Caballos más rápidos

Quiere usted un coche eléctrico? Pues depende del uso que vaya a darle... pero si es para trayectos cortos y por ciudad, ¿quién no iba a querer un coche eléctrico?: Se puede aparcar en la calle sin pagar, circular por el centro de las grandes ciudades, se ahorra gasto en combustible y además es respetuoso con el medio ambiente... Pero entonces, ¿por qué las ciudades no están colonizadas por coches eléctricos? La respuesta principal es sencilla: el precio.

Es probable que bajo esta tendencia en unos años el coste de adquisición del coche eléctrico disminuya y se democratice su uso, ayudado también por estímulos de Administraciones Públicas. Un ejemplo de ese movimiento lo encontramos en los coches diésel: hace 10 años eran más caros y con menos prestaciones que ahora, y eso ha sido gracias a la innovación y mejora continua.

El sector inmobiliario marca una tendencia creciente hacia la innovación de procesos, hacia la industrialización del proceso constructivo y empieza a calar en todos los agentes: promotores, constructores, fabricantes, subcontratas, industriales, ingenierías y hasta cliente final. No vamos a realizar una disertación sobre las ventajas de la industrialización que ya son conocidas en el sector, pero ahora que empezamos a estar convencidos, cómo lo implementamos es el siguiente paso. La prescripción en fase de proyecto, determinar que sistemas optimizan el proceso por reducción de plazos, mejora en la calidad del producto final, disminución en la huella de carbono, de residuos, de mano de obra, etc., cada proyecto tiene recetas diferentes y casuísticas y el mayor reto es prescribir los componentes, módulos o sistemas que aportan valor. Para poder realizar esta prescripción ya tenemos formación disponible de muy alta calidad para técnicos, como el curso de construcción industrializada de la Escuela de Edificación del COAATM, donde los alumnos conocerán el abanico de sistemas nacionales e internacionales disponibles en el mercado.

Por otro lado, tenemos la formación del personal productivo para sistemas industrializados, tanto en la fábrica como en la obra in situ para el ensamblaje. Hasta el momento esta formación recae en el lado del fabricante, que forma a su personal bajo su propia demanda e información elaborada de forma interna, si bien empiezan a conocerse iniciativas para formar al personal productivo en sistemas industrializados, como la que está impulsando el Clúster de Edificación.

Con la formación en vías de resolverse, ponemos el foco en los fabricantes y sistemas constructivos: tenemos muy poca capacidad instalada en España, y esto se debe a varios factores, entre ellos, la escasa inversión y el alto coste de la misma para implementar fábricas de sistemas industrializados, la falta de estímulos de Administraciones Públicas para impulsar la industrialización del sector inmobiliario, la exposición de estas empresas a los cambios de ciclo y la falta de concreción de plazos debido a la demora de las licencias de obra.

Por tanto, al ser éste un mercado incipiente y lleno de trabas, las compañías que llegan hasta este punto son absolutamente resilientes y convencidas de las grandes ventajas que supone implementar sistemas industrializados y que cada vez estos sistemas estarán más presentes en nuestras concepciones de proyecto. Y es aquí cuando surge la mayor amenaza, la más silenciosa y peligrosa: la autocomplacencia. “Esto es lo mejor que podemos ofrecerte y lo tomas o lo dejas”, pero la responsabilidad de prescribir o no depende exclusivamente del promotor o de los técnicos. Aquí es donde retomamos el coche eléctrico: el sobrecoste.

En el momento actual sabemos que el precio de coste directo de sistemas industrializados supera el coste tradicional, pero ¿de qué diferencia hablamos? Hemos de tener en cuenta el ahorro de costes indirectos durante la ejecución y el ahorro en post venta, y ahí es donde la diferencia cristaliza. En ese momento de la verdad no podemos defender nuestros sistemas explicando de nuevo las múltiples ventajas que tienen los sistemas industrializados, ya que cuando la decisión de estudiar estos sistemas fue impulsada, se debió al conocimiento de las mismas.

Es aquí cuando el entendimiento nos lleva a ver que si ese sobrecoste supera unos límites, inviabiliza realizar el proyecto bajo esos estándares, igual que el coche eléctrico. Entonces nos toca comprar un diésel, que además es mejor que hace 10 años, y volver a prescribir sistemas tradicionales, pero algo mejorados, que si encajan en la cuenta de nuestro proyecto. Entonces, ¿qué camino tomar? El camino de la innovación. La innovación será lo que nos permita como sector ser competitivos en el largo plazo y cumplir con todos los requerimientos normativos, ambientales, de producto y de cliente final a un precio competitivo.

Aquí entra de lleno el papel de las administraciones públicas: estimular la industrialización del proceso mediante el impulso a la innovación, a la implantación de nuevas fábricas; marcar tendencias en cuanto a la construcción con valores máximos de huella de carbono y contraprestando su bajada mediante concesión de nuevas edificabilidades o reducción de impuestos para que todo el esfuerzo no recaiga solo en la empresa privada, reduciendo los plazos e incertidumbres en la concesión de licencias... viendo como ya se está haciendo en otros países como Francia donde ya el gobierno exige, por ejemplo, que todos los edificios públicos nuevos se construyan al menos en un 50% de madera u otros materiales sostenibles. Y mientras, los constructores y fabricantes debemos seguir realizando mejoras y optimizaciones en nuestros sistemas y costes de producción, siguiendo la senda de Henry Ford, cuyo éxito fue hacer accesible un automóvil que fuera tan práctico como asequible. Por ello no podemos quedarnos con la idea de que nuestros sistemas son los mejores y ese es su precio, sino que para democratizar su uso, como el de los coches diésel, debemos disminuir los costes, y por el momento lo que tenemos es un coche eléctrico. Es así como debemos crear sistemas para nuestros clientes y no clientes para nuestros sistemas. Y terminamos con una famosa frase atribuida a Henry Ford, que nos indica que, a veces no hay que dejarse llevar solo por la tendencia: “Si le hubiera preguntado a la gente qué quería, me hubiesen dicho que caballos más rápidos”.