sector inmobiliario y la industria de la construcción representan un porcentaje importante del PIB y es valor refugio de buena parte de la inversión del capital internacional. Es el responsable de la mejora de nuestro entorno, de la calidad de vida y generación de riqueza y bienestar, íntimamente vinculado a la energía, la salud y la sostenibilidad. Y el “producto” de esta industria no es otro que la Arquitectura.

Hoy la actividad profesional de la arquitectura tiene una complejidad extraordinaria, y de ahí que se desarrolle en equipos multidisciplinares, pero todo lo que tiene que ver con la habitabilidad de personas es responsabilidad del arquitecto. Los arquitectos participamos en la creación de los escenarios de nuestra vida, pero además somos constructores de experiencias, de identidad y de emociones, que van desde la esfera íntima a la social, de lo privado a lo público.

Nuestro cliente es el sector inmobiliario, en el ponemos foco y juntos estamos al servicio de una sociedad en permanente cambio. Cualquiera puede cerrar un mal libro o salirse de una película, pero no puede evitar una torre horrorosa frente a su casa o un paisaje urbano deteriorado. En la sociedad del conocimiento ha llegado el momento de una transformación total que precisa de innovación, tanto en los diseños que atiendan a las nuevas formas de habitar y necesidades, como a los procesos de producción. Se trata de servicios profesionales de alto valor añadido, eficiencia y responsabilidad en estructuras de pymes y autónomos. Vinculados a la investigación, en lo que tiene que ver con la industrialización, digitalización, eficiencia energética y descarbonización en nuevos modelos de ciudad.

“Nosotros hacemos las ciudades y ellas después nos hacen a nosotros” afirmaba Churchill en una famosa cita. Nuestras ciudades, nuestra arquitectura, crean ambientes que conforman conductas. Aspectos como la calidad del espacio público y la vivienda, nuevas necesidades y formas de vivir y trabajar, nuevos modelos de ciudad de escala más humana con servicios de proximidad, la salud, la energía y la movilidad, son los temas que ocupan la actividad profesional de la arquitectura, que es economía, cultura, desarrollo y bienestar.

La Arquitectura se construye para ser habitada por personas, forma parte de una ciudad o de un paisaje, y es patrimonio de una sociedad que convivirá con ella muchas décadas. Representa emprendimiento e innovación, exige una formación altamente especializada y una importante inversión en tecnología para garantizar la calidad profesional y la responsabilidad que requiere nuestro mundo hoy.

Sin embargo, mientras el mercado inmobiliario está razonablemente ordenado, ha evolucionado en términos de garantía, profesionalización e incorporación de valores de ética y responsabilidad social y medioambiental, no lo está el mercado de servicios profesionales que, como parte fundamental del anterior, no puede basar la competitividad solo en el precio. Necesitamos calidad y experiencia y para ello es necesaria inversión en conocimiento, investigación e innovación.

Una empresa de servicios profesionales se basa en las relaciones, la confianza y por tanto en las personas. Su mayor valor son sus empleados, y es imprescindible encontrar, entrenar y aprovechar el mejor talento para servir a las necesidades de sus clientes. Se necesita tiempo para encontrar talento, cultivarlo y crear valor, para ganar clientes y desarrollar una cartera, en definitiva, para generar confianza.

Hoy en España los mejores profesionales técnicos pasan rápidamente, dentro de sus compañías, a las labores de gestión y comerciales, donde están mejor retribuidos. De ahí que no se desarrollen carreras profesionales en el ámbito técnico y sean juniors a bajo precio quienes permiten sostener determinados contratos de en condiciones precarias.

En Alemania, Francia o Reino Unido, la empresa y las administraciones priman el talento, cuidan a sus técnicos, quieren que sean los mejores, estén bien formados y puedan aportar el verdadero valor que hoy Europa necesita, detectar problemas y oportunidades, porque la producción a bajo coste estará en países en vías de desarrollo, donde la calidad de vida no entra en la ecuación. Eso lo han interiorizado muy bien las empresas de tecnología, las TICS, y nuestros sectores inmobiliario y de construcción deben tomar nota.

No se puede seguir pagando profesionales por debajo de su valía y cualificación profesional, porque no es sostenible en términos de competitividad, salvo que decidamos prescindir de todos esos profesionales y juguemos a ser un país low cost, con todo lo que eso supone, un país de usar y tirar. Hemos tenido ya tiempo para reflexionar sobre lo que nos sucede, y para analizar en parte sus causas, pero son muy pocos los que se atreven a formular las propuestas de por donde debemos caminar.

Somos conscientes de que debemos competir en calidad y coste, pero para eso es necesario que, en la fase de proyecto, la de mayor valor añadido y menor repercusión económica en la inversión final, no se escatime. Ahí está la garantía de la verdadera apuesta por la calidad, la competitividad y responsabilidad social, medioambiental y económica. No se trata solo de gastar menos, sino de hacer las cosas de manera equilibrada y justa conforme a los objetivos marcados. Para recuperar la confianza es necesario un ejercicio de transparencia en que el usuario conozca donde va cada euro de la inversión más preciada de su vida.

Para reconocer el coste y calidad de los servicios profesionales, tenemos referencias en los países de nuestro entorno, donde nuestros profesionales y empresas son reconocidos y valorados. En ellos la inversión en talento y en tiempo y recursos económicos y materiales de los proyectos es muy superior a la española, lo que permite la investigación de nuevas soluciones y la planificación exacta en coste y plazos.

La innovación es creatividad aplicada y se produce por la conexión de parcelas de conocimiento tradicionalmente aislada, con la ayuda de un catalizador de mente abierta dispuesto a imaginar lo imposible. Los arquitectos, junto con el resto de los profesionales e instituciones de la sociedad civil, debemos ser artífices de la nueva realidad, aportando conocimiento, pasión y compromiso, para construir un entorno de confianza. Y esto puede venir acompañado de una reordenación del mercado de servicios profesionales que permita al sector inmobiliario invertir b en la aportación de valor, talento y responsabilidad.