Los hoteles necesitan una actualización tecnológica

Tras un primer suspiro de alivio, el sector hotelero vuelve a estar muy preocupado. En la primavera de 2022, parecía que el fin de la pandemia estaba cerca. Se reavivaba el deseo de viajar, ya fuese por negocios o por placer, y las habitaciones de hotel alcanzaban precios récord, una evolución que continúa hasta hoy. La industria estaba en pleno auge turístico. Sin embargo, seis meses más tarde, el sector está sumido en el miedo y la incertidumbre ante la espiral de los precios de la energía y la inflación, que hacen que los costes de los hoteleros sean cada vez más elevados.

¿Pero está justificado este pesimismo? Las empresas que se han hecho un hueco en el mercado y que se adaptan con flexibilidad a la evolución de la demanda pueden, sin duda, valorar más positivamente los últimos acontecimientos. Al fin y al cabo, la crisis actual acelerará enormemente la transformación del sector. Los hoteles tradicionales se ven obligados a reposicionarse. Especialmente en lo que respecta a la digitalización.

Algunos sectores de la industria están experimentando una situación extraña en la que los hoteles están cobrando precios máximos, pero no están operando a plena capacidad. Este fenómeno se debe a la grave escasez de personal. La verdad es que, en muchas áreas, los niveles de personal no se han recuperado desde el comienzo de la pandemia. Se despidió a un gran número de empleados cuando los hoteleros trataron de reducir drásticamente los costes, y muchos de ellos solo se están reincorporando muy lentamente, si es que lo hacen. Como resultado, algunos operadores ya no pueden operar a plena capacidad. Los procedimientos que requieren mucho personal, como la recepción y la administración, sufren una escasez crónica de personal.

La digitalización puede poner remedio: alrededor del 80% de los procesos hoteleros clásicos pueden digitalizarse. Esto ahorra tiempo y dinero y ayuda a liberar recursos muy valiosos. Hoy en día, los programas informáticos basados en algoritmos pueden hacerse cargo de cada paso del proceso de “establecimiento de precios”. Gracias a las aplicaciones, los sistemas basados en la nube y las modernas tecnologías de acceso, los viajeros pueden hacer el check-in y el check-out de forma flexible a través de sus smartphones. La tecnología que ya se utiliza puede sustituir hasta el 65% del personal que falta y crear nuevos modelos de negocio complementarios.

Hay otra razón por la que el sector necesita transformarse con tanta urgencia: los viajeros modernos, hoy y sobre todo en el futuro, quieren viajar de forma diferente, como han demostrado las últimas encuestas. Por ejemplo, el 37% de las personas que participaron en una encuesta representativa de YouGov dijeron que se imaginan alojándose en un apartamento con servicios de alta calidad durante sus próximas vacaciones.

Hoy en día, pocas personas quieren pasar 20 minutos haciendo cola para registrarse en la recepción de un hotel, adaptar sus horarios a las estrictas horas del desayuno o soportar los mediocres gimnasios internos. Además, la cerveza sabe mejor en un bar de moda que en el polvoriento vestíbulo de un hotel. Los huéspedes de los hoteles de hoy prefieren recibir consejos sobre restaurantes y actualizaciones en tiempo real sobre las atracciones locales a través de WhatsApp, en lugar de tener que hojear los anticuados folletos de papel en la repleta mesa de su habitación de hotel.

Las últimas tendencias en materia de viajes exigen nuevos hoteles y nuevos conceptos, no bloques de hormigón anónimos con cientos de habitaciones estandarizadas. El lado de la demanda del mercado está cada vez más marcado por la generación Airbnb. Muchos de los viajeros urbanos actuales se han acostumbrado a las ofertas personalizadas de plataformas como Airbnb, que permiten a los proveedores de alojamiento privado comercializar sus propios apartamentos en los barrios urbanos de moda.

Con el paso del tiempo, la generación Airbnb se ha interesado menos por los precios bajos, pero ha conservado su aspiración original: viajar de forma autodeterminada. Siguen centrándose como siempre en la arquitectura, el ambiente y la autenticidad.

También quieren aprovechar al máximo su tiempo: para los viajeros modernos, la rapidez de Internet y los procesos digitales inteligentes no son negociables. Muchos hoteles convencionales ya no pueden seguir este ritmo. Como resultado de la pandemia, los viajes y el trabajo están cada vez más entrelazados. Trabajar donde otros pasan sus vacaciones, esa es la idea que hay detrás de la nueva tendencia de "workation". Cada vez más empresas permiten a sus empleados trabajar a distancia. Al fin y al cabo, es igual de fácil responder a los correos electrónicos y celebrar videoconferencias en Barcelona, Berlín o Lisboa. Ahora se prefiere el alojamiento individual y contemporáneo frente a un complejo hotelero estandarizado.

Curiosamente, apenas hay ofertas correspondientes para satisfacer esta creciente demanda. La normativa sobre el uso indebido del espacio residencial ha recortado la oferta de alojamiento turístico, y no solo en Alemania. En las principales ciudades europeas hay un vacío de oferta de hasta el 60%. Todo esto crea una enorme oportunidad para satisfacer la creciente demanda mediante el reposicionamiento de los hoteles tradicionales y la reutilización de antiguos espacios de oficinas. Ambas opciones tienen sentido desde el punto de vista de la planificación urbana y la sostenibilidad, ya que preservan un valioso espacio vital. La inminente transformación del sector hotelero es también de gran interés para los inversores. Los conceptos de apartamentos digitales entrañan mucho menos riesgo que los hoteles convencionales; incluso ofrecen un aumento de valor significativo. Además, la mejora de la eficiencia del espacio desbloquea un mayor potencial de ingresos, ya que el espacio de oficinas y las zonas comunes ya no son necesarias. Mientras el sector no se duerma al volante, no debe temer al futuro.